2 de agosto de 2011

Etapa 11. 500




300 eran los espartanos que resistieron en la batalla de las Termópilas. 500 los peregrinos, según el hospitalero, que salimos de Burgos esta mañana.

06:20 h. Goteo incesante de peregrinos que escapan de la ciudad a través del campus universitario de Burgos. Paraje mucho más atractivo que el que tuvimos ayer para entrar.

Todas las guías y todos los peregrinos repetidores apuntan a que las etapas entre Burgos y León son las mas duras, monótonas y calurosas. Con la incertidumbre de lo desconocido y la ilusión de un niño que descubre algo por primera vez caminamos prestos hacia ese futuro.


La planicie castellana se pierde en el horizonte ante nosotros. Los kilómetros van cayendo pero el paisaje apenas cambia. Campos de cereales recién cosechados se abren paso a ambos lados. Maquinas cosechadoras es todo el rastro de vida que se ve en kilómetros a la redonda.

Pasamos por pequeños pueblos castizos que parecen sacados del atrezzo de una película de Almodóvar.

La etapa transcurre con una mezcla de calor y monotonía.

Los últimos kilómetros antes de Hontanas, nuestro destino, se hacen muy duros. El calor y una tendinitis del tibial anterior de mi compañero de viaje lo hacen especialmente difícil. Pero finalmente llegamos. Nos alojamos en un albergue privado por el módico precio de cuatro euros noche, lo cual nos hace preguntarnos cómo se pueden obtener beneficios con ese precio y amortizar unas instalaciones que están francamente bien.
Siesta, reposo y una pequeña compra en la diminuta tienda local ocupan la tarde.

Las etapas, el cansancio, el calor, el calzado y los kilómetros acumulados empiezan a pasar factura. El número de personas que cojean, arrastran los pies o simplemente no pueden ni moverse aumenta día tras día. Los albergues se convierten en autenticas farmacias y el contrabando de medicamentos es visible a plena luz del día por todos los rincones. "Toma esta crema" o "dame de esas pastillas que te han ido bien" se suceden en varios idiomas. El olor a mentol embriaga el ambiente a la vez que contribuye a despejar los pulmones.

En esas condiciones de sufrimiento corporal conocemos a Sabrina, una chica alemana de 21 años que llora desconsoladamente mientras habla con su madre. Apenas puede caminar. Lleva tan solo un día de peregrinaje y el exceso de confianza y la falta de entrenamiento han hecho su trabajo. Drae, a falta de Hector y Miguel (por cierto Mª Eugenia, que valentía la tuya) despliega sus dotes paternales y le ofrecemos un poco de consuelo, conversación (in English, please) y drogas (voltaren, no penséis mal).

Mañana se prevé una etapa en idénticas condiciones. Veremos como van los lesionados. ¿Os habéis tomado las pastillas? ¿Si? Pues venga, a dormir.

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