11 de septiembre de 2016

Últimos días en Escocía

Finalizamos la anterior entrada aparcados en un parking de larga estancia en Fort William. Y en ese punto amanecemos. Alberto se encarga de gestionarnos el plan para hoy. Él (y su inglés) se las apañan para conseguir entradas para hacer una excursión en el Jacobite Steam Train. Un auténtico ferrocarril de vapor a la antigua que ha sido declarado por la revista Wanderlust como el recorrido más espectacular en tren del mundo.
El trayecto del Jacobite Steam Train comienza a las 10:20 de la mañana y termina a las 12:25 en un precioso pueblo costero llamado Mallaig. Por la tarde regresa a las 14:10 de este pueblo y llega de nuevo a las 16:00 a Fort William. Hay que destacar que el punto de partida del recorrido es a los pies de la montaña más alta de toda Gran Bretaña y que su vía circula paralela al Loch Morar, el lago de agua dulce más profundo de Gran Bretaña. Otro tramo que hay que resaltar durante este viaje, es cuando cruza el viaducto de Glefinnan, el viaducto que ha hecho famoso las peículas de Harry Potter, ya que es el tren y viaducto que atraviesan los jóvenes magos que van al castillo de Howarts. El interior del tren es todo de madera y es curioso comprobar cómo, al igual que antaño, los túneles que atravesamos se llenan de humo al pasar por ellos.

Viaducto de Glefinnan
En el pueblo de Mallaig no tenemos mucho tiempo, pero aprovechamos para dar un paseo por el puerto, ver el atraque de un gigantesco ferry y degustar el famoso "Fish and chips" en uno de los muchos locales que se abren ante la gran afluencia de turistas que trae cada día este tren.

Una vez de vuelta en Fort Wiliams emprendemos camino hacia unas cascadas de agua cercanas, a los pies del Glenn Nevis, la montaña más alta de Gran Bretaña de la que hablábamos antes. Y después de aquí enfilaremos el camino hacia Edimburgo, donde ya devolveremos la que ha sido nuestra casa rodante durante 7 días. No haremos todo el camino seguido, sino que llegamos hasta el pueblo de Tarbet donde dormimos en un bonito paraje frente aún embarcadero del lago Lomond. Y al día siguiente desde allí rodamos las últimas millas hasta el local de alquiler de la autocaravana. Como si fuéramos un equipo de boxes de una escudería de fórmula uno, realizamos todas las tareas previas a la devolución: hacer maletas, vaciar armarios, limpiar, vaciar water químico, vacías aguas sucias y repostar combustible. Todo en un tiempo récord para estar devolviendo la autocaravana a las 11:15 bajo un intenso aguacero. Ahora se trata de que en la revisión que realiza el personal de la empresa de alquiler no encuentren ningún desperfecto, que descontarían de la fianza de 1000 libras que hemos depositado. Hay un pequeño momento de tensión cuando detectan un plástico de la esquina del guardabarros trasero que esta rajado uno 3 cms, pero que finalmente no le dan importancia.

Royal Mile
 

Ya desprovistos de nuestro caparazón rodante, nos dirigimos en taxi hasta Edimburgo, donde pasaremos los tres días restantes hasta nuestra vuelta a España. De alojamiento hemos reservado un pequeño apartamento relativamente cercano al centro, a unos 10 minutos andando de la zona de Grassmarket y unos 15 del castillo. Ningún lujo, pero muy correcto para el uso que le vamos a dar, que es básicamente dormir.

La primera tarde la invertimos en familiarizarnos con el la arte más céntrica de la ciudad, la Old Town. Plano en mano nos movemos por sus calles principales pasado por la animada zona de Grassmarket, con sus pubs y sus restaurantes, para llegar y recorrer la famosa Royal Mile. Es la artería principal de la Old Town y conecta el Castilo de Edimburgo con el Palacio de Holyrood. En realidad la calle no se llama Royal Mile, sino que es la suma de varias calles que se suceden unas a otras en línea recta, pero que es conocida porque es lo que da valor a una Milla Escocesa, 1800 metros (algo más que una milla británica) y que es la distancia que separa ambos monumentos que antes os he nombrado.

También cruzamos por el puente que nos lleva a la New Town y caminando llegamos hasta la colina de Calton Hill, al final de Princes Street, donde visitamos los monumentos que por ella se despliegan: el Monumento Nacional, el monumento al almirante Horatio Nelson, un observatorio astronómico (muy útil en una ciudad casi siempre cubierta de niebla, según nos comentan en uno de los tour guiados). A este conjunto de monumentos se le conoce con el apodo de "La Atenas del Norte" debido al estilo escultórico con el que fueron edificados.

El día siguiente será un día completamente cultural, o como nosotro le hemos llamado, un "Maratour", un maratón de tours. Realizamos por la mañana un free tour (tour gratuito) de la empresa Sandeman´s por toda la ciudad, de unas 3 horas de duración. Después realizamos el tour del castillo de Edimburgo, de unas dos horas de duración, más la visita libre al castillo. Y por último finalizamos con un tour nocturno de dos horas sobre "El lado oscuro de Edimburgo". Los tres realizados con la misma empresa y que desde aquí aprovechamos para recomendar ya que aportan un valor añadido a la visita de la ciudad y sus monumentos. Quizás el que ha sido más pobre ha sido el del castillo, pero los otros dos, merecen la pena encarecidamente. Si tenéis ocasión de tener como guía a Pascual, seréis afortunados, porque es un auténtico "crack".

Vistas desde Canon Hill
 

Edimburgo es ciertamente una ciudad con una historia apasionante. Historia que está por todos lados. Todas sus calles, sus monumentos, sus edificios te cuentan un poco de la ciudad. Está repleta de callejones adoquinados y oscuros rincones que fueron escenario de las más terribles historias. Preciosos jardines y cuidados cementerios abiertos las 24 horas, donde la gente acude para hacer actividades cotidianas como pasear, leer, escribir o incluso botellón. Como dicen aquí, la muerte convive entre los vivos. La mayoría de los muestro son gratuitos, algo que contrasta con el elevado precio de la entradas que hemos pagado por visitar todos los castillos que hemos ido narrando en el blog.

Si algo merece una especial atención es el castillo de Edimburgo. Monumento que por su ubicación se divisa desde toda la ciudad. Esta imponente fortaleza se levanta sobre la colina de Castle Hill, justo encima de un antiguo volcán ya extinguido. Es uno de los monumentos más visitados de todo Escocia y el Reino Unido. El castillo está formado por numerosas construcciónes, algunas anexas entre sí, otras independientes. Edificios de diferentes épocas que dejan constancia de la evolución que el castillo ha sufrido a lo largo del tiempo. La más antigua de todas ellas se encuentra en la zona superior o castillo antiguo y es una pequeña capilla (Capilla de Santa Margarita) que data del siglo XII, y que no solo es el edificio más antiguo del castillo sino de todo Edimburgo.

El tour nocturno del lado oscuro lo realizamos bajo unas condiciones climáticas un tanto adversas, pero muy comunes en esta ciudad. Lo cual aporta un poco más de dramatismo al ya de por sí mucho que aporta nuestro guía Pascual. Nos irá llevando por diferentes lugares de la ciudad en los que ocurrieron episodios de la historia más negra de esta ciudad. Muy recomendable si se quiere conocer la ciudad desde otra perspectiva y alguna que otra historia no tan conocida.

Panorámica de Edimburgo
En un pub local Rocio y yo nos atreveremos a degustar el plato típico escocés: el Haggis. Plato que consiste en un pesado embuchado realizado con vísceras de cordero u oveja (pulmón, estómago, hígado y corazón) mezclado con cebolla picada, harina de avena, hierbas y especias, todo ello embutido dentro del estómago del animal y cocido durante varias horas. Una vez cocido se abre y se sirve con puré de patata y de boniato. Y para ser sinceros, a pesar de lo poco apetecible que pueda sonar la descripción, está francamente bueno. Todo el mundo coincide en que es bastante parecido a una morcilla.

Yate Britannia
 


La mañana del último día la utilizaremos en visitar el Britannia, el que fuera durante 43 años el yate de Estado o de representación perteneciente a la Corona Británica. Está en desuso desde el año 1997 y desde entonces se puede visitar como un museo flotante. Durante la visita se puede hacer uno una pequeña idea del lujo que rodea a la familia real Británica, como por ejemplo el hecho de que el equipaje de la reina pese 3 toneladas o que el séquito de personas que le asisten personalmente en un viaje rondaba los 45. Sorprende el buen estado de conservación del mismo, a pesar de que casi han pasado 20 años desde que perdió su función de embajador de los mares.

Ya por la tarde sólo nos restará hacer alguna pequeña compra y despedirnos del viaje y de la ciudad. Todos coincidimos en la sensación de que ha sabido a poco, de que los días se han pasado demasiado rápido y de que como todas las vacío es, éstas debieran durar más. Pero, para pode irse a un nuevo destino, primero hay que volver, y eso es lo que haremos durante todo el domingo: primero taxi al aeropuerto, después avión Edimburgo-Madrid, seguiremos con cercanías a la estación de Atocha, tren de Madrid a Pamplona, y por último taxi de la estación a casa. Todas los finales de viaje tienen un punto triste y este podemos decir que un poco más. Pero la vida continúa y os animo desde aquí a leerme en el próximo viaje, que aún ni siquiera está en proyecto.

Vista del Castillo de Edimburgo desde Grassmarket
Desde estas líneas agradecer a mis tres compañeros de viaje la experiencia, su paciencia y buena disposición. A Ro además agradecerle todas las fotos que ha hecho durante el viaje, y prácticamente todas las que aparecen en el blog. A Lore por vencer su miedo a volar y demostrar que lo que uno se propone, se puede. Y a Alberto, que está aficionando a los viajes y que no haya tres sin cuatro. Y como no, a todos los que me habeís seguidos y habeís disfrutado un poquito de Escocia leyendo nuestras andanzas.

Hasta el siguiente.

¡Ese equipo de viaje!
 



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8 de septiembre de 2016

Isla de Skye

Hasta ahora no hemos hablado de las carreteras escocesas y a tenor de los acontecimientos se merecen una mención. Están bien conservadas, pero lo cierto es que han escatimado hasta el último centímetro de anchura. Los arcenes no los conocen y la línea blanca que delimita el ancho de la calzada (cuando existe) está justo en el borde extremo del asfaltado. Mantener la autocaravana centrada en el carril, con apenas unos centrimetros de espacio libre entre cada lateral y su correspondiente marca vial, se convierte en una tarea mezcla de pericia y concentración que requiere de la máxima atención. Si a eso le sumamos los siete metros y medio de largura de nuestro vehículo hace que uno tenga la sensaciuón de estar conduciendo un autobús en una pista de karting. Los camiones y autobuses que nos cruzamos en sentido contrario lo hacen a toda velocidad, desafiando la anchura de la carretera y pareciendo literalmente imposible que haya espacio para ambos. Agarras fuerte el volante, intentas orillarte lo máximo posible al lateral izquierdo (recordad que aquí conducimos por el otro lado) y casi estás tentado de cerrar los ojos y gritar ¡qué sea lo que Dios quiera! 
A pesar de todos esos condicionantes he de decir, que tanto Ro como yo nos manejamos bastante bien con la conducción, no sin oír las advertencias y sugerencias de nuestros pasajeros traseros.

Seguimos en nuestro recorrido por tierras escocesas dirección a la renombrada isla de Skye. Digo renombrada porque desde que Ro me envió hace años una foto de esta isla, la he visto en reportajes, fotos, artículos y guías de viaje en multitud de ocasiones. No sé si es que ahora es más conocida o si una vez que tienes un destino en mente estás más atento a cualquier información que pueda salir.

Castillo de Eliean Donan
De camino paramos en uno de los castillos más impresionantes de toda Escocia. El castillo de Eilean Donan. Ubicado en una localización privilegiada, no en vano ha sido escenario de varias películas como "Los inmortales", "Braveheart" o "El mundo nunca es suficiente". Se encuentra erigido en una pequeña isla del mismo nombre ubicada en la confluencia de tres grandes lagos: el Duich, el Long y el Alsh. Tiene comunicación directa y navegable con el océano atántico a través del lago Alsh. A la pequeña isla solo es posible acceder a través de un pequeño puente de piedra, lo que hacía la fortaleza prácticamente inexpugnable. El castillo aún se usa eventualmente como residencia, lugar de celebración de actos oficiales y bodas y para rodajes de anuncios, series y películas.

Continuamos hacia Kyle of Lochalsh, lugar donde se encuentra el puente para cruzar hasta la isla de Skye. Antes de la construcción del puente la única manera de cruzar era en barco o en ferry, opciones que siguen existiendo a día de hoy. Su construcción debió ser polémica según leemos. Los días de mucho viento el puente permanece cerrado al tráfico por precaución y tan solo es posible acceder por barco.

Puerto y bahía de Portree
Una vez nos adentramos en la isla, el paisaje se vuelve especialmente verde, aún más si cabe. La carretera discurre paralela a la costa en muchos trayectos o bordeando entradas de mar en la isla. Vemos las famosas "Cuillins", que son pequeñas montañas redondeadas cubiertas completamente de un manto alfombrado verde. El césped en esta isla lo recubre todo y no sabemos de qué manera éste se mantiene corto y uniforme. Continuamos nuestra subida hacia el norte de la isla y llegamos al pequeño pueblo pesquero de Portree. Su bahía y su puerto con forma de media luna están rodeados de pequeñas casas de pescadores pintadas de diferentes colores. Los restaurantes locales para comer el pescado recién pescado se amontonan en la parte baja del puerto, donde apenas se ven sitio libres.
Damos una pequeña vuelta de reconocimiento y enseguida llegamos a la plaza central del pueblo. Seguimos con nuestra degustación de cervezas locales en un par de bares: uno en la plaza del pueblo y el otro en una cuesta con vistas al puerto.

A la mañana siguiente ascendemos hacia el norte unos 9 kilíometros más, hasta un pequeño aparcamiento de la carretera repleto de coches. Desde allí y tras un pequeño trekking llegamos a The Old Man of Storr. Se trata de una de las mayores atracciones naturales de la isla de Skye. Son unas formaciones rocosas monolíticas modeladas por la erosión. El mayor de los pináculos se conoce como “The Old Man” y roza los 700 metros de altura, y la montaña que se encuentra detrás, mostrando unos desafiantes cortados, se denomina “The Storr”. La cantidad de gente que nos encontramos aquí es notable, y durante todo el trayecto nos cruzamos con excursionistas que suben y bajan. Si alguna vez venís a visitar este sitio, recordad meteros un par de piedras en los bolsillos, porque el viento que solpla en algunas zonas literalmente está a punto de tirarnos al suelo. 

The Old Man Starr
Una vez hecha la ruta, regresamos a la autocaravana y nos ponemos en marcha rumbo a Dunvegan, población al noroeste de la isla donde visitamos el castillo del mismo nombre. El castillo pertenece a la familia MacLeod, parte del clan McLeod, uno de los muchos que hay en Escocia. Es el castillo escocés que lleva más tiempo habitado, y ha sido el bastión del clan durante más de 700 años. Visitamos el interior, disfrutamos de una impresionante vista del lago cercano y de un paseo por sus diferentes jardines temáticos.
Aprovechamos para comer en los alrededores y enfilamos una larga sesión de autocaravana, preparándonos para dejar la isla de Skye yendo desde Dunvegan donde nos encontramos hasta la población de Fort William. El viaje, algo más de 3 horas, nos ofrece la oportunidad de ver los diferentes paisajes que se van sucediendo a lo largo de la isla, hasta que la abandonamos de nuevo por el mismo puente por el que entramos.

En nuestro camino de vuelta no podemos dejar de hacer mención a un pequeño percance que hemos tenido, pero que al final no ha quedado nada más que en un susto y una anécdota. Cuando estábamos circulando todavía en la isla de Skye por una de sus estrechas carreteras, hemos coincidido en un punto un camión en sentido contrario, nosotros, y un motorista de pie haciéndo una foto pegado justo a la carretera. Tan pegado a la carretera y tan ensimismado con su foto que no se ha dado cuenta de lo cerca que estaba del carril, que al tener que orillarnos hacia nuestra izquierda para que pudiera pasar el camión, le hemos pegado con el retrovisor izquierdo en la mano y en el móvil. Paramos para comprobar que todo está correcto y afortunadamente todo ha sido un susto para ambas partes: para él y para nosotros.

Vistas circulando por las carreteras de la isla de Skye
Tenemos anécdota para lo que queda de víaje y con esas, y unas cuantas millas de por medio, llegamos a Fort William. Este es uno de esos sitios en los que es complicado encontrar un sitio donde estacionar la autocaravana para poder pasar la noche. Los parking de corta duración son solo para 4 horas y los de larga duración prohíben explícitamente el pasar la noche en caravanas, autocaravanas y vehículos adaptados para dormir. Finalmente encontramos aparcamiento cerca de la estación de ferrocarril. Aprovechando lo de dormir en la civilización y la proximidad de un centro comercial, cenamos en un Brewers Fayre, cadena de restaurantes del Reino Unido que prepara carnes y paltos al grill. Cena que degustamos gentileza de Lore, invitados con motivo de su cumpleaños. ¡¡Gracias Lore!!



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7 de septiembre de 2016

En busca de Nessi

La fiesta en la pseudo discoteca que tenían montada al lado de donde estábamos aparcados termino temprano, con lo cual hemos podido dormir sin problemas. Madrugamos con la intención de ser los primeros en entrar en la destilería de Glenfiddich y así aprovechar al máximo el día. 

 
Gran parte de la mañana la invertimos en la visita a la destilería y en familiarizarnos con los pormenores de la fabricación del whisky. En concreto, del proceso y filosofía marcada por William Grant, fundador de la destilería de Glenfiddich y que 5, casi 6, generaciones después, siguen manteniendo como el primer día. Para los que hayáis estado alguna vez en alguna bodega de vino en España, la visita es muy similar. Primero nos proyectan un vídeo sobre la historia de la bodega. Después vemos progresivamente el complejo y minucioso proceso de fabricación y destilación del whisky, explicado por Paul, nuestro simpático y escocés guía. Y por último nos ofrecen una pequeña cata de 4 de los whiskys aquí producidos. 
 
Las instalaciones están cuidadas a la perfección, tanto como el estanque y los jardines circundantes. Tan solo entrar a los servicios que tienen en la zona de la entrada es toda una experiencia visual.
Es curioso cómo uno de los principales ingredientes es el agua proveniente del cercano manantial de Robie Dhu, cuya pureza ya fue descrita por Grant en los orígenes de la destilería. Tan especial consideraba esta agua, que la familia Grant adquirió todas las hectáreas que rodean el manantial con el fin de asegurarse que nadie contaminaría esas aguas.

En un mundo en el que la mayoría de las empresas se centran en la productividad a corto plazo, sorprende y contrasta que haya empresas que sean capaces de tomarse las cosas con calma y hacer proyectos a largo plazo. Como ejemplo nos hablan de nuevas combinaciones que están probando en el diseño de nuevos matices o variantes de whisky cuyos resultados serán visibles en 10, 15 o hasta 20 años. Aquí se toman las cosas con su tiempo justo, preocupados en mantener la tradición y la calidad del resultado final. La mayoría de sus trabajadores llevan toda su vida laboral dedicada a la destilería: 15, 30 e incluso 50 años trabajando en ella. Como dato curioso nos indican que si sumáramos todos los años que cada trabajador lleva trabajando en la destilería, la cifra sobrepasaría los mil años.

Una vez finalizada la visita, y tras una muy sutil degustación de los whiskys (en Escocia la tasa de alcohol permitida al volante es 0.0) nos ponemos de nuevo en ruta dirección a Inverness.

 
En el trayecto nos detenemos para visitar el castillo de Cawdor, construido en el siglo XIV. Cuenta la leyenda que el conde de Cawdor cargó un asno con un cofre lleno de oro y lo dejó vagar. Allí donde el asno se detuviera, sería el lugar donde levantaría su castillo. El asno se paró a descansar debajo de un árbol y allí comenzó a construir su castillo el conde. En el castillo hay una oscura sala en la planta baja de la torre, que guarda los restos del árbol bajo el que separó el asno. Se trata de un acebo (otros indican que pudiera ser un tejo), considerado como uno de los sietes árboles sagrados del bosque celta.
El castillo conserva muchas partes originales y otras que han sido reconstruidas. Destaca su interior por estar completamente amueblado y decorado, como si alguien hubiese estado viviendo ahí hasta el día de antes. Conserva el mecanismo de levantamiento de su puente levadizo, aunque éste tuvo que ser reconstruido al hundirse cuando pasaban con una pesada piedra para una chimenea.
Los jardines exteriores están tan cuidados como nos tienen acostumbrados en todos los lugares en los que hemos estado en este país. Allí donde mirés da la impresión de que el jardinero acaba de irse.

 

Aprovechando el buen día que tenemos desplegamos el set de camping de la autocaravana y comemos al aire libre. Seguimos disfrutando de los placeres que nos brinda el viajar con la casa a cuestas. Poder comer cuando y donde quieres; poder dormir cuando y donde quieres. Para aquellos que nunca hayáis viajado en autocaravana, es una opción que os recomiendo. 

Continúamos camino y llegamos así a Inverness. Lugar de parada obligatorio si se visita Escocia. He de decir que he quedado enamorado de esta ciudad: su localización, sus paisajes, las aguas cristalinas de su río, sus puentes, sus calles. Uno de esos lugares donde te sientes a gusto. Donde te puedes imaginar viviendo. Se respira calidad de vida en todos sus rincones. Es sin duda un lugar para perderse; para dejar que su esencia te impregne y te haga sentir rápidamente que ya formas parte él. El paseo fluvial invita a recorrerlo una y otra vez. Sus casas de dos alturas solo son sobrepasadas por el castillo que domina toda la ciudad en lo alto de una pequeña colina junto al río. El castillo es la sede del palacio de justicia y de algunas oficinas municipales, con lo que no es posible visitarlo. Construido en piedra de color rojizo, se nos hace muy parecida a la arenisca roja del Baztán, tan presente en las construcciónes del norte de Navarra.

 

Una vez exprimido y aprovechado todo el jugo que la ciudad de Inverness nos ofrece en nuestra visita, comenzamos el descenso en busca del famoso Lago Ness. Es sin duda una de las atracciones turísticas de Esccocia y todo se le debe a Nessi, el popular monstruo que habita en sus profundidades. El lago no es ni con mucho el más bonito de Escocia, pero si el más famoso. Llega hasta los 226 metros de profundidad en algunos puntos, lo que le permite, a pesar de no ser el más extenso, ser el que más volumen de agua consigue embalsar. 
La carretera por la que vamos descendiendo discurre paralela al lago en todo momento. El lago es una estrecha lengua de agua de más de 30 kilómetros de largo, siendo siempre visible una orilla desde la otra. Según cuentan, los "avistamientos " de Nessi han ido decreciendo en los últimos tiempos, hasta el punto de que no se ha producido ninguno en este último año. Veremos si nosotros tenemos más suerte.

Y aproximadamente a mitad de trayecto del Lago Ness finalizamos nuestra jornada, esta vez en un camping, donde aprovechamos para ducharnos, las chicas también lavarse el pelo sin restricciones de agua (la autocaravana da para lo que da) hacer una colada y cenar tranquilamente. Para cuando llegamos la recepción ya está cerrada y nos encontramos con un cartel que nos dice que entremos y acampemos libremente: Cosa que hacemos sin desobedecer. El mismo cartel dice que la recepción abre a las 08:00 de la mañana. Así que mañana efectuaremos el  pago. Hasta mañana. 
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5 de septiembre de 2016

Tierra de castillos

Mires donde mires, allí ves un castillo. Puede sonar a exageración, pero casi es así. La herencia de los antepasados de estas tierras ha sido en forma de piedras, monumentos y edificios sacados de la época medieval. A los Escoceses hay que reconocerles la capacidad que han tenido de integrar lo moderno con lo antiguo. La mayoría de las casas son de piedra, de una única altura y con un impecable jardín en la parte delantera. 

La noche ha sido tranquila en el aparcamiento donde hemos dormido. Al amanecer comprobamos que hay una señal que indica que no es posible pasar la noche en él, bajo multa de 80 libras. Es de destacar la actuación de "rubia sueca" que ha tenido Ro cuando un lugareño ha venido para decirnos que no podíamos haber pasado la noche ahí y que nos iba a cobrar (no sabemos si el precio de pasar la noche o la multa). En vista de que no se puede hacer entender con nosotros (con la actuación estelar de Ro en el papel de "no entiendo ni papa"), dice que mandará la factura a la empresa de alquiler de autocaravanas. Veremos en qué queda la cosa.

 

Una vez recogido todo el campamento y puestos en ruta, nos dirigimos a Aberdeen, conocida como la ciudad de granito, en honor al material mayoritario con el que están construidos la mayoría de sus edificios. De ahí que también mucha gente la conozca como la ciudad gris. Es la tercera ciudad de Escocia en número de habitantes.Conseguimos aparcar bastante céntricos y paseamos por la zona cercana al puerto, donde vemos atracados numerosos barcos comerciales. Visitamos el museo marítimo y los alrededores del palacio de justicia. Aprovechamos para degustar alguna cerveza local en la céntrica plaza de Mercat Cross y ponernos al día con el exterior al conseguir una conexión wifi. A última hora de la mañana abandonamos la ciudad por la zona de la universidad dirección hacia las Highlands.

Las carreteras se van haciendo más estrechas y sinuosas (si cabe) conforme nos adentramos en el Parque Nacional de los Cairngorms. Nos dirigimos hacia el cozarón del mismo, exactamente a la localidad de Braeman, donde una vez al año tienen lugar los "Highlands games": juegos de las Tierras Altas de Escocia. Se celebran el primer sábado del mes de septiembre, y este año ha querido el destino que nosotros nos encontremos por aquí. Los juegos son una mezcla de evento deportivo y tradición cultural de música y danza en la que se suceden pruebas de fuerza y habilidad. Los juegos están patrocinados por la casa real británica y por la destilería Glenfiddich entre otros.

Lo cierto es que con la agenda y el ritmo que llevamos no nos da tiempo de llegar antes de que la gente haya comenzado a abandonar el evento. De camino al pueblo de Braeman, donde este año se celebraban los juegos, pasamos por el castillo de Balmoral, residencia de verano de la reina Isabel II y el Duque de Edimburgo. Nuestra sorpresa se produce cuando al estar aparcados en el parking para ir andando hacia el castillo vemos pasar una comitiva de "cochazos" (BMW´s, audis, range rovers y jaguares) que se abren paso a través del estrecho puente que cruza hasta el límite del perímetro externo del castillo. Allí la puerta de la verja está flanqueada por un "Bobbie" que nos impide el paso. Dentro de uno de los coches de la comitiva, Ro ha distinguido a una señora mayor de pelo blanco... exactamente, la reina Isabel II. Al parecer ha asistido a los juegos de las Highlands y ahora se retira al Casitllo de Balmoral. Según nos cuentan cuando nos acercamos al intentar entrar, solamente puede ser visitado los meses de abril a julio, el resto del año es para uso privado de la familia real.

Destilería próxima al Castillo de Balmoral 

Así que continuamos hasta Braeman. Para cuando llegamos los juegos han terminado y nos cruzamos con una hilera interminable de coches que vuelven en sentido contrario. Aparcamos en la entrada del pueblo, en una de las campas que han habilitado como parking con motivo de los juegos. Caminamos hasta el castillo más decepcionante de cuantos hemos visto hasta ahora. A pesar de que en las guías lo ponen como indispensable de visitar, caminamos hasta el sin conseguir distinguir ningún atractivo. Damos una vuelta por el pueblo, comprobando el ambiente que queda en sus calles tras todo el día de eventos. Gente ocupando las calles, plazas y todos los bares y establecimientos de hostelería del pequeño pueblo cuelgan el cartel de completo. En las inmediaciones se han habilitado también campas para aparcar las autocaravanas y acampar.

 

Continuamos camino hasta Dufftwon, donde pasaremos la noche. Pequeña localidad al norte del parque nacional, famosa por ser tierra de destilerías de whisky, siendo la de Glenfiddich la más famosa y la que esperamos visitar mañana. Las carreteras hasta él se van haciendo aún más sinuosas y estrechas de lo que estamos acostumbrados, algo que queda compensado por la escasa circulación en contra. El pueblo resulta ser un lugar donde se respira tranquilidad en todas sus calles, ni siquiera en la plaza de su céntrica torre del reloj, situada en la mitad del pueblo, que parece estar desierta. El asfalto y los adoquines de las calles se mimetizan con las piedras de las fachadas de sus casas, dándole a todo un aspecto uniforme y monócromo. Aparcamos en un pequeño parking con servicios que tienen habilitado en un lugar del pueblo, junto al local que hace las veces de discoteca local. Tomamos unas cervezas en el único local que encontramos abierto antes de retirarnos a nuestra caravana para cenar, dormir y descansar para el próximo día.
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3 de septiembre de 2016

Primeros pasos por tierras escocesas.

Esta vez hemos cogido bien el autobús. La experiencia de Filipinas, a punto de perderlo en el último momento, nos sirvió para saber que existe un dársena de refuerzo donde se cogen los autobuses nocturnos en Pamplona. Salimos a la una de la madrugada dirección aeropuerto de Barajas con una parada en Tudela y otra en Soria donde cambiamos de autobús.
A pesar de que cada vez los espacios entre asientos son más pequeños conseguimos echar una cabezada adoptando posiciones inverosímiles con tal de intentar conciliar el sueño.

 

Lore venía un poco nerviosa por el vuelo, y afortunadamente no hemos podido tenerlo mejor: puntual y sin ningún contratiempo. Pocos minutos después de las once de la mañana ya estamos aterrizando en el aeropuerto de Edimburgo. Recogemos rápidamente nuestras maletas, aprovechamos para sacar dinero y localizamos un típico taxi inglés que nos lleva hasta el local de alquiler de autocaravanas. Aunque llegamos con casi 4 horas de adelanto, nos alegra comprobar que nuestra autocaravana está ya preparada. 

Los cuatro nos quedamos asombrados cuando vemos al chico que nos va a hacer la entrega, dirigirse hasta una moderna autocaravana que tienen aparcada al final de una hilera de vehículos. Esta completamente nueva, casi a estrenar. Por fuera y por dentro impecable y a todo detalle. No esperábamos que nos fueran a dar una tan nueva. Tras comprobar los fallos y desperfectos (de cara a la posterior devolución de la fianza) nos dan un pequeño tour por el funcionamiento de todos los elementos de la autocaravana: calefacción, luces, fuegos, ducha, aguas...

Primer gran reto: conducir una autocaravana de más de seis metros y con el volante en el lado derecho!!!!! Lo primeros kilómetros (y no tan primeros) son tremendamente estresantes: los coches por el lado contrario, circular por el lado izquierdo de la carretera, girar las rotondas en sentido contrario, en los cruces meterse en el carril contrario al habitual, incorporarse en las autovías por el lado izquierdo.... y todo ello intentado no subirse a los bordillos al girar e intentando mantener la autocaravana en el centro del estrecho carril sin arcén. A lo largo de todos los kilómetros que vamos a recorrer, vamos a corroborar como el arcén es algo inexistente en las carreteras escocesas, siendo en general carreteras en bastante buen estado pero un "pelín" estrechas.

 

Nos dirigimos en primera instancia a un LIDL cercano al local de alquiler para comprar todo lo necesario para estos días de vida a bordo. Nos complace comprobar cómo los precio son bastante simimilares a España, más baratos incluso en algunos artículos.

Y así, con toda la logística preparada, comenzamos a dar nuestros primeros pasos por tierras escocesas.

Hacemos nuestra primera parada en el pueblo de Linlighthow, donde visitamos los restos del castillo del mismo nombre junto con sus jardines exteriores. Al lado, como será habitual en todas las iglesias que vamos a ver, un cementerio de enormes y pesadas lápidas de piedra formando un tétrico laberinto. Una vez ya en el pueblo, paseamos por la calle principal. Antiguas casas de piedra de no más de dos alturas dibujan una fachada continúa a lo largo de toda la calle. Todos los bajos ocupados por pequeños comercios que parecen haber resistido el paso del tiempo. Localizamos una atractiva taberna, de nombre "The Four Marys" donde comenzamos nuestra degustación de las cervezas locales.

El tiempo nos muestra todas sus caras en apenas una hora de diferencia. En cuestión de 15 minutos llueve, se nubla y sale el sol, pero de momento nada que nos impida continuar con nuestro planes.

Llegamos al pueblo de Falkirk. Escenario de batallas importantes en el pasado y localización de una de las obras de ingeniería contemporánea más famosa de Escocia: "The Falkirk Wheel" (La rueda de Falkirk). Se trata de un ascensor para barcos entre dos canales navegables. El desnivel entre ambos en este punto es equivalente a un piso de 18 plantas, motivo por el cual se organizó un concurso para obtener ideas para conectar ambos canales. El resultado del mismo es la obra que ahora mismo estamos contemplando. Curiosa y vistosa solución, que no podemos ver en funcionamiento por ser demasiado tarde pero de la que nos hacemos perfecta idea de su mecanismo de acción.

Para finalizar este largo día nos dirigimos al pueblo de Stirling, donde conseguimos estacionar la autocaravana justo al lado del impresionante castillo, preparados ya para su visita en cuanto comience el nuevo día. Exhaustos y emocionados por igual, caemos rendidos en nuestras cómodas camas, maravillados por cómo está resuelto el espacio dentro de nuestra "pequeña" casa rodante.

Amanecemos temprano y comienza el ritual: recoger camas, desayunar, prepararnos y listos para salir a explorar. Gran parte de la mañana de hoy la vamos a invertir en visitar el majestuoso y vasto Castillo de Stirling, testigo mudo e inmóvil  de los momentos más importantes de la historia de Escocia.

Por espacio de 3 horas (algunos) nos perdemos por los salones, estancias, patios, capillas y demás elementos del imponente castillo, considerado el segundo mejor de Escocia tras el de Edimburgo. La cantidad de gente que trabaja es digna de destacar. Casi tanto como el precio de la entrada, 23 euros por persona con una audioguía en español que se atasca más que un viejo tocadiscos. La restauración que han llevado a cabo en numerosos edificios ha sido intentado mantener el aspecto original que debieron tener en el momento de su construcción. El tiempo nos respeta hasta la última parte de la visita en la que una ligera y constante llovizna nos acompaña. 

 

Tras la visita al castillo, y sin abandonar la ciudad de Stirling, nos dirigimos al Monumento Nacional erigido en honor a la memoria de William Wallace, héroe nacional y conocido por todos a través del papel de Mel Gibson en la película de Braveheart. Una espigada torre, sacada de la imaginación de J.R. Tolkien en el señor de los anillos, nos deleita con una espectacular vista de la zona, eso sí, tras subir los 246 escalones que separan el mirador del suelo. La subida hasta la torre son 15 minutos a pie por un camino de tierra en el que la lluvia nos acompaña para meternos un poco de prisa. 

Finalizada nuestra visita a Stirling nos ponemos de nuevo en ruta y paramos por el camino a comer, una de las múltiples ventajas que ofrece el viajar con la casa a cuestas. 

A media tarde llegamos a Saint Andrews, pequeño pueblo costero en la zona Este de Escocia. Según leemos, lugar de nacimiento del Golf y sede de la primera universidad que se implantó en Escocia. Nada más entrar, los campos de golf a escasos metros de la playa nos reciben. Los campos, más que por su extensión, impresionan por el mullido y alfombrado manto verde que los recubren. Parece imposible que algo así pueda ser natural. 
Aparcamos casi en mitad del casco histórico y aprovechamos para andar por la ciudad, visitar las ruinas de la que debió ser su impresionante catedral frente al mar, y disfrutar de los edificios de las facultades de la universidad. Todos ellos en ubicaciones privilegiadas frente al mar, arrancando un sentimiento de envidia por los alumnos que estudien con esas vistas. 

 

Todos coincidimos en la extraordinaria limpieza de Escocia en general y de este lugar en particular. Ni un solo papel en el suelo. Ni una pintada en sus paredes. Y todo maravillosamente cuidado, como si por cada rincón que mires acabase de pasar un ejército de jardineros acondicionado los jardines. 

Para terminar el día y por acercarnos a nuestro próximo destino, nos ponemos en ruta y acampamos a medio camino de Aberdeen, en el paraje de Lunan Bay, un aparcamiento frente al mar con la ruinas del Red Castle a nuestra derecha. 
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31 de agosto de 2016

Escocia. William Wallace, ¡allá vamos!


Esta vez no ha pasado mucho tiempo desde la última aventura, y ya estamos a punto de embarcarnos en una nueva.


Apenas una hora recién estrenado el mes de septiembre, nos dirigiremos a Madrid, destino Escocia. Tierra de castillos y leyendas que estamos dispuestos a devorar en los 11 días que durará nuestra incursión en tierras inglesas.

Después de la experiencia de Islandia en autocaravana, repetimos, aunque esta vez conduciendo por la izquierda. Veremos que tal se nos da. Esta vez Lorena, Rocío y Alberto serán los compañeros de aventuras.

La idea inicial es, una vez lleguemos a Edimburgo y cojamos la autocaravana, subir por la costa este, llegar hasta Inverness, bajar por el lago Ness hasta la costa oeste, visitar la isla de Skye, de allí a Glasgow y una vez que dejemos la autocaravana acabar los últimos tres días visitando y empapándonos de Edimburgo.

Esa es la idea general, una vuelta circular, intentando aprovechar al máximo el tiempo y la ventaja de poder dormir y parar donde queramos. Pero, como en todos nuestros viajes, seguro que iremos improvisando, cambiando y haciendo el viaje mucho más personal.

Pero para que sepáis como se desarrolla el viaje, que aventuras nos pasan (que estoy seguro que nos pasarán), que sitios visitamos, cuanto tonos diferentes de verde somos capaces de contemplar y cuantos castillos conquistamos, os invito a que nos acompañeis estos días leyendo el blog y disfrutando de las maravillosas instantáneas que la ventaja de viajar con toda una fotógrafa (Ro, ¡que presión!) aporta a este viaje.

Escocia, here we go!

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28 de abril de 2016

Últimos días en el paraíso

Apuramos nuestros últimos días en el paraíso. Depués de un día de relax en el cual no nos movemos mucho de nuestro resort y sus alrededores, hoy vamos a realizar una excursión en bote por las islas cercanas.

El día comienza temprano. Nos levantamos a las 05:30 para estar preparados a las seis de la mañana en la playa frente a nuestro hotel donde nos recoge el barquero que hemos contratado. Un lugareño con su hijo pequeño como grumete serán nuestra tripulación.

Una vez embarcados, nos dirigimos mar adentro con la esperanza puesta en la primera parada. Objetivo: ver delfines. No nos aseguran al cien por cien que se puedan ver, pero allí vamos nosotros con toda nuestra ilusión, esperando que el madrugón de sus frutos.
Según vamos llegando al lugar donde se suelen dar los avistamientos de estos mamíferos, nos damos cuenta que no somos los únicos en llegar hasta allí. Aproximadamente una veintena de embarcaciones flotan expectantes a nuestro alrededor. No han pasado más de cinco minutos cuando se oyen unos gritos provenientes desde una de las barcas cercanas y al mirar vemos como un grupo de 4 o 5 delfines saltan en la quilla del barco, como acompañándolo en su viaje. A partir de ese momento se convierte en una persecución constante de las barcas hacia ellos. Los delfines se toman esta situación como una diversión, apareciendo y desapareciendo bajo las aguas, como si estuvieran jugando al escondite con nosotros. Así transcurren los siguientes minutos, intentando acercarnos todo lo posible a los lugares donde intermitentemente van saltando. Resulta maravilloso verles nadar y saltar en libertad a nuestro lado. Cuando ya nos dábamos más que satisfechos por el hecho de haberlos podido ver, la experiencia se torna cada vez más espectacular, ya que progresivamente se van incorporando más delfines al baile que van dando a nuestro alrededor. Llega un momento en que nos es imposible verlos a todos, ya que se ven numerosos grupos de delfines por todos lados. Calculamos que durante unos minutos se dan cita allí entre 100 y 200 delfines saltando por todos lados a nuestro alrededor. Cámara en mano intentamos realizar vídeos inmortalizando nuestra visión, pero es imposible centrarse en un único lugar y la cámara va de un lado a otro, como nuestra vista, intentado no perder ni un solo detalle de lo que ocurre a nuestro alrededor. Francamente impresionante.


Navegando con delfines
 

Una vez satisfechos con nuestra experiencia con los delfines, regresamos a desayunar a nuestro hotel mientras nuestra barca nos espera. Una vez que hemos cogido fuerzas para hacer frente al día, continuamos ahora hacia la isla de Balicasang. A unos 45 minutos en barca de la playa de Alona Beach desde donde salimos. 
Nos encontramos de nuevo con una isla paradisiaca. Una isla perfectamente circular y rodeada por completo de un cinturón de arena blanca, con numerosas palmeras y cocoteros en su zona central.
Los alrededores de la isla son famosos por sus fondos marinos, en los que predominan corales de vivos colores y la posibilidad de ver tortugas nadando por sus aguas azul intenso. Provistos de nuestra máscara y nuestro snorkel caminamos por la playa haya uno de los lugares donde se concentran varios barcos de buceo. Nos dicen que en esa zona es fácil que veamos alguna tortuga. Las aguas no están tranquilas y la isla hace de dique en mitad del mar, partiendo las aguas en dos y generando fuertes corrientes en ambos lados.
Siempre con precaución y teniendo algún barco cerca, nos adentramos en el mar con la esperanza de compartir un rato de natación con alguna tortuga. Avanzar se hace difícil en algunos tramos debido a la fuerte corriente, aunque esta no resulta peligrosa, ya que te arrastra hacia la playa. Nuevamente nos sentimos afortunados. En un determinado momento aparece ante nosotros un hermoso ejemplar de tortuga. Calculamos que más de medio metro de tamaño pero que a pesar de su gran tamaño esta suspendida en mitad del agua sin que las corrientes supongan ningún impedimento para que su desplazamiento sea grácil y suave, como si volase. Como las aves cuando aprovechan una corriente de aire y parecen quedar suspendidas en mitad del cielo sin apenas agitar sus alas. 
Acostumbrado a ver estos espectáculos en los documentales de televisión cuesta creer que se esté dando ante nuestro ojos, apenas a unos centímetros de nuestras manos. La sensación de comunión con el entorno es total. Se detiene el tiempo. Y uno tiene la convicción de quepodría  quedarse allí horas viendo cómo la vida transcurre en el fondo marino.
Nadar tras ella se hace complicado y la perdemos a los pocos minutos. Pero no será el único ejemplar, ya que veremos varios más, alguno de hasta un metro de longitud. Intentamos que la cámara acuática registre una pequeña parte de lo que vemos, lo cual hace más complicado nadar tras ellas, al tener una mano ocupada en la grabación.


Nadando con tortugas

 

Sé que he repetido varias veces esta frase a lo largo de las entradas del blog, pero de nuevo vuelve a ser una de las grandes experiencias del viaje. De esas experiencias que sabes que recordarás siempre como algo excepcional.

Después de disfrutar de esta experiencia y de las playas de Balicasang, nos dirigiremos a la conocida como Virgin Island, que es la última parada de la excursión planeada para el día de hoy.

Virgin Island está a unos 30 minutos y resulta ser una curiosa isla en mitad del mar. Curiosa digo, por qué no es una isla al uso. Nada típica. Se trata de un lugar en el que el mar ha depositado una línea de arena blanca de unos 200 metros de longitud y no más de 20 de ancho, que en el momento de nuestra llegada, con la marea alta, está completamente sumergida. Se puede caminar por ella, pero siempre con los pies sumergidos en el agua. Ni un palmera, ni un cocotero, ni rastro de vegetación. Lo que sí que no faltan son los vendedores de perlas (falsas, por supuesto) y un par de improvisados chiringuitos (4 palos con un toldo) donde se puede degustar "algo" que podríamos definir como mezcla entre ostra y caracol gigante. Algo que cocinan de una manera nada apetitosa ni higiénica pero que parece causar furor entre un valor de turistas chinos que allí se ha detenido.

Nos quedamos un par de horas en aquel curioso lugar en el que hacemos pie en mitad del mar antes de emprender el viaje de vuelta a nuestro hotel.

Y prácticamente tras esta entrada vamos dando por finalizadas todas las actividades previstas para esta aventura que ya toca a su fin. Nos resta un día de relax y ya empezaremos a emprender poco a poco el regreso. Desde aquí a Manila en avión, donde haremos noche en el mismo hotel en el que nos alojamos a la llegada. Si todo va según lo previsto, allí recuperaré mi móvil, que ha estado esperándome los 21 días que ha durado esta aventura.

Los pormenores, y seguro que también anécdotas, serán objeto de la última entrada de este viaje a Filipinas 2016.


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26 de abril de 2016

Isla de Bohol

Tal y como finalizamos en la entrada anterior, aquí estamos en la playa de Alona Beach, en la isla de Panglao. Después de recorrernos unos cuantos hoteles, mochilas a la espalda, con 34 grados a la sombra, hemos dado con nuestro oasis. Y no podía llamarse de otra manera: Oasis Resort. Se trata de una pequeña instalación hotelera, que realmente hace honor a su nombre. En el centro del oasis, una piscina azul turquesa rodeada de árboles, cocoteros, palmeras, y bungalows hechos de bambú, madera y horas de palmera. Tiene una discreta salida a la playa de Alona Beach, a través de un bar-restaurante perteneciente también al recinto, aunque la puerta principal y la recepción dan a una calle interior.

Cuanto más tiempo llevamos en él, más a gusto nos encontramos, tanto por la calidad de las instalaciones, como por la amabilidad de su personal y la buena cocina de su restaurante. No hemos podido tener más suerte. La relación calidad precio es más que satisfactoria. Todo para un local que casi pasa desapercibido desde la playa y que aparece discretamente en la guía que traemos de la isla.

El primer día lo invertimos en disfrutar del resort y de la playa, relajándonos de los últimos días de ajetreo en experiencias y desplazamientos. Una vez que cae la noche (recordaros que aquí comienza a anochecer sobre las 18:00 horas) la playa se transforma. Se llena de sillas, mesas, luces de colores, espectáculos de fuego, y actuaciones en directo. Todo el mundo se acerca a ella para cenar, tomar algo en los muchos bares que se abren a pie de playa y hacer alguna compra. Durante el día la actividad suele ser más discreta. Los turistas aprovechan para ir a bucear, excursiones, estar en las piscinas, pero a la noche, ya os digo, que la playa cobra vida.



Al día siguiente madrugamos para comenzar temprano nuestra excursión por la isla de Bohol, la décima isla más grande de las más de 7000 de las que consta Filipinas. La isla de Panglao está unida a la isla de Bohol por dos grandes puentes sobre el mar que la comunican de forma permanente. Lo primero que nos llama la atención, más que en otras zonas de Filipinas, es la profunda influencia Española que aún queda por todos lados. Los nombres de los pueblos y ciudades nos son muy familiares: Valencia, Sevilla, Pilar, Getafe, Trinidad, Antequera, Duero, Buenavista, Punta Cruz y algunos no sólo familiares sino tremendamente cercanos como Corella o Cortes. Hemos contratado un chofer local que nos va a llevar a todos los destinos que hemos seleccionado para hoy.

Lo primero que visitamos es una escultura de bronce denominada Monumento al Pacto de Sangre, y que conmemora el tratado de paz que el explorador Miguel López de Legazpi y el cabecilla del pueblo de Bohol, Rajah Sikatuna, sellaron en marzo de 1565 bebiéndose una taza de sangre del otro a modo de pacto de sangre.

Visitamos la isla de piedra coralina de Baclayon, fundada por los Jesuítas españoles en el año 1727. Es la iglesia de piedra coralina más antigua de Asia y una de las más antiguas de Filipinas. El templo se encuentra en reconstrucción ya que la isla de Bohol fue devastada en el año 2013 por un fuerte terremoto de 7,2 grados en la escala de Ritcher.



Después, y casi sin haberlo planeado, vamos a disfrutar de otra de las grandes experiencias del viaje. Nos dejamos caer por el Loboc Eco Adventure Park, donde nos tiramos por una tirolina de más de medio kilómetro de longitud, que une las laderas de dos montañas próximas, permitiendo sobrevolar las cascadas de un río a varios cientos de metros de altura. Está claro que es una experiencia sólo para intrépidos, pero que se convierte sin duda en una de las cargas de adrenalina del viaje. Por si fuera poco, el medio para volver al punto de inicio es vuelta por otra tirolina que discurre por el mismo impresionante paisaje. ¡Por si con una vez no hubiera habido suficiente! Grabamos numerosos vídeos con la esperanza de que el objetivo de nuestras cámaras haga justicia al magnífico paisaje. 



De ahí iremos a la reserva de mariposas de Bilar, donde se pueden ver más de 200 especies de mariposas diferentes. Allí tendremos la suerte de contar con nuestra guía Ellen, que nos hará la visita mucho más amena además de mostrarnos los diferentes estadíos por lo que pasan los huevos y larvas hasta convertirse en mariposa.



Visitamos también las famosas Chocolate Hills (Colinas de chocolate) que son sin duda una de las tres atracciones turísticas más importantes en Bohol. 

Son 1268 colinas, repartidas en  una superficie de más de 50 kilómetros cuadrados, cubiertas de hierba verde y que durante la estación seca se vuelven de color marrón pareciendo colinas de chocolate, de ahí su nombre.

En Filipinas son el tercer Monumento Geológico Nacional, tras las terrazas de arroz de Banaue, en la provincia de Ifugao, y el Parque Nacional del Río Subterráneo de Puerto Princesa, en la provincia de Palawan, ambos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Por último, visitaremos, cerca de la localidad de Corella, el refugio de tarseros que tiene la Fundación Filipina del Tarsero. El tarsero o tarsier filipino es el primate más pequeño del mundo, mide unos 15 cm (coge en la palma de la mano) por lo que es muy difícil localizarlos. No confundirlos con monos, que son otros primates. La peculiaridad de los primates (de los que descendemos) es que tienen un dedo en oposición, lo cual les permite realizar la pinza. Los tarseros son animales nocturnos y de día duermen en agujeros oscuros cerca del suelo o colgados en alguna rama no muy elevada. Viven en la jungla entre la densa vegetación y se alimentan de insectos.


Pueden girar la cabeza 180 grados a cada lado y sus grandes orejas membranosas se dirigen constantemente hacia el lugar de donde provenga el sonido que detecten. Por sus ojos abiertos como platos ostentan el récord Guinness del mamífero con los ojos más grandes en relación al tamaño del cuerpo. Comparado con las proporciones humanas, tiene los ojos 150 veces más grande que el cuerpo.

Lo único que nos queda por visitar, son las terrazas de arrozales, que ahora en temporada seca no ofrecen ningún atractivo.

Regresamos así a nuestro particular Oasis y nos preparamos para afrontar otro día de relax antes de nuestra siguiente incursión, objeto ya de otra nueva entra del blog.


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24 de abril de 2016

Oslob y sus tiburones ballena

Suena el despertador a las 05:45. Madrugón. Afortunadamente no estamos muy lejos de nuestro destino ya que ayer conseguimos alojamiento muy cerca de nuestro objetivo: el centro de visitas del tiburón ballena de Oslob.

El día de ayer fue un día de viaje, y como empieza a ser habitual en este país, día de desplazamiento, día perdido. Aunque tampoco se puede decir que sea completamente perdido. El hecho de cruzarnos la isla de Cebú completamente de norte a sur, nos permite observar la vida local a nuestro paso por barrios, pueblos y ciudades. Actividad frenética y caótica en la carretera y en sus alrededores. Y de nuevo volvemos a quedarnos sorprendidos de cómo la ordenación del tráfico es desordenadamente ordenada. Visto desde el aire, la escena tiene que asemejarse al trabajo constante de un hormiguero, en el que todas sus integrantes se mueven diligentes de un lado a otro sin estorbarse ni molestarse, dando la sensación de representar una coreografía perfectamente ensayada.

A última hora de la tarde, una vez puesto el sol, llegamos a nuestro destino, la zona de Oslob. Allí, tras un rato de búsqueda saltando de alojamiento en alojamiento, acabamos en unas pequeñas construcciones al lado de la playa y del centro de visitas del tiburón ballena, que será nuestra actividad para el día de hoy. El pequeño alojamiento está regentado por Rosita, una mujer filipina que probablemente tenga menos edad de la que aparenta, que nos trata con un cariño y una dedicación digna de resaltar. Si alguna vez llegáis hasta aquí, preguntad por ella. Os lo recomendamos. Además del alojamiento, nos soluciona el desplazamiento de mañana, facilitándonos enormemente nuestro viaje hasta la isla de Panglao, al ofrecernos un transporte por mar directo que no aparece en ninguna guía de viajes y que nos ahorra cuatro intercambios, tiempo y dinero.



Para las 06:00 de la mañana ya estamos en el centro de visitas. Nos han dicho que acudamos temprano porque al ser sábado el número de turistas extranjeros y locales que se acercan para visitar al pez más grande del mundo se incrementa considerablemente. Como os decía, el tiburón ballena está considerando el pez más grande del mundo, puede llegar a medir 12 metros de longitud y pesar 19 toneladas. A pesar de la fama que los tiburones pueden tener en cuanto a su agresividad hacia las personas, éste en concreto, se le considera completamente inofensivo. Se alimenta únicamente de plancton que filtra de las grandes cantidades de agua que absorbe por su boca.

Contra todo pronóstico, y a pesar de toda la gente que hay ya en el centro, para las 06:15 nos llaman y nos dirigimos ya hacia el bote que nos va a llevar a la visita. Consiste en dirigirnos con los botes a unos 20 metros de la playa, hasta donde los tiburones ballena han cogido la costumbre de acercarse para recibir el alimento que, desde otros botes, los guías les van echando. Unos diez botes llegan hasta el lugar donde se va a interactuar con ellos. Los botes se van encordando unos a otros estableciendo una línea, a lo largo de la cual, van subiendo y bajando las barcas que echan el alimento, consiguiendo así que los tiburones se paseen arriba y abajo delante de las barcas de cuantos nos hemos acercado hasta allí.
Las opciones de visita son varias: inmersión con botella, nadar con ellos con máscara y snorkel o verlos desde la barca. El precio varía según la opción elegida y también, según se sea extranjero o local. Nosotros, y prácticamente la inmensa mayoría de los que van con nosotros, hemos elegido la opción de nadar con ellos con snorkel. Así que una vez encordadas las barcas, nos echamos al agua con una mezcla de tensión, nervios y expectación. Apenas dos minutos después, vemos como una grandiosa silueta comienza a acercarse y vemos pasar a escasos metros de nosotros un inmenso escualo (aunque dicen que este es pequeño) de unos 4-5 metros de largo.



Os podéis imaginar que la sensación es indescriptible. Verse uno nadando, a tan escasos metros que casi se le puede tocar, de una criatura tan grande, te hace sentir terriblemente pequeño. Es inevitable sentir una sensación de profundo respeto cuando ves pasar su silueta ante ti. 
Esta ha sido sin duda una de las grandes experiencias del viaje, y es uno de los pocos lugares del mundo en los que se puede llevar a cabo. No deja de ser algo parecido a un zoológico, y aunque los animales están en libertad, la intervención del hombre asoma por todos los aspectos de la experiencia. Existen, de hecho, numerosos ecologistas y organizaciones que están en contra de estas prácticas porque anulan la capacidad de estos animales para buscar alimento por sí mismos e incluso modifican sus movimientos migratorios, al verse que tienen la comida asegurada con estas prácticas. Sea como fuere, no parece que sea un actividad que se vaya a modificar, a la vista de cuan rentable se antoja para las autoridades locales.

Una vez finalizada la experiencia, que no nos lleva más de una hora, acudimos al bar de nuestra anfitriona Rosita, para desayunar en una terraza mirando al mar y viendo como los turistas se suceden interminablemente en su visita a los tiburones.

Como os anticipaba antes, gracias a Rosita hemos conseguido un barco que cruza directamente a la isla de Panglao. Ahorrándonos así el taxi hasta Loli-An, de ahí cruzar en bote a Sibulan, ahí coger un taxi hasta Dumaguete, desde ahí un barco rápido hasta Tagbilaran y de ahí en taxi hasta la playa de Alona Beach en la isla de Panglao. Como veis el ahorro de trasbordos, tiempo y dinero es considerable, máxime conociendo ya como son los transportes en este país.



Llega uno de los momentos que estábamos evitando desde el inicio del viaje, y es la despedida de dos de los integrantes del grupo. Alejandro y Nacho se despiden hoy de nosotros, ya que ellos tienen el viaje de vuelta a España para mañana, no pudiendo finalizar el resto de la aventura con nosotros. La despedida es rápida ya que nuestro transporte espera, pero tanto a los tres que nos quedamos, como ellos dos que se marchan, nos invade una sensación de tristeza. Unos por perder a dos magníficos compañeros de viaje y otros por no poder continuar la última semana que nos queda. Quiero, desde esta entrega del blog, agradecer el buen viajar que hemos tenido con ellos. No habíamos viajado nunca juntos, pero si hubiera que resumirlo en una palabra, sería: fácil. Y es que en tantos días, con todas las decisiones que hemos tenido que tomar, contratiempos, cambios, adaptaciones y demás, no ha habido ni una mala cara, ni una mala contestación, ni un reproche. Al contrario, todo ha sido siempre consensuado rapidamente, con risas, con ilusión y sacando siempre lo bueno de todas las experiencias que hemos tenido. Sin ninguna duda, el viaje no hubiera sido igual sin ellos. Así que, ¡gracias a los dos! y sobre todo, que coincidamos pronto en otro destino y que hagamos una despida a la vuelta como se merece (Aitor, vete preparado los bogavantes :-)).

El viaje en barco hasta la isla de Panglao resulta, como viene siendo ya costumbre, otra pequeña aventura. El barco, es un Bangka de los que estamos habituados a coger, con capacidad para unas 30-40 personas. Atracado a unos 50 metros de la playa, hay que aproximarse en una diminuta barquichuela con capacidad para 3 personas máximo con sus maletas, remolcado por dos grumetillos filipinos, nadando uno a cada lado. A punto, a punto, estamos de dar con nuestro huesos y nuestra maletas en el agua. Entre lo que se mueve y el oleaje, llegamos milagrosamente hasta el barco, al cual tenemos que encaramarnos con alguna dificultad. El viaje dura unas dos horas y media, durante las cuales se ha parado el motor una vez, y hemos visto que achicaban agua del cuarto de máquinas unas 6 o 7 veces. Algo que a los tripulantes no parecía preocuparles demasiado, pero que digamos que a nosotros no nos ha pasado desapercibido.
Cuando ya parecía que por fin habíamos llegado, el barco no puede aproximarse más a la playa y nos deja como a un kilómetro de la misma. Si, he dicho bien, a un kilómetro. El agua cubre hasta la cintura y todos los pasajeros nos vamos bajando al agua y tenemos que ir caminando hasta tierra firme. Las maletas y mochilas las llevan en el pequeño bote que antes han utilizado para aproximarnos. El trayecto hasta allí está plagado de estrellas de mar, algas, agujeros, piedras, arena y erizos de mar. Algunos pierden o rompen sus chanclas por el esfuerzo de caminar contra la resistencia del agua y tienen que terminar el trayecto andando como si fueran en un campo de minas, intentando evitar los erizos.

Un rato, y un paseo en minibus después, llegamos a la playa de Alona Beach. Playa que según las guías y los turistas es una de las mejores playas de Filipinas. Muchos la asemejan e incluso la definen mejor que las playas de Boracay. De la misma calidad, pero mucho menos turística.



Aquí en la playa de Alona Beach en la isla de Panglao es donde vamos a establecer la base de operaciones para nuestra última semana en Filipinas que ahora comienza. Alternaremos días de descanso y relax en algún resort con excursiones e incursiones a la isla de Bohol, en la que aún nos quedan muchas cosas por ver, deseosos de seguir contándooslas en las próximas entradas del blog.

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