17 de noviembre de 2017

Mendoza, ciudad de reencuentros.

Este trayecto ha sido un poco más corto que nuestro debut en los autobuses nocturnos. Llagamos a las siete de la mañana a la terminal de la estación de autobuses de Mendoza y casi echamos en falta un par de horas más de viaje para haber podido dormir un poco más. Hemos cambiado de compañía de autobús y hemos de decir que este ha sido un poco más incómodo que el anterior. El asiento no se podía reclinar totalmente y los pies no se colocaban horizontales, pero eso no ha sido impedimento para que hayamos podido dormir prácticamente todo el trayecto. Unos mas que otros. Eso sí, la azafata que llevamos a bordo y que nos sirve la cena y el desayuno es una mezcla entre una madre y Spiderman. Nos trata con una dulzura casi maternal a la vez que se mantiene inamovible en el pasillo del autobús mientras sirve toda clase de comidas y bebidas, todo ello con los continuos movimientos y cambios de velocidad del autocar.


Ya en la terminal de autobuses, nos sentamos en una cafetería a desayunar mientras nos atiende una simpática camarera que compagina el control de los camareros y las mesas con pintarse compulsivamente las pestañas utilizando como espejo el panel metálico de la cafetera industrial. Allí esperamos a que llegue nuestra taxista particular. Una taxista a la que no veo desde hace 6 años cuando nos despidiéramos en Santiago de Compostela después de haber caminado juntos mas de 300 kilómetros. Allí coincidimos Javier, Joana, Jorgelina y yo e hicimos un pequeño gran grupo para caminar y compartir todas las experiencias que El Camino nos fue regalando. Jorgelina es de Mendoza. Cuando la conocí había venido a Europa a explorar y viajar por espacio de tres meses. Su espíritu aventurero se cruzó con el mío y desde entonces mantenemos una amistad en la distancia que sin duda se verá reforzada después de esta visita.




Por la puerta de la cafetería aparece Jorgelina tal y como la recuerdo cuando nos despedimos en la Plaza del Obradoiro De Santiago de Compostela hace ya algo más de seis años. Según nos decimos mutuamente, los dos estamos igual, no hemos cambiado nada. Aunque obviamente el paso del tiempo de alguna manera se habrá notado. Después del reencuentro y las presentaciones hacemos un pequeño juego de “tetris” para encajarnos los 6 en un Peugeot 2008 con todas las mochilas en el maletero, perfectamente ordenadas. 


Comenzamos a conocer Mendoza desde el coche mientras no dirigimos al hostel que hemos reservado, el cual, sin saberlo, está ubicado en la calle principal de bares y restaurantes de toda la ciudad: la avenida Villanueva Arístides. El hostel esta regentado por un gallego que lleva más de doce años sin volver a España viajando por todos los lugares que podáis llegar a imaginar. Ha sido realmente un lujo conocerlo, ya que no solo se encarga de regentar el local sino que es capaz de dinamizarlo, organizando un día una suculenta paella de marisco para 25 personas y otra noche una exquisita parrillada de carne, solamente para nosotros.


Mendoza es una bulliciosa ciudad de lunes a sábado que se muestra tan desértica los domingos como el paraje en el que está edificada. Durante estos días vamos a tener, que no disfrutar, temperaturas veraniegas que van a alcanzar algún día los 36ºC. Se agradece enormemente que sus amplias calles estén profusamente arboladas y así se mitigan los efectos del calor y del sol y permite que los transeúntes puedan deambular por sus calles durante el día.




Tanto en Argentina como en gran parte del mundo, Mendoza es sinónimo de vino. Está región sería comparable a nuestra Rioja en España. Grandes viñedos se extienden por los alrededores del area metropolitana de la Gran Mendoza y multitud de bodegas se encargarán de transformar los frutos de esta apreciada planta en los caldos que se degustarán por medio mundo. Uno de los grandes atractivos turísticos de esta zona es sin duda el visitar alguna de sus bodegas, algo que nosotros hacemos con la inmejorable compañía de Jorgelina y dos de sus mejores amigas, Juli y Nati. Desde aquí les mandamos un saludo y agradecemos especialmente a Nati por haber elegido la Bodega de Ojo de Agua para visitar. Un lugar mágico y familiar. Después de la visita a la zona de recepción de la vendimia y la zona de transformación del vino, el segundo enólogo de la bodega nos realiza una explicación de todo el proceso de elaboración del vino. Tras soportar estoicamente todas nuestras preguntas pasamos al jardín, donde comeremos acompañados con una desgustación de vinos de la bodega. La mesa, dispuesta bajo una pérgola de madera, invita a disfrutar del momento en tan buena compañía. La comida espectacular. Mira que hemos comido bien desde que llegamos a este país, pero esta ha sido con diferencia la mejor desde que llegamos. Unas empanadas de carne cortada a cuchillo y ojo de bifé (algo así como el solomillo de ternera) a la brasa. Los entendidos en vino dan el visto bueno a las cuatro diferentes botellas que nos sirven y finalizamos con un postre dulce. 

Nos relajamos después sentados en el jardín, con vistas a los viñedos y con la cordillera de los Andes como telón de fondo. Realmente un paraje incomparable.


Conocer Mendoza de la mano de una de sus habitantes ha sido verdaderamente una suerte. Visitamos también un embalse cercano al pueblo de Potrerillos, bastante frecuentado por los mendocinos como lugar de actividades de recreo y ocio.




El sábado por la mañana nos unimos a Jorgelina y sus alumnas de pilates en una actividad que han preparado al aire libre. Realizamos una pequeña caminata por la reserva natural de Divisadero Largo, a escasos kilómetros de Mendoza. Se trata de un recorrido por un típico paisaje desértico de la zona que retorna por el fondo de un pequeño cañón por el que discurre un discreto hilero de agua. Contrasta lo desértico del paisaje con los extensos viñedos que visitamos en la bodega.


Sin duda uno de los mejores momentos en Mendoza lo hemos pasado en Quinta Giol. Una fabulosa finca de celebración de bodas y eventos de la que se hacen cargo Jorgelina y su hermana Ariadna. Lo visitamos mientras se está celebrando una boda de noche y no podemos nada más que deshacernos en halagos hacia Jorgelina, su hermana y todos cuantos están ahí trabajando. Por un lado destacar el maravilloso ambiente de trabajo que tienen. Por otro lo bien cuidado y decorado que tienen el jardín, el salón de eventos y la finca en general. Todo con mucho gusto. Y por ultimo agradecer lo magníficamente bien que nos han tratado y nos han ofrecido de cenar. Auténticos manjares que hemos tenido ocasión de probar como si los que estuviésemos de boda fuésemos nosotros. Realmente hemos pasado una noche extraordinaria.




El domingo sale un día realmente caluroso. Lo empleamos en visitar la ciudad, que como os adelanté antes, está completamente desértica. El calor y el día festivo hace que prácticamente seamos los únicos en pasear por sus calles. La mayoría de las plazas y calles principales que queríamos visitar se encuentran vallados y en obras. Lo cierto es que la ciudad parece estar inmersa en una profunda renovación de sus espacios públicos. Aprovechamos también el día para descansar y utilizar la piscina del hostel antes de la parrillada que nuestro amigo Xoan Carlos va a preparar para cenar.


Nuestro último día en Mendoza alquilamos un coche para dirigirnos hasta Puente del Inca, una de las maravillas naturales más espectacular de Argentina. Se trata de un enorme puente de piedra anaranjada sobre el río Cuevas. Recibe este característico color por los sedimentos de las aguas sulfúricas que discurren por encima de él. Bajo el puente se pueden observar las ruinas de un antiguo balneario que hoy en día se encuentra cerrado al público, así como el propio puente. No obstante el mirador que tiene enfrente permite observar esta maravilla y que hagamos buenas fotos. Pocos kilómetros pasando Puente del Inca llegamos al estacionamiento que hay a la entrada del parque provincial del Aconcagua. Desde allí caminamos unos 7 kms hasta el último lugar donde se puede acceder antes de comenzar el ascenso hasta el monte Aconcagua, que con sus 6962 metros es el mas alto de todo el continente americano y uno de los más altos del mundo. Desde el lugar donde lo divisamos se erige majestuoso con sus nieves perpetuas al final del valle.




Ya de regreso organizamos una gymkana contrarreloj para pasar por el hostel, recoger la ropa de la lavandería, terminar las mochilas, devolver el coche de alquiler, despedirnos de nuestro amigo el gallego del hostel y devolver el coche que Jorgelina nos había prestado para movernos por Mendoza. Desde su casa volvemos a rehacer el “tetris” del primer día para volver todos con las mochilas hasta la terminal de autobús de Mendoza. La despedida se hace triste y a punto estamos de secuestrar a Jorgelina y llevárnosla con nosotros lo que resta de viaje, pero al final no es posible. No obstante, se perfilan planes para vernos el año que viene en España. ¡Jorgelina! ¡Te esperamos!


Por delante tenemos el viaje más largo que haya realizado nunca en autobús: 20 horas hasta la ciudad de Bariloche. Ya os contaré como sobrevivimos a casi un día completo ahí metidos. 


¡Gracias Jorgelina por tu cariño, tu hospitalidad y tu energía! ¡Te echamos de menos!

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16 de noviembre de 2017

Córdoba, cuadra a cuadra.

A solo dos cuadras de aquí. Caminen 23 cuadras y ya han llegado. A la vuelta de esta cuadra... Si hay una medida que se usa en este país para desplazarse por la ciudad, esa es “la cuadra”.

Si veis el mapa de cualquier ciudad o gran pueblo de Argentina, básicamente se estructura sobre un cuadriculado perfecto. Siguen manteniendo la esencia de su construcción durante la época colonial, en la que se organizaba la ciudad en torno a un gran plaza cuadrada central en la que se ubicaban los edificios de los poderes eclesiástico y civil. Las clases sociales se iban asentando de una manera concéntrica. Cuanto mayor fuera la clase social, más cerca se encontraban de esa plaza central, y viceversa. Cada uno de esos cuadrados mide 100 x 100 metros, y eso es lo que se conoce como “una cuadra”. La numeración de los edificios y establecimientos de una calle comienzan a numerarse por centenas, cada vez que se inicia una cuadra. En la primera cuadra están los números del 0 al 100 en la segunda del 100 al 200 y así sucesivamente. La verdad es que una vez conoces el sistema es bastante sencillo ubicarse.




Quedé en comentaros el resultado de nuestra apuesta por el autobús nocturno como medio de transporte y lo cierto es que no podemos estar más satisfechos. Si a todas la ventajas que os enumeré en la última entrada, añadimos que los asientos se reclinan hasta quedarse completamente tumbados, el autobús nocturno acaba de convertirse en nuestro medio preferido de desplazamiento. Nos sirven cena y desayuno y prácticamente dormimos toda la noche, con lo que apenas si nos enteramos del viaje. A las nueve de la mañana nos despertamos llegando a Córdoba, donde vamos a estar dos días. A pesar de que vamos a estar cinco semanas de viaje por Argentina, que se dice pronto, nos da la sensación de que apenas tenemos tiempo para quedarnos unos días en cada uno de los destinos que queremos visitar.


Caminamos con las mochilas a cuestas hasta nuestro hostel, paseo que invertimos en familiarizarnos con el sistema de cuadras, que aún no lo teníamos dominado. Nos instalamos y enseguida salimos a conocer la ciudad. A la tarde realizamos un free tour con “La Docta” que visita el Barrio Bohemio. Salimos del Palacio Ferreyra y visitaremos el parque Sarmiento, El Barrio del buen Pastor, la iglesia de los Capuchinos, la feria de artesanos y el Barrio Güemes. El tour finaliza en este recuperado barrio en el que muchas de las antiguas casas de obreros han sido reconvertidas en modernos locales de copas, cervecerías, cafés o galerías comerciales. 




Al caer la tarde y una vez finalizada la visita nos quedamos por el Barrio de Güemes, tomando unas cervezas por alguno de sus muchos locales. Córdoba es la segunda ciudad de Argentina y el gran número de universidades, hace que su colectividad universitaria sea muy numerosa. Y como buena ciudad universitaria, su vida nocturna es muy intensa. En Córdoba además, resulta fascinante como lo nuevo y lo viejo coexisten en tiempo y espacio en perfecta armonía. Torres de nuevos edificios acristalados comparten calle con magníficas iglesias con varios siglos de antigüedad o ruinas jesuíticas del siglo XVII.


A la mañana siguiente tomamos otro tour para conocer el casco histórico y la zona central de la ciudad, pero a la hora escasa de haberlo comenzado, nos descolgamos de la visita ya que la guía no ha conseguido engancharnos. Menos capacidad de explicación y de conexión hacen que nos aburramos rápidamente y que decidamos continuar explorando el centro por nuestro propios medios. 


Uno de los lugares más estremecedores que visitamos es el museo de la memoria. Se ubica en las antiguas dependencias de un centro clandestino de detención, interrogatorio y tortura operado por el Departamento de Inteligencia D2 durante la época de la dictadura militar argentina. Hasta este centro se llevaba a todas aquellas personas sospechosas políticamente o agitadores políticos para interrogarles, pero la realidad es que una vez que entraban allí sus familiares nunca jamás volvieron a tener noticias suyas. A lo largo de los viajes resulta triste comprobar como estos episodios se han sucedido en demasiadas ocasiones, en demasiados  lugares, y que a pesar de ello el ser humano es incapaz de aprender de la historia y no repetir sus errores en un futuro.




Aprovechando que es el día gratuito de los museos, por la tarde acudimos a visitar un par de ellos: el de fotografía y el de ciencias naturales. Nuestra intención es continuar con algún otro, pero el escaso nivel de los dos que hemos visitado nos disuade y acabamos con nuestro huesos en la terraza de una cafetería de una de las restauradas galerías comerciales. 


Finalizamos nuestro día y nuestra visita a Córdoba volviendo a la estación de autobuses donde cogemos un nuevo autobús nocturno que nos llevará hasta la ciudad de Mendoza, en la cual vamos a estar algún día más. La verdad es que emprendo el viaje emocionado de volver a encontrarme con Jorgelina, una joven mendozina que conocí hace seis años haciendo el Camino De Santiago y que va a venir a buscarnos a la estación. Os dejo pendientes del reencuentro.


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9 de noviembre de 2017

Saltando

El vuelo a Salta ha sido bastante movido. Hemos atravesado una tormenta y el piloto ha informado que ha tenido que desviarse de la ruta para evitarla. Durante un rato hemos estado sobrevolando la tormenta y se podían ver los rayos pasando de una nube a otra. A pesar de todo, buen vuelo, aunque llegamos con casi dos horas de retraso sobre el horario previsto.




Teníamos ciertas dudas de si nuestras mochilas iban a sobrevivir al transbordo de un vuelo a otro, y nos agrada comprobar que precisamente son las primeras en salir por la cinta transportadora. 

En el aeropuerto nos esperan los tíos de Nacho, a los cuales va a conocer en este viaje. Se han tomado la molestia de venir cada uno con un coche para poder acercanos a los cinco hasta el hostel donde nos alojamos en el centro de Salta. Nos instalamos rápidamente y salimos a dar una primera vuelta por el centro de la ciudad y comprobar como aquí se cena incluso aún más tarde que en España. Cuando nos levantamos de la mesa cerca de la una de la mañana, aún se está sirviendo comida en alguna mesa.


La mañana siguiente la invertimos en planificación. Es ese momento, que llega en todo viaje largo, en el que te sientas con un mapa y una guía delante y se empiezan a definir los tempos, los lugares y las actividades a realizar durante los próximos días. Recorremos unos cuantos establecimientos de alquiler de vehículos comparando precios y seleccionamos una cafetería con wifi como centro de operaciones. Es en este momento cuando el viaje, hasta ahora bastante improvisado, empieza a tomar forma aunando las inquietudes y preferencias de cada uno de los integrantes del grupo. Ciudades, trekkings, glaciares, familia... Hay tiempo para todo, aunque lo cierto es que a pesar de tener cinco semanas, uno comienza a planificar sobre el papel y se da cuenta que hay que seleccionar, priorizar y dejar cosas pendientes para una futura visita. Nunca se sabe.




La tarde la invertimos en subir hasta el Cerro de San Bernardo, un lugar desde el que contemplar unas increíbles vistas de Salta. Aunque se puede subir y bajar en teleférico, elegimos la opción más deportiva y hacemos el ascenso y descenso caminando. En la cima, además de las vistas, existe una cafetería con terraza, unos saltos de agua artificiales y pequeños puestos ambulantes con productos de artesanía local.


A la noche Jordi y Rosa María, los tíos de Nacho, nos invitan a una magnífica cena en un conocido restaurante local. Como no, cena consistente en parrilladas de carne y productos locales. Desde aquí aprovechamos para darles las gracias, no solo por la cena, si no por el magnífico trato que nos han dispensado durante toda nuestra estancia. Nos han hecho sentir a todos, y no solo a Nacho, como parte de su familia. 




Alquilamos un coche para los próximos dos días que utilizaremos para desplazarnos por la zona y conocer alguno de los múltiples lugares de interés que rodean la ciudad de Salta. El primero de esos destinos nos ocupa todo el día siguiente y será la visita a la Quebrada de Cafayate, al sur de la ciudad. Aclarar que aquí se denomina “quebrada” a lo que nosotros conocemos como cañón o desfiladero. En concreto este desfiladero discurre entre las localidades de Cafayate y Salta, paralelo a la Ruta Nacional 68. EL paisaje se ha labrado por el discurrir del río de Las Conchas, esculpiendo la arenisca roja y dejando caprichosas formaciones rocosas. Exploramos diversos puntos de interés que se suceden como la Garganta del Diablo (otra vez), el Anfiteatro, el Sapo, las Ventanas o los Castillos. Los cortes en las rocas permiten apreciar las distintas capas o estratos visibles ahora como consecuencia de los movimientos tectónicos.




Devoramos kilómetro a kilómetro con la misma intensidad con la que se suceden las fotos y los montajes fotográficos. Disfrutamos a cada paso con un paisaje tan diferente y de tanta belleza.


Después de recorrer más de 350 kilómetros regresamos a Salta y nos recomponemos tras haber viajado los cinco en un modesto Chrevolet Classic, quizás algo más justo de espacio de lo que hubiera sido deseable.




Por la noche somos invitados a casa de los tíos de Nacho donde nos esperan con una suculenta cena. A pesar de que el grueso del grupo andamos con pequeñas molestias estomacales, damos buena cuenta de casi todos los suculentos productos locales que nos sirven: guacamole, humitas, empanadas, fiambres, tomates...


Enfilamos nuestro ultimo día en Salta con otra excursión que realizamos por nuestra cuenta en el coche de alquiler. Se trata de la visita a San Antonio de los Cobres, pequeño y típico pueblo del altiplano ubicado a la mayor altitud de todo Argentina, casi a 4.000 metros de altitud sobre el nivel del mar. Para esta excursión sufrimos una baja en el grupo y Aitor nos esperará en el hostel, ya que su estado estomacal resulta incompatible con actividades al aire libre.


El pueblo se ubica en la zona de La Puna, al oeste de Salta. Tradicionalmente se trataba de una ciudad minera y ahora básicamente vive del turismo desde que se agotaran los filones y se cerrara el ferrocarril que subía hasta ella. Con el polvo corriendo por sus calles sin asfaltar, las casas de adobe y sin habitantes visibles, este pueblo adquiere un tinte casi desértico. El sol calienta con intensidad a esta altitud, y esta es también responsable de empezar a sentir, muy ligeramente, los primeros síntomas del mal del altura.




El pueblo es también conocido por ser una de las paradas del Tren a las Nubes. Sin duda el trayecto en tren mas famoso de todo Argentina. Se trata de un tren que sale de Salta hacia El Valle de Lerma. El punto más destacado de este viaje es cuando el tren circula por un impresionante viaducto que salva un cañón desértico en La Polvorilla, a 4220 metros de altitud.


A pesar de su aspecto desértico somos sorprendidos por dos (supuestos) agente de la ley que nos paran para solicitarnos toda la documentación e informarnos que circulamos a contramano (dirección contraria). Digo supuesto porque un peto naranja y una gorra es todo cuanto les identifica. Curioso es también, que en un pueblo sin apenas vehículos, sin asfaltado, sin apenas señalización horizontal nos paren dos agentes de tránsito, máxime contando que circulábamos detrás de un vehículo local. Una experiencia para sumar. 




El ascenso y descenso por carretera desde Salta hasta San Antonio de los Cobres se realiza por la Ruta Nacional 40 y es igualmente impresionante. Gran parte del recorrido se realiza por el fondo de un cañón franqueado por dos impresionantes formaciones rocosas a ambos lados. Nos sorprende que a pesar del poco tráfico que parece que soporta la carretera, esta es de buen tamaño y se encuentra en muy buen estado de conservación. Tan solo un tramo de unos 20 kilómetros que se encuentra en obras nos desvia por un improvisado camino que obliga a bajar considerablemente la velocidad. Menos mal que llevamos los tapacubos del coche sujetos con bridas, si no, dudo que hubiéramos regresado con los cuatro.


Ya de regreso en Salta devolvemos el vehículo de alquiler y recuperamos al quinto integrante del grupo. Esta noche emprendemos el viaje hacia Córdoba y para ello hemos elegido en esta ocasión el autobús como medio de transporte. Se trata de un autobús nocturno con unas butacas que se reclinan hasta quedarse en posición horizontal y hacerse casi una cama. La duración del trayecto es de de algo mas de 12 horas e incluye servicio a bordo de cena. Esperamos que la experiencia sea agradable ya que hemos elegido este medio para desplazarnos en dos trayectos más. Lo bueno es que cubres la distancia durmiendo, invirtiendo el tiempo de dormir en desplazamiento y ahorrándonos una noche de alojamiento. Ya os contaré en la siguiente entrega cómo resulta. 

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8 de noviembre de 2017

La Garganta del Diablo

Pues eso. Que llegamos por los pelos al aeropuerto para coger el vuelo hacia Iguazú, aunque finalmente salimos con retraso. Algo que parece ser bastante común con los vuelos domésticos, aquí en Argentina.


El aeropuerto de Iguazú es muy pequeño y cogemos las maletas casi en la puerta de salida. El vuelo, como siempre, con menos espacio del deseado, pero al ser este un vuelo corto no se hace pesado en exceso. Gracias a la propietaria del apartamento donde nos alojamos, a nuestra llegada nos espera Roberto, un taxista de confianza que será quien nos lleve hasta el pueblo.  Nos da una pequeña vuelta enseñándonos las diferentes zonas, donde comer, donde tomar algo, donde salir... Hay que reconocerle su capacidad y su don de gentes. 

Puerto Iguazú se trata de un pequeño pueblo, que ha ido creciendo a la par que el turismo, y este consiste su motor económico principal.

Apenas las calles principales están asfaltadas, siendo las demás de tierra o de ”ripia” como aquí  le llaman. Sin embargo, nos sorprende comprobar como abundan los restaurantes y bares a lo largo de las calles principales.


Finalizamos el tour en nuestro apartamento. Un pequeño y acogedor edificio de dos plantas, de las cuales ocupamos la primera de ellas. Tenemos incluso un pequeño jardín con césped de un tamaño nunca visto, no por la altura de sus hierbas, sino por la anchura y el grosor de sus hojas.

Una vez instalados, nos dirigimos al centro del pueblo para cenar en alguno de los restaurantes recomendados por nuestro taxista, que será también quien mañana nos lleve a conocer el Parque Nacional de Iguazú.




Amanece el día soleado y despejado. Veinticuatro grados y son apenas las ocho de la mañana. Ingresamos en el parque junto con una cantidad considerable que rápidamente quedarían disueltos en la inmensidad del parque. El parque presenta varios recorridos que se pueden hacer a pie, para conocer tanto la parte baja como la zona elevada de las cataratas. La intención, recorrerlos todos. 

Comenzamos con el recorrido inferior y poco a poco nos vemos caminando a través de una frondosa zona de árboles de gran altura que apenas dejan pasar los rayos de sol hasta el camino por el que discurrimos. Una gran diversidad de especies vegetales se suceden a ambos lados, muchas veces señalizados con sus nombre local y su nombre técnico. Algunos animales comienzan también a ser visibles. La mayoría pájaros, pero sobre los “coatíes”, unos pequeños mamíferos de cola alargada que se acercan hasta los turistas con el único propósito de robarles la comida. Objetivo que conseguirán aunque para ello tengan que pelearse con sus afiliadas uñas con el propietario de las suculentas viandas.


Conforme avanzamos el ruido de los saltos de agua comienza a ser audible y va aumentando en intensidad a cada paso. Las fotos se empiezan a suceder con la misma intensidad que las vistas. El espectáculo natural es maravilloso. La fuerza de la naturaleza se exhibe majestuosa en un día limpio y despejado. 




Las cataratas de Iguazú constituyen uno de los mayores saltos de agua de todo el planeta. A lo largo de sus mas de dos kilómetros y medio de longitud se suceden hasta 275 saltos de agua, a cada cual más impresionantes. El mayor de ellos, y sin duda el más espectacular de visitar por su localización, es la llamada Garganta del Diablo, con más de 80 metros de altura. Es un área protegida declarada Patrimonio de la Humanidad que pertenece Brasil y Argentina, aunque sea esta última la que aglutina más del 80% de los saltos.

Es el río Iguazú el que alimenta esta maravilla natural, con un caudal medio de mas de 1.500 m³ por segundo. Algún año de fuertes lluvias en el que hubo crecida del río Iguazú, el caudal llegó a aumentar hasta los 39.000 m³ por segundo arrasando todas las pasarelas. 


No nos cansamos de disfrutar de cada tramo de pasarela que recorremos, mirando a todos lados y haciendo fotos sin cesar. Seguro que a Mario, el sobrino de Ro, le encantaría estar por aquí, corriendo y mojándose justo en la caída de las cascadas donde nos hacemos una foto.




Así transcurre nuestro día en el parque. Recorremos todos los senderos posibles. Lo único que no podemos recorrer es el camino que discurre por la Isla de San Martín. Una pequeña formación rocosa frente a las cascadas, rodeada de agua del río Iguazú. Si baja mas caudal del habitual, como ocurre en este momento, la superficie de la isla esta anegada por el agua, impidiendo su recorrido a pie.


Sin duda uno de los momentos mas sobrecogedores es cuando nos acercamos hasta la misma caída de la Garganta del Diablo. El ruido es ensordecedor. La fuerza de la caída del agua levanta cortinas de agua constantes que mojan por completo en apenas unos minutos a los intrépidos turistas que hasta allí se acercan.


A lo largo de los viajes, se suceden las ocasiones en las que uno se siente afortunado de poder contemplar paisajes o monumentos únicos. Y este momento , es sin duda uno de ellos. Con esta visita, son ya tres de las maravillas naturales del mundo que he tenido ocasión de visitar: el río subterráneo de Puerto Princesa en Filipinas y la Bahía de Halong en Vietnam fueron las predecesoras a las Cataratas de Iguazú. Quedan cuatro en la lista y sería increíble poder llegar a visitarlas todas.




Agotamos la entrada del parque prácticamente hasta el cierre. Salimos y de nuevo nos espera Roberto, que nos lleva de nuevo al apartamento. Repetimos cena en el mismo local de la noche anterior. En parte por que quedamos más que satisfechos con el servicio y la comida y en parte porque el resto de los restaurantes cuelgan el cartel de completo. Damos cuenta de dos completas parrilladas de carne argentina mientras una cantante local nos ameniza la noche con versiones de conocidas canciones.




El plan de la mañana siguiente, que era visitar el lado brasileño de las Cataratas de Iguazú, se ve truncado por la intensa lluvia que nos obliga a quedaros en el apartamento leyendo, escribiendo y descansando. A mediodía nos recoge nuestro ya conocido Roberto para llevarnos de nuevo al aeropuerto de Iguazú y emprender ruta hacia nuestro siguiente destino: provincia de Salta. Para ello tomamos un avión hasta Buenos Aires y de ahí otro hasta Salta. Con esos dos desplazamientos, y sus respectivos retrasos, invertimos el resto de día hasta nuestro aterrizaje en Salta a última hora de la tarde. Ahí daremos comienzo a las crónicas de otro nuevo destino, en una nueva entrada. Hasta entonces.

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3 de noviembre de 2017

Aire de Tango



Argentina. En esta ocasión este es nuestro destino elegido. Nos enrolamos en esta nueva aventura que nos llevará durante 5 semanas a recorrer el sur del continente americano. Como siempre en estos viajes largos, llevamos un esquema de nuestro viaje, que con toda seguridad se irá modificando una vez estemos sobre el terreno. Permitir que el viaje se vaya dibujando según va avanzando siempre proporciona la opción amoldarse a todas esas sorpresas y sugerencias que sin duda, van a ir surgiendo.


Lo más sorprendente, de entrada, es que los cinco nos hayamos puesto de acuerdo en fechas para coincidir en esta “pequeña” escapada. Lo bueno de viajar en esta fechas es que no suele haber problema a la hora de agrupar las vacaciones y los vuelos tienden a estar algo más baratos que en temporada estival.




Llegamos a Madrid por separado. Nacho y Alejandro, integrantes del comando Tudelano, nos esperan en Atocha, a donde llegamos Aitor, Ro y yo en tren desde Pamplona. Una vez constituido el equipo, emprendemos juntos ruta hacía el aeropuerto de Barajas donde nos aguardan más de 16 horas de viaje. Vuelo con escala en Londres, ciudad en la que comprobamos que la Navidad ya ha llegado. Un gigantesco árbol artificial, adornado con luces centelleantes, nos recibe a la entrada de la terminal. Desde allí embarcamos para realizar vuelo nocturno en el cual cruzaremos el “charco”, llegando a Buenos Aires a primera hora de la mañana, hora local. Recordar a todos los que vayáis a leernos a lo largo de estos días, que aquí tenemos 4 horas menos que en España.


Nuestro paso por Buenos Aires a la llegada va a ser meramente testimonial, ya que sólo lo utilizamos como punto de partida. La ciudad la visitaremos a la vuelta, donde estaremos unos días antes de coger el vuelo para emprender el regreso. El esquema de viaje es recorrer el país de Norte a Sur y una vez lleguemos a Ushuaia, volar de regreso a Buenos Aires donde finalizaremos antes de volver a casa.




A pesar de que solo vamos a estar en Buenos Aires un día, aprovechamos para conocer una parte de la ciudad. Desde nuestro hostel, localizado muy céntrico, recorremos la Avenida de Mayo hasta llegar a la casa Rosada, sede y residencia del Presidente de Argentina. Frente a la fachada trasera se abre la Plaza de Mayo donde se ubica el antiguo Cabildo de la época colonial y la Catedral metropolitana. En el centro de la plaza se levanta un obelisco homenaje a la independencia Argentina y junto a él siguen reuniéndose todos los jueves las Madres de Plaza de Mayo, las madres de todos aquellos que desaparecieron durante la dictadura militar. Rodeamos el edificio presidencial, cuyos jardines se encuentran en obras, para irnos hacia la zona, más nueva y moderna de la ciudad: Puerto Madero. Antiguamente fue una dársena portuaria, reconvertida hoy en uno de los barrios mas caros de todo Buenos Aires. Los antiguos almacenes de ladrillo rojo han sido restaurados y transformados en bonitos pubs y restaurantes y lujosos lofts con terrazas y vistas a los diques. Estos almacenes de arquitectura antigua son el contrapunto de los rascacielos de cristal que se levantan en esta zona.

Uno de los diques se cruza a través de un puente de uno de nuestros arquitectos más polémicos e internacionales: Santiago Calatrava. Conocido como el puente de la mujer, exteriormente tiene forma de arpa o de anzuelo afilado, aunque el creador lo concibió como una pareja bailando un tango, en homenaje a tan famoso baile nacional. Presenta como curiosidad que puede girarse 90º para permitir el paso de las embarcaciones. Y hemos de decir, que en éste se puede caminar sin miedo a resbalarse, ya que el piso es de madera. 




En uno de sus bares a pie de paseo, tomamos unas cervezas locales como celebración de la reciente boda de Nacho. Sirva esta entrada del blog para desearos mucha suerte en esta nueva etapa. ¡ENHORABUENA! Ahora solo le resta hacerse unos videos con la vaca de Grú. Pero esto ya os lo explicaré mas adelante, que vamos a tener tiempo.


Detrás de Puerto Madero recorremos un paseo que bordea la reserva ecológica de Costanera Sur, unos humedales reserva de más de 300 especies de pájaros y otros animales. Al lugar donde nos encontramos se acercan numerosos patos atraídos por los trozos de pan arrojados por los paseantes que se acercan hasta allí para saborear los auténticos “Choripanes”. Puestos itinerantes se suceden cada pocos metros, con improvisadas terrazas y mostradores al púbico a bordo de vehículos que hace tiempo que parecen haber perdido su condición.




Poco a poco regresamos caminando por las calles del centro. Encontramos un espectáculo callejero de tango, alrededor del cual se arremolinan varias decenas de turistas para contemplar el baile y fotografiarse con los bailarines.

Llegamos hasta la avenida principal del 9 de Julio y cruzamos por la Plaza de la República, donde se erige un gran obelisco. 

Cenamos en una famosa pizzeria frecuentada por famosos: “Guerrin”. Dos pizzas grandes se apoderan de nuestro apetito no pudiendo dar cuenta de todas sus porciones. 

A pesar de ser noche de Halloween, regresamos cansados al hostel como para que haya más celebración.




Iniciamos el nuevo día temprano, con una excesiva tranquilidad que nos lleva a tener unos momentos de apurada tensión para alcanzar a tiempo el aeropuerto nacional Jorge Newbery, desde el cual tomaremos un vuelo para llegar a Iguazú, primera etapa de este viaje. Pero ese lugar y sus maravillosas cataratas merecen ser objeto de una nueva entrada. Hasta entonces.  





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