17 de noviembre de 2017

Mendoza, ciudad de reencuentros.

Este trayecto ha sido un poco más corto que nuestro debut en los autobuses nocturnos. Llagamos a las siete de la mañana a la terminal de la estación de autobuses de Mendoza y casi echamos en falta un par de horas más de viaje para haber podido dormir un poco más. Hemos cambiado de compañía de autobús y hemos de decir que este ha sido un poco más incómodo que el anterior. El asiento no se podía reclinar totalmente y los pies no se colocaban horizontales, pero eso no ha sido impedimento para que hayamos podido dormir prácticamente todo el trayecto. Unos mas que otros. Eso sí, la azafata que llevamos a bordo y que nos sirve la cena y el desayuno es una mezcla entre una madre y Spiderman. Nos trata con una dulzura casi maternal a la vez que se mantiene inamovible en el pasillo del autobús mientras sirve toda clase de comidas y bebidas, todo ello con los continuos movimientos y cambios de velocidad del autocar.


Ya en la terminal de autobuses, nos sentamos en una cafetería a desayunar mientras nos atiende una simpática camarera que compagina el control de los camareros y las mesas con pintarse compulsivamente las pestañas utilizando como espejo el panel metálico de la cafetera industrial. Allí esperamos a que llegue nuestra taxista particular. Una taxista a la que no veo desde hace 6 años cuando nos despidiéramos en Santiago de Compostela después de haber caminado juntos mas de 300 kilómetros. Allí coincidimos Javier, Joana, Jorgelina y yo e hicimos un pequeño gran grupo para caminar y compartir todas las experiencias que El Camino nos fue regalando. Jorgelina es de Mendoza. Cuando la conocí había venido a Europa a explorar y viajar por espacio de tres meses. Su espíritu aventurero se cruzó con el mío y desde entonces mantenemos una amistad en la distancia que sin duda se verá reforzada después de esta visita.




Por la puerta de la cafetería aparece Jorgelina tal y como la recuerdo cuando nos despedimos en la Plaza del Obradoiro De Santiago de Compostela hace ya algo más de seis años. Según nos decimos mutuamente, los dos estamos igual, no hemos cambiado nada. Aunque obviamente el paso del tiempo de alguna manera se habrá notado. Después del reencuentro y las presentaciones hacemos un pequeño juego de “tetris” para encajarnos los 6 en un Peugeot 2008 con todas las mochilas en el maletero, perfectamente ordenadas. 


Comenzamos a conocer Mendoza desde el coche mientras no dirigimos al hostel que hemos reservado, el cual, sin saberlo, está ubicado en la calle principal de bares y restaurantes de toda la ciudad: la avenida Villanueva Arístides. El hostel esta regentado por un gallego que lleva más de doce años sin volver a España viajando por todos los lugares que podáis llegar a imaginar. Ha sido realmente un lujo conocerlo, ya que no solo se encarga de regentar el local sino que es capaz de dinamizarlo, organizando un día una suculenta paella de marisco para 25 personas y otra noche una exquisita parrillada de carne, solamente para nosotros.


Mendoza es una bulliciosa ciudad de lunes a sábado que se muestra tan desértica los domingos como el paraje en el que está edificada. Durante estos días vamos a tener, que no disfrutar, temperaturas veraniegas que van a alcanzar algún día los 36ºC. Se agradece enormemente que sus amplias calles estén profusamente arboladas y así se mitigan los efectos del calor y del sol y permite que los transeúntes puedan deambular por sus calles durante el día.




Tanto en Argentina como en gran parte del mundo, Mendoza es sinónimo de vino. Está región sería comparable a nuestra Rioja en España. Grandes viñedos se extienden por los alrededores del area metropolitana de la Gran Mendoza y multitud de bodegas se encargarán de transformar los frutos de esta apreciada planta en los caldos que se degustarán por medio mundo. Uno de los grandes atractivos turísticos de esta zona es sin duda el visitar alguna de sus bodegas, algo que nosotros hacemos con la inmejorable compañía de Jorgelina y dos de sus mejores amigas, Juli y Nati. Desde aquí les mandamos un saludo y agradecemos especialmente a Nati por haber elegido la Bodega de Ojo de Agua para visitar. Un lugar mágico y familiar. Después de la visita a la zona de recepción de la vendimia y la zona de transformación del vino, el segundo enólogo de la bodega nos realiza una explicación de todo el proceso de elaboración del vino. Tras soportar estoicamente todas nuestras preguntas pasamos al jardín, donde comeremos acompañados con una desgustación de vinos de la bodega. La mesa, dispuesta bajo una pérgola de madera, invita a disfrutar del momento en tan buena compañía. La comida espectacular. Mira que hemos comido bien desde que llegamos a este país, pero esta ha sido con diferencia la mejor desde que llegamos. Unas empanadas de carne cortada a cuchillo y ojo de bifé (algo así como el solomillo de ternera) a la brasa. Los entendidos en vino dan el visto bueno a las cuatro diferentes botellas que nos sirven y finalizamos con un postre dulce. 

Nos relajamos después sentados en el jardín, con vistas a los viñedos y con la cordillera de los Andes como telón de fondo. Realmente un paraje incomparable.


Conocer Mendoza de la mano de una de sus habitantes ha sido verdaderamente una suerte. Visitamos también un embalse cercano al pueblo de Potrerillos, bastante frecuentado por los mendocinos como lugar de actividades de recreo y ocio.




El sábado por la mañana nos unimos a Jorgelina y sus alumnas de pilates en una actividad que han preparado al aire libre. Realizamos una pequeña caminata por la reserva natural de Divisadero Largo, a escasos kilómetros de Mendoza. Se trata de un recorrido por un típico paisaje desértico de la zona que retorna por el fondo de un pequeño cañón por el que discurre un discreto hilero de agua. Contrasta lo desértico del paisaje con los extensos viñedos que visitamos en la bodega.


Sin duda uno de los mejores momentos en Mendoza lo hemos pasado en Quinta Giol. Una fabulosa finca de celebración de bodas y eventos de la que se hacen cargo Jorgelina y su hermana Ariadna. Lo visitamos mientras se está celebrando una boda de noche y no podemos nada más que deshacernos en halagos hacia Jorgelina, su hermana y todos cuantos están ahí trabajando. Por un lado destacar el maravilloso ambiente de trabajo que tienen. Por otro lo bien cuidado y decorado que tienen el jardín, el salón de eventos y la finca en general. Todo con mucho gusto. Y por ultimo agradecer lo magníficamente bien que nos han tratado y nos han ofrecido de cenar. Auténticos manjares que hemos tenido ocasión de probar como si los que estuviésemos de boda fuésemos nosotros. Realmente hemos pasado una noche extraordinaria.




El domingo sale un día realmente caluroso. Lo empleamos en visitar la ciudad, que como os adelanté antes, está completamente desértica. El calor y el día festivo hace que prácticamente seamos los únicos en pasear por sus calles. La mayoría de las plazas y calles principales que queríamos visitar se encuentran vallados y en obras. Lo cierto es que la ciudad parece estar inmersa en una profunda renovación de sus espacios públicos. Aprovechamos también el día para descansar y utilizar la piscina del hostel antes de la parrillada que nuestro amigo Xoan Carlos va a preparar para cenar.


Nuestro último día en Mendoza alquilamos un coche para dirigirnos hasta Puente del Inca, una de las maravillas naturales más espectacular de Argentina. Se trata de un enorme puente de piedra anaranjada sobre el río Cuevas. Recibe este característico color por los sedimentos de las aguas sulfúricas que discurren por encima de él. Bajo el puente se pueden observar las ruinas de un antiguo balneario que hoy en día se encuentra cerrado al público, así como el propio puente. No obstante el mirador que tiene enfrente permite observar esta maravilla y que hagamos buenas fotos. Pocos kilómetros pasando Puente del Inca llegamos al estacionamiento que hay a la entrada del parque provincial del Aconcagua. Desde allí caminamos unos 7 kms hasta el último lugar donde se puede acceder antes de comenzar el ascenso hasta el monte Aconcagua, que con sus 6962 metros es el mas alto de todo el continente americano y uno de los más altos del mundo. Desde el lugar donde lo divisamos se erige majestuoso con sus nieves perpetuas al final del valle.




Ya de regreso organizamos una gymkana contrarreloj para pasar por el hostel, recoger la ropa de la lavandería, terminar las mochilas, devolver el coche de alquiler, despedirnos de nuestro amigo el gallego del hostel y devolver el coche que Jorgelina nos había prestado para movernos por Mendoza. Desde su casa volvemos a rehacer el “tetris” del primer día para volver todos con las mochilas hasta la terminal de autobús de Mendoza. La despedida se hace triste y a punto estamos de secuestrar a Jorgelina y llevárnosla con nosotros lo que resta de viaje, pero al final no es posible. No obstante, se perfilan planes para vernos el año que viene en España. ¡Jorgelina! ¡Te esperamos!


Por delante tenemos el viaje más largo que haya realizado nunca en autobús: 20 horas hasta la ciudad de Bariloche. Ya os contaré como sobrevivimos a casi un día completo ahí metidos. 


¡Gracias Jorgelina por tu cariño, tu hospitalidad y tu energía! ¡Te echamos de menos!

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16 de noviembre de 2017

Córdoba, cuadra a cuadra.

A solo dos cuadras de aquí. Caminen 23 cuadras y ya han llegado. A la vuelta de esta cuadra... Si hay una medida que se usa en este país para desplazarse por la ciudad, esa es “la cuadra”.

Si veis el mapa de cualquier ciudad o gran pueblo de Argentina, básicamente se estructura sobre un cuadriculado perfecto. Siguen manteniendo la esencia de su construcción durante la época colonial, en la que se organizaba la ciudad en torno a un gran plaza cuadrada central en la que se ubicaban los edificios de los poderes eclesiástico y civil. Las clases sociales se iban asentando de una manera concéntrica. Cuanto mayor fuera la clase social, más cerca se encontraban de esa plaza central, y viceversa. Cada uno de esos cuadrados mide 100 x 100 metros, y eso es lo que se conoce como “una cuadra”. La numeración de los edificios y establecimientos de una calle comienzan a numerarse por centenas, cada vez que se inicia una cuadra. En la primera cuadra están los números del 0 al 100 en la segunda del 100 al 200 y así sucesivamente. La verdad es que una vez conoces el sistema es bastante sencillo ubicarse.




Quedé en comentaros el resultado de nuestra apuesta por el autobús nocturno como medio de transporte y lo cierto es que no podemos estar más satisfechos. Si a todas la ventajas que os enumeré en la última entrada, añadimos que los asientos se reclinan hasta quedarse completamente tumbados, el autobús nocturno acaba de convertirse en nuestro medio preferido de desplazamiento. Nos sirven cena y desayuno y prácticamente dormimos toda la noche, con lo que apenas si nos enteramos del viaje. A las nueve de la mañana nos despertamos llegando a Córdoba, donde vamos a estar dos días. A pesar de que vamos a estar cinco semanas de viaje por Argentina, que se dice pronto, nos da la sensación de que apenas tenemos tiempo para quedarnos unos días en cada uno de los destinos que queremos visitar.


Caminamos con las mochilas a cuestas hasta nuestro hostel, paseo que invertimos en familiarizarnos con el sistema de cuadras, que aún no lo teníamos dominado. Nos instalamos y enseguida salimos a conocer la ciudad. A la tarde realizamos un free tour con “La Docta” que visita el Barrio Bohemio. Salimos del Palacio Ferreyra y visitaremos el parque Sarmiento, El Barrio del buen Pastor, la iglesia de los Capuchinos, la feria de artesanos y el Barrio Güemes. El tour finaliza en este recuperado barrio en el que muchas de las antiguas casas de obreros han sido reconvertidas en modernos locales de copas, cervecerías, cafés o galerías comerciales. 




Al caer la tarde y una vez finalizada la visita nos quedamos por el Barrio de Güemes, tomando unas cervezas por alguno de sus muchos locales. Córdoba es la segunda ciudad de Argentina y el gran número de universidades, hace que su colectividad universitaria sea muy numerosa. Y como buena ciudad universitaria, su vida nocturna es muy intensa. En Córdoba además, resulta fascinante como lo nuevo y lo viejo coexisten en tiempo y espacio en perfecta armonía. Torres de nuevos edificios acristalados comparten calle con magníficas iglesias con varios siglos de antigüedad o ruinas jesuíticas del siglo XVII.


A la mañana siguiente tomamos otro tour para conocer el casco histórico y la zona central de la ciudad, pero a la hora escasa de haberlo comenzado, nos descolgamos de la visita ya que la guía no ha conseguido engancharnos. Menos capacidad de explicación y de conexión hacen que nos aburramos rápidamente y que decidamos continuar explorando el centro por nuestro propios medios. 


Uno de los lugares más estremecedores que visitamos es el museo de la memoria. Se ubica en las antiguas dependencias de un centro clandestino de detención, interrogatorio y tortura operado por el Departamento de Inteligencia D2 durante la época de la dictadura militar argentina. Hasta este centro se llevaba a todas aquellas personas sospechosas políticamente o agitadores políticos para interrogarles, pero la realidad es que una vez que entraban allí sus familiares nunca jamás volvieron a tener noticias suyas. A lo largo de los viajes resulta triste comprobar como estos episodios se han sucedido en demasiadas ocasiones, en demasiados  lugares, y que a pesar de ello el ser humano es incapaz de aprender de la historia y no repetir sus errores en un futuro.




Aprovechando que es el día gratuito de los museos, por la tarde acudimos a visitar un par de ellos: el de fotografía y el de ciencias naturales. Nuestra intención es continuar con algún otro, pero el escaso nivel de los dos que hemos visitado nos disuade y acabamos con nuestro huesos en la terraza de una cafetería de una de las restauradas galerías comerciales. 


Finalizamos nuestro día y nuestra visita a Córdoba volviendo a la estación de autobuses donde cogemos un nuevo autobús nocturno que nos llevará hasta la ciudad de Mendoza, en la cual vamos a estar algún día más. La verdad es que emprendo el viaje emocionado de volver a encontrarme con Jorgelina, una joven mendozina que conocí hace seis años haciendo el Camino De Santiago y que va a venir a buscarnos a la estación. Os dejo pendientes del reencuentro.


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9 de noviembre de 2017

Saltando

El vuelo a Salta ha sido bastante movido. Hemos atravesado una tormenta y el piloto ha informado que ha tenido que desviarse de la ruta para evitarla. Durante un rato hemos estado sobrevolando la tormenta y se podían ver los rayos pasando de una nube a otra. A pesar de todo, buen vuelo, aunque llegamos con casi dos horas de retraso sobre el horario previsto.




Teníamos ciertas dudas de si nuestras mochilas iban a sobrevivir al transbordo de un vuelo a otro, y nos agrada comprobar que precisamente son las primeras en salir por la cinta transportadora. 

En el aeropuerto nos esperan los tíos de Nacho, a los cuales va a conocer en este viaje. Se han tomado la molestia de venir cada uno con un coche para poder acercanos a los cinco hasta el hostel donde nos alojamos en el centro de Salta. Nos instalamos rápidamente y salimos a dar una primera vuelta por el centro de la ciudad y comprobar como aquí se cena incluso aún más tarde que en España. Cuando nos levantamos de la mesa cerca de la una de la mañana, aún se está sirviendo comida en alguna mesa.


La mañana siguiente la invertimos en planificación. Es ese momento, que llega en todo viaje largo, en el que te sientas con un mapa y una guía delante y se empiezan a definir los tempos, los lugares y las actividades a realizar durante los próximos días. Recorremos unos cuantos establecimientos de alquiler de vehículos comparando precios y seleccionamos una cafetería con wifi como centro de operaciones. Es en este momento cuando el viaje, hasta ahora bastante improvisado, empieza a tomar forma aunando las inquietudes y preferencias de cada uno de los integrantes del grupo. Ciudades, trekkings, glaciares, familia... Hay tiempo para todo, aunque lo cierto es que a pesar de tener cinco semanas, uno comienza a planificar sobre el papel y se da cuenta que hay que seleccionar, priorizar y dejar cosas pendientes para una futura visita. Nunca se sabe.




La tarde la invertimos en subir hasta el Cerro de San Bernardo, un lugar desde el que contemplar unas increíbles vistas de Salta. Aunque se puede subir y bajar en teleférico, elegimos la opción más deportiva y hacemos el ascenso y descenso caminando. En la cima, además de las vistas, existe una cafetería con terraza, unos saltos de agua artificiales y pequeños puestos ambulantes con productos de artesanía local.


A la noche Jordi y Rosa María, los tíos de Nacho, nos invitan a una magnífica cena en un conocido restaurante local. Como no, cena consistente en parrilladas de carne y productos locales. Desde aquí aprovechamos para darles las gracias, no solo por la cena, si no por el magnífico trato que nos han dispensado durante toda nuestra estancia. Nos han hecho sentir a todos, y no solo a Nacho, como parte de su familia. 




Alquilamos un coche para los próximos dos días que utilizaremos para desplazarnos por la zona y conocer alguno de los múltiples lugares de interés que rodean la ciudad de Salta. El primero de esos destinos nos ocupa todo el día siguiente y será la visita a la Quebrada de Cafayate, al sur de la ciudad. Aclarar que aquí se denomina “quebrada” a lo que nosotros conocemos como cañón o desfiladero. En concreto este desfiladero discurre entre las localidades de Cafayate y Salta, paralelo a la Ruta Nacional 68. EL paisaje se ha labrado por el discurrir del río de Las Conchas, esculpiendo la arenisca roja y dejando caprichosas formaciones rocosas. Exploramos diversos puntos de interés que se suceden como la Garganta del Diablo (otra vez), el Anfiteatro, el Sapo, las Ventanas o los Castillos. Los cortes en las rocas permiten apreciar las distintas capas o estratos visibles ahora como consecuencia de los movimientos tectónicos.




Devoramos kilómetro a kilómetro con la misma intensidad con la que se suceden las fotos y los montajes fotográficos. Disfrutamos a cada paso con un paisaje tan diferente y de tanta belleza.


Después de recorrer más de 350 kilómetros regresamos a Salta y nos recomponemos tras haber viajado los cinco en un modesto Chrevolet Classic, quizás algo más justo de espacio de lo que hubiera sido deseable.




Por la noche somos invitados a casa de los tíos de Nacho donde nos esperan con una suculenta cena. A pesar de que el grueso del grupo andamos con pequeñas molestias estomacales, damos buena cuenta de casi todos los suculentos productos locales que nos sirven: guacamole, humitas, empanadas, fiambres, tomates...


Enfilamos nuestro ultimo día en Salta con otra excursión que realizamos por nuestra cuenta en el coche de alquiler. Se trata de la visita a San Antonio de los Cobres, pequeño y típico pueblo del altiplano ubicado a la mayor altitud de todo Argentina, casi a 4.000 metros de altitud sobre el nivel del mar. Para esta excursión sufrimos una baja en el grupo y Aitor nos esperará en el hostel, ya que su estado estomacal resulta incompatible con actividades al aire libre.


El pueblo se ubica en la zona de La Puna, al oeste de Salta. Tradicionalmente se trataba de una ciudad minera y ahora básicamente vive del turismo desde que se agotaran los filones y se cerrara el ferrocarril que subía hasta ella. Con el polvo corriendo por sus calles sin asfaltar, las casas de adobe y sin habitantes visibles, este pueblo adquiere un tinte casi desértico. El sol calienta con intensidad a esta altitud, y esta es también responsable de empezar a sentir, muy ligeramente, los primeros síntomas del mal del altura.




El pueblo es también conocido por ser una de las paradas del Tren a las Nubes. Sin duda el trayecto en tren mas famoso de todo Argentina. Se trata de un tren que sale de Salta hacia El Valle de Lerma. El punto más destacado de este viaje es cuando el tren circula por un impresionante viaducto que salva un cañón desértico en La Polvorilla, a 4220 metros de altitud.


A pesar de su aspecto desértico somos sorprendidos por dos (supuestos) agente de la ley que nos paran para solicitarnos toda la documentación e informarnos que circulamos a contramano (dirección contraria). Digo supuesto porque un peto naranja y una gorra es todo cuanto les identifica. Curioso es también, que en un pueblo sin apenas vehículos, sin asfaltado, sin apenas señalización horizontal nos paren dos agentes de tránsito, máxime contando que circulábamos detrás de un vehículo local. Una experiencia para sumar. 




El ascenso y descenso por carretera desde Salta hasta San Antonio de los Cobres se realiza por la Ruta Nacional 40 y es igualmente impresionante. Gran parte del recorrido se realiza por el fondo de un cañón franqueado por dos impresionantes formaciones rocosas a ambos lados. Nos sorprende que a pesar del poco tráfico que parece que soporta la carretera, esta es de buen tamaño y se encuentra en muy buen estado de conservación. Tan solo un tramo de unos 20 kilómetros que se encuentra en obras nos desvia por un improvisado camino que obliga a bajar considerablemente la velocidad. Menos mal que llevamos los tapacubos del coche sujetos con bridas, si no, dudo que hubiéramos regresado con los cuatro.


Ya de regreso en Salta devolvemos el vehículo de alquiler y recuperamos al quinto integrante del grupo. Esta noche emprendemos el viaje hacia Córdoba y para ello hemos elegido en esta ocasión el autobús como medio de transporte. Se trata de un autobús nocturno con unas butacas que se reclinan hasta quedarse en posición horizontal y hacerse casi una cama. La duración del trayecto es de de algo mas de 12 horas e incluye servicio a bordo de cena. Esperamos que la experiencia sea agradable ya que hemos elegido este medio para desplazarnos en dos trayectos más. Lo bueno es que cubres la distancia durmiendo, invirtiendo el tiempo de dormir en desplazamiento y ahorrándonos una noche de alojamiento. Ya os contaré en la siguiente entrega cómo resulta. 

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8 de noviembre de 2017

La Garganta del Diablo

Pues eso. Que llegamos por los pelos al aeropuerto para coger el vuelo hacia Iguazú, aunque finalmente salimos con retraso. Algo que parece ser bastante común con los vuelos domésticos, aquí en Argentina.


El aeropuerto de Iguazú es muy pequeño y cogemos las maletas casi en la puerta de salida. El vuelo, como siempre, con menos espacio del deseado, pero al ser este un vuelo corto no se hace pesado en exceso. Gracias a la propietaria del apartamento donde nos alojamos, a nuestra llegada nos espera Roberto, un taxista de confianza que será quien nos lleve hasta el pueblo.  Nos da una pequeña vuelta enseñándonos las diferentes zonas, donde comer, donde tomar algo, donde salir... Hay que reconocerle su capacidad y su don de gentes. 

Puerto Iguazú se trata de un pequeño pueblo, que ha ido creciendo a la par que el turismo, y este consiste su motor económico principal.

Apenas las calles principales están asfaltadas, siendo las demás de tierra o de ”ripia” como aquí  le llaman. Sin embargo, nos sorprende comprobar como abundan los restaurantes y bares a lo largo de las calles principales.


Finalizamos el tour en nuestro apartamento. Un pequeño y acogedor edificio de dos plantas, de las cuales ocupamos la primera de ellas. Tenemos incluso un pequeño jardín con césped de un tamaño nunca visto, no por la altura de sus hierbas, sino por la anchura y el grosor de sus hojas.

Una vez instalados, nos dirigimos al centro del pueblo para cenar en alguno de los restaurantes recomendados por nuestro taxista, que será también quien mañana nos lleve a conocer el Parque Nacional de Iguazú.




Amanece el día soleado y despejado. Veinticuatro grados y son apenas las ocho de la mañana. Ingresamos en el parque junto con una cantidad considerable que rápidamente quedarían disueltos en la inmensidad del parque. El parque presenta varios recorridos que se pueden hacer a pie, para conocer tanto la parte baja como la zona elevada de las cataratas. La intención, recorrerlos todos. 

Comenzamos con el recorrido inferior y poco a poco nos vemos caminando a través de una frondosa zona de árboles de gran altura que apenas dejan pasar los rayos de sol hasta el camino por el que discurrimos. Una gran diversidad de especies vegetales se suceden a ambos lados, muchas veces señalizados con sus nombre local y su nombre técnico. Algunos animales comienzan también a ser visibles. La mayoría pájaros, pero sobre los “coatíes”, unos pequeños mamíferos de cola alargada que se acercan hasta los turistas con el único propósito de robarles la comida. Objetivo que conseguirán aunque para ello tengan que pelearse con sus afiliadas uñas con el propietario de las suculentas viandas.


Conforme avanzamos el ruido de los saltos de agua comienza a ser audible y va aumentando en intensidad a cada paso. Las fotos se empiezan a suceder con la misma intensidad que las vistas. El espectáculo natural es maravilloso. La fuerza de la naturaleza se exhibe majestuosa en un día limpio y despejado. 




Las cataratas de Iguazú constituyen uno de los mayores saltos de agua de todo el planeta. A lo largo de sus mas de dos kilómetros y medio de longitud se suceden hasta 275 saltos de agua, a cada cual más impresionantes. El mayor de ellos, y sin duda el más espectacular de visitar por su localización, es la llamada Garganta del Diablo, con más de 80 metros de altura. Es un área protegida declarada Patrimonio de la Humanidad que pertenece Brasil y Argentina, aunque sea esta última la que aglutina más del 80% de los saltos.

Es el río Iguazú el que alimenta esta maravilla natural, con un caudal medio de mas de 1.500 m³ por segundo. Algún año de fuertes lluvias en el que hubo crecida del río Iguazú, el caudal llegó a aumentar hasta los 39.000 m³ por segundo arrasando todas las pasarelas. 


No nos cansamos de disfrutar de cada tramo de pasarela que recorremos, mirando a todos lados y haciendo fotos sin cesar. Seguro que a Mario, el sobrino de Ro, le encantaría estar por aquí, corriendo y mojándose justo en la caída de las cascadas donde nos hacemos una foto.




Así transcurre nuestro día en el parque. Recorremos todos los senderos posibles. Lo único que no podemos recorrer es el camino que discurre por la Isla de San Martín. Una pequeña formación rocosa frente a las cascadas, rodeada de agua del río Iguazú. Si baja mas caudal del habitual, como ocurre en este momento, la superficie de la isla esta anegada por el agua, impidiendo su recorrido a pie.


Sin duda uno de los momentos mas sobrecogedores es cuando nos acercamos hasta la misma caída de la Garganta del Diablo. El ruido es ensordecedor. La fuerza de la caída del agua levanta cortinas de agua constantes que mojan por completo en apenas unos minutos a los intrépidos turistas que hasta allí se acercan.


A lo largo de los viajes, se suceden las ocasiones en las que uno se siente afortunado de poder contemplar paisajes o monumentos únicos. Y este momento , es sin duda uno de ellos. Con esta visita, son ya tres de las maravillas naturales del mundo que he tenido ocasión de visitar: el río subterráneo de Puerto Princesa en Filipinas y la Bahía de Halong en Vietnam fueron las predecesoras a las Cataratas de Iguazú. Quedan cuatro en la lista y sería increíble poder llegar a visitarlas todas.




Agotamos la entrada del parque prácticamente hasta el cierre. Salimos y de nuevo nos espera Roberto, que nos lleva de nuevo al apartamento. Repetimos cena en el mismo local de la noche anterior. En parte por que quedamos más que satisfechos con el servicio y la comida y en parte porque el resto de los restaurantes cuelgan el cartel de completo. Damos cuenta de dos completas parrilladas de carne argentina mientras una cantante local nos ameniza la noche con versiones de conocidas canciones.




El plan de la mañana siguiente, que era visitar el lado brasileño de las Cataratas de Iguazú, se ve truncado por la intensa lluvia que nos obliga a quedaros en el apartamento leyendo, escribiendo y descansando. A mediodía nos recoge nuestro ya conocido Roberto para llevarnos de nuevo al aeropuerto de Iguazú y emprender ruta hacia nuestro siguiente destino: provincia de Salta. Para ello tomamos un avión hasta Buenos Aires y de ahí otro hasta Salta. Con esos dos desplazamientos, y sus respectivos retrasos, invertimos el resto de día hasta nuestro aterrizaje en Salta a última hora de la tarde. Ahí daremos comienzo a las crónicas de otro nuevo destino, en una nueva entrada. Hasta entonces.

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3 de noviembre de 2017

Aire de Tango



Argentina. En esta ocasión este es nuestro destino elegido. Nos enrolamos en esta nueva aventura que nos llevará durante 5 semanas a recorrer el sur del continente americano. Como siempre en estos viajes largos, llevamos un esquema de nuestro viaje, que con toda seguridad se irá modificando una vez estemos sobre el terreno. Permitir que el viaje se vaya dibujando según va avanzando siempre proporciona la opción amoldarse a todas esas sorpresas y sugerencias que sin duda, van a ir surgiendo.


Lo más sorprendente, de entrada, es que los cinco nos hayamos puesto de acuerdo en fechas para coincidir en esta “pequeña” escapada. Lo bueno de viajar en esta fechas es que no suele haber problema a la hora de agrupar las vacaciones y los vuelos tienden a estar algo más baratos que en temporada estival.




Llegamos a Madrid por separado. Nacho y Alejandro, integrantes del comando Tudelano, nos esperan en Atocha, a donde llegamos Aitor, Ro y yo en tren desde Pamplona. Una vez constituido el equipo, emprendemos juntos ruta hacía el aeropuerto de Barajas donde nos aguardan más de 16 horas de viaje. Vuelo con escala en Londres, ciudad en la que comprobamos que la Navidad ya ha llegado. Un gigantesco árbol artificial, adornado con luces centelleantes, nos recibe a la entrada de la terminal. Desde allí embarcamos para realizar vuelo nocturno en el cual cruzaremos el “charco”, llegando a Buenos Aires a primera hora de la mañana, hora local. Recordar a todos los que vayáis a leernos a lo largo de estos días, que aquí tenemos 4 horas menos que en España.


Nuestro paso por Buenos Aires a la llegada va a ser meramente testimonial, ya que sólo lo utilizamos como punto de partida. La ciudad la visitaremos a la vuelta, donde estaremos unos días antes de coger el vuelo para emprender el regreso. El esquema de viaje es recorrer el país de Norte a Sur y una vez lleguemos a Ushuaia, volar de regreso a Buenos Aires donde finalizaremos antes de volver a casa.




A pesar de que solo vamos a estar en Buenos Aires un día, aprovechamos para conocer una parte de la ciudad. Desde nuestro hostel, localizado muy céntrico, recorremos la Avenida de Mayo hasta llegar a la casa Rosada, sede y residencia del Presidente de Argentina. Frente a la fachada trasera se abre la Plaza de Mayo donde se ubica el antiguo Cabildo de la época colonial y la Catedral metropolitana. En el centro de la plaza se levanta un obelisco homenaje a la independencia Argentina y junto a él siguen reuniéndose todos los jueves las Madres de Plaza de Mayo, las madres de todos aquellos que desaparecieron durante la dictadura militar. Rodeamos el edificio presidencial, cuyos jardines se encuentran en obras, para irnos hacia la zona, más nueva y moderna de la ciudad: Puerto Madero. Antiguamente fue una dársena portuaria, reconvertida hoy en uno de los barrios mas caros de todo Buenos Aires. Los antiguos almacenes de ladrillo rojo han sido restaurados y transformados en bonitos pubs y restaurantes y lujosos lofts con terrazas y vistas a los diques. Estos almacenes de arquitectura antigua son el contrapunto de los rascacielos de cristal que se levantan en esta zona.

Uno de los diques se cruza a través de un puente de uno de nuestros arquitectos más polémicos e internacionales: Santiago Calatrava. Conocido como el puente de la mujer, exteriormente tiene forma de arpa o de anzuelo afilado, aunque el creador lo concibió como una pareja bailando un tango, en homenaje a tan famoso baile nacional. Presenta como curiosidad que puede girarse 90º para permitir el paso de las embarcaciones. Y hemos de decir, que en éste se puede caminar sin miedo a resbalarse, ya que el piso es de madera. 




En uno de sus bares a pie de paseo, tomamos unas cervezas locales como celebración de la reciente boda de Nacho. Sirva esta entrada del blog para desearos mucha suerte en esta nueva etapa. ¡ENHORABUENA! Ahora solo le resta hacerse unos videos con la vaca de Grú. Pero esto ya os lo explicaré mas adelante, que vamos a tener tiempo.


Detrás de Puerto Madero recorremos un paseo que bordea la reserva ecológica de Costanera Sur, unos humedales reserva de más de 300 especies de pájaros y otros animales. Al lugar donde nos encontramos se acercan numerosos patos atraídos por los trozos de pan arrojados por los paseantes que se acercan hasta allí para saborear los auténticos “Choripanes”. Puestos itinerantes se suceden cada pocos metros, con improvisadas terrazas y mostradores al púbico a bordo de vehículos que hace tiempo que parecen haber perdido su condición.




Poco a poco regresamos caminando por las calles del centro. Encontramos un espectáculo callejero de tango, alrededor del cual se arremolinan varias decenas de turistas para contemplar el baile y fotografiarse con los bailarines.

Llegamos hasta la avenida principal del 9 de Julio y cruzamos por la Plaza de la República, donde se erige un gran obelisco. 

Cenamos en una famosa pizzeria frecuentada por famosos: “Guerrin”. Dos pizzas grandes se apoderan de nuestro apetito no pudiendo dar cuenta de todas sus porciones. 

A pesar de ser noche de Halloween, regresamos cansados al hostel como para que haya más celebración.




Iniciamos el nuevo día temprano, con una excesiva tranquilidad que nos lleva a tener unos momentos de apurada tensión para alcanzar a tiempo el aeropuerto nacional Jorge Newbery, desde el cual tomaremos un vuelo para llegar a Iguazú, primera etapa de este viaje. Pero ese lugar y sus maravillosas cataratas merecen ser objeto de una nueva entrada. Hasta entonces.  





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27 de mayo de 2017

Últimos pasos por la gran manzana.

Poco a poco el viaje va tocando a su fin. Echo la vista atrás y me parece increíble que haya pasado ya una semana entera. Pero así es. Siempre que salgo fuera, los primeros días transcurren de una manera lenta pero conforme estos van pasando soy consciente de que el tiempo transcurre mucho más deprisa. Una vez que te haces al lugar y a su gente es inevitable que incluso una pequeña rutina te invada. 


Hoy afortunadamente no madrugamos y aprovechamos para descansar después de la paliza que supuso nuestro viaje a la ciudad de Washington. Preparamos la comida y nos dirigimos a Central Park para un improvisado picnic. A pesar de que el día no es especialmente soleado comprobamos como los neoyorquinos siguen haciendo uso de este parque intensamente. No deja de resultar paradójico que se levanten la máxima cantidad de edificios posibles y que todo el suelo disponible se construye, pero que después se aferren a este reducto de naturaleza como si fuese su bien más preciado. ¿No sería mejor entonces hacer un crecimiento más sostenible e integrado con la naturaleza? Queda claro que nos aporta muchos beneficios y que la buscamos para descansar, desconectar, hacer deporte... Ahí queda mi reflexión.


El plan para hoy es visitar el museo metropolitano de Nueva York, otro de los imprescindibles en una visita a esta gran urbe. Y la verdad  es que no decepciona. Si es cierto que este tipo de museos, al igual que el British Museum en Londres o el Museo del Louvre en París despiertan en mí sentimientos encontrados, ya que, es inevitable sentir el expolio que se ha realizado en los países de origen para conseguir estas colecciones. Aunque por otra parte, hay que ser realistas y decir que de no haberse recuperado a tiempo algunas piezas, éstas no existirían hoy ya en sus países de origen.

Las zonas dedicadas al arte egipcio y romano son impresionantes, con multitud de esculturas, utensilios de la vida diaria e incluso templos completos que fueron desmontados piedra a piedra y vueltos a reconstruir en el interior de este gigantesco edificio. 


Invertimos todo el mediodía y parte de la tarde en explorar la mayoría de las salas de este edificio, situado en el medio este de Central Park. 


Vamos ahora a disfrutar de una vista diferente de la ciudad de Manhattan a bordo de un teleférico, no muy conocido para los turistas. Se trata como os digo de un teleférico que pertenece a la red de transporte público local y que sirve para transportar a los neoyorquinos desde la isla de Manhattan hasta la isla Roosevelt situada en mitad del East River. Esta isla se encuentra localizada entre Manhattan y El Barrio de Queens. Como todo suelo disponible es poco, la isla esta densamente poblada y edificada, la mayoría con edificios de alquiler o viviendas de protección social. El trayecto apenas dura cinco minutos pero ofrece unas vistas de la zona este de Manhattan espectaculares. Hacemos el trayecto de ida y vuelta disfrutando de las vistas a ambos lados de la línea del teleférico. Divisamos el edificio de las Naciones Unidas y al fondo una bonita imagen del edificio Chrysler. Resulta curioso como la cabina pasa muy cerca de varias torres de rascacielos y al pasar, se pueden ver los baños y dormitorios de la gente que vive allí. Imagino que nadie pensaría en no tener privacidad viviendo en un piso 25.


Desde la zona este de Manhattan nos dirigimos ahora al barrio de Chelsea justo en la zona oeste. Allí vamos a recorrer lo que sería el equivalente a una vía verde urbana. Se trata del antiguo trayecto elevado de un tren que recorría Manhattan y que tras haber sido desmontado se ha aprovechado su recorrido para hacer un parque lineal. Se concibió como una pasarela verde elevada y parque sobre los raíles de una antigua vía ferroviaria. Aprovechando que el sol ha salido y que es media tarde, el trayecto se encuentra abarrotado de gente. Peatones que lo hacen en ambos sentidos y multitud de gente sentada o tumbada en los pequeños parques, asientos y tumbonas que se encuentran diseminados por todo el recorrido. En esta ciudad vemos como cualquier pequeño trozo de césped es aprovechado por sus ciudadanos para sentarse a trabajar con el ordenador, descansar o realizar actividades al aire libre. 

La verdad es que con esta iniciativa han conseguido una pequeña vía de escape natural en el interior de la isla de Manhattan, completamente rodeado de mastodónticos edificios. 


 

Y así caminando llegamos a otro de los lugares emblemáticos de este barrio que es del mercado de Chelsea. Se trata de un mercado en la planta baja de un gran edificio en el que abundan principalmente tiendas de alimentación y pequeños restaurantes. La peculiaridad del lugar, además de la belleza arquitectónica, reside en su oferta multicultural ya que se pueden encontrar comidas y especias de prácticamente todos los lugares del mundo. 


 Nos perdemos entre sus tiendas y locales hasta que emprendemos el regreso en metro al apartamento. Hacemos nuestra última compra de comida en el supermercado de la cadena Key Food que tenemos al lado de la estación de metro donde salimos y que ha sido nuestro lugar de compra habitual. Cómo siempre, el supermercado se encuentra refrigerado en exceso, lo cual agiliza el proceso de compra y creeemos que el grado de conservación de las cajeras.


Os emplazo a la última entrada de este viaje para saber como termina nuestra aventura por las Américas.



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26 de mayo de 2017

No hay garajes en Nueva York.

Cambiamos el título de la canción de Mecano No hay marcha en Nueva York, por este otro, mucho más apropiado. Es algo que nos ha llamado profundamente la atención desde que llegamos. ¿Dónde aparcan los coches los más de 1.600.000 habitantes de la isla de Manhattan? Poco a poco vamos resolviendo dudas. Y es que un 70% de sus habitantes carecen de vehículo. La mayoría de los edificios son muy antiguos y carecen de garaje en los bajos. Además el subsuelo de la isla de Manhattan es de roca lo que hace muchas veces muy difícil su excavación. Los edificios construidos más recientemente o los de las zonas más caras de la ciudad sí que poseen garaje. Pero aquí la mayoría de la gente hace sus trayectos en transporte urbano. Además los impuestos que hay que pagar por circular dentro de la gran manzana son muy altos lo que hace que, en la práctica, tener un coche aquí sea considerado como un artículo de lujo. 


La entrada del blog de hoy aglutina lo que hemos hecho en dos días ya que por motivos logísticos no me ha sido posible actualizarlo diariamente. La mañana del miércoles la hemos invertido en visitar el MoMA, el museo de arte moderno de Nueva York. Se trata de un moderno edificio cerca del Rockefeller Center, entre la quinta y la sexta avenida. Es un edificio que ha sufrido sucesivas ampliaciones conforme el museo ha ido ganando importancia. Lo más destacado del museo son los Picassos, entre los que se encuentra Las señoritas de Avignon, y famosas obra de Van Gogh como La noche estrellada. Tenemos una breve discusión sobre sí los cuadros que vemos son los originales o son reproducciones que tiene el museo para exhibición ya que los medios de seguridad que hay en las salas de exposición son bastante escasos. Hay bastantes cuidadores en la salas de exposiciones, pero que difícilmente pueden hacer algo si alguien quiere tocar un cuadro o si desea dañarlo deliberadamente. De hecho delante de nosotros una persona toca con el dedo un Picasso para ver si era en relieve o plano sin que nadie le haya evitado poder hacerlo. 

El resto de la exposición no nos deja indiferentes. Con esto del arte moderno muchas veces no sabes si realmente lo que estás contemplando es arte o si estás en un video de cámara oculta y te están poniendo a prueba. Lo de colgar un lienzo completamente en blanco en una pared y pretender darle un significado artístico se me antoja bastante ambicioso. Pero a juzgar por la gran cantidad de gente que lo visita, más de dos millones y medio de visitantes cada año, está claro que es un museo que no pasa desapercibido y que es considerado como un referente artístico mundial y un museo de los obligada visita en New York. 


 

Comemos un improvisado picnic en una plaza frente al museo. Ahí sacamos nuestros tuppers y nos camuflamos con el resto de neoyorquinos que comen de la misma manera. Se nos antoja un poco triste el tener que trabajar y disponer tan solo de un breve espacio de tiempo para salir a comer algo rápido sentado en un banco para luego volver a reincorporarte al trabajo. En España tenemos una cultura mucho más ordenada y placentera con respecto a la comida. 


Caminamos hasta Central Park y allí cogemos de nuevo el metro para acercarnos hasta el barrio de Harlem. El plan es localizar alguna iglesia para asistir al servicio de los miércoles por la tarde y poder ver una misa góspel. Nada más salir de la boca del metro vemos como el barrio ha cambiado por completo. Las entradas y las salidas del metro de Nueva York muchas veces te hacen sentir que estás inmerso en algún programa del tipo lluvia de estrellas ya que entras en un barrio con unas características concretas y sales en otro completamente diferente. En este caso salimos en un barrio de casas bajas que no ocultan pertenecer a una clase social más baja y en el que el 95% de las personas que pasan por la calle son de color. Nos sorprende la gran cantidad de peluquerías y salones de belleza que pueblan los bajos comerciales de algunos inmuebles, lo cual deja ver la importancia que le dan a la estética los afroamericanos.


Localizamos la iglesia de "Greater Refuge Temple" que tiene servicio a las 18:45 y hacemos tiempo paseando por las calles de este característico barrio. Una vez en la iglesia comprobamos que más de la mitad de los asistentes son turistas que al igual que nosotros se acercan con curiosidad a contemplar uno de estos originales servicios religiosos. Estas celebraciones pueden durar entre dos y tres horas, sobre todo los domingos que es el día grande para ellos. La que se celebra hoy miércoles es una especie de ensayo o preparativo.  


 

La misa no deja de ser peculiar. A pesar de que todos tenemos una idea de estas misas al haberlas visto en televisión o en películas, lo cierto es que no dejan de sorprender vistas en directo. El pastor viste de calle. La vistosas vestimentas de las muleras. Pero sobre todo lo participativas que las hacen. Se suceden toda clase de cantos, himnos, gritos espontáneos de ¡Hallelujah! y la participación de personas del público que salen a contar sus experiencias personales y de cómo encontraron a Dios. Además, dos personas traducen todo lo que se dice al español y después al francés, con lo que si ya escucharlo una vez en su idioma original es largo, imaginad si hay que esperar a que todo se traduzca doblemente.

Tras más de una hora sienta-levanta, levanta-sienta, aprovechamos que una de las participantes pide colaboración para que el público salga al escenario con ella para hacer "mutis por el foro" (nosotros y la mitad de los allí presentes que huyen en desbandada). Hemos tenido suficiente con esta experiencia religiosa, y con el "cante" que daba el que teníamos sentado delante nuestra. 


Finalizada nuestra incursión en el barrio de Harlem cogemos el metro para volver temprano a casa ya que mañana tenemos un madrugón importante para visitar la ciudad de Washington. 


Y así llegamos al siguiente día, jueves. Y cuando digo madrugón me refiero a levantarnos a las 3:30 de la mañana ya que a las seis tenemos que estar cogiendo el autobús de línea que nos lleva de New York a Washington. Como la frecuencia del metro por la noche disminuye y casi tenemos una hora hasta la parada del autobús salimos a las 4:30 de la apartamento. El día con el que nos levantamos es bastante desapacible y llueve intensamente. La parada del autobús es al aire libre por lo que tenemos que hacer frente a las inclemencias del tiempo mientras esperamos para poder montarnos. Nos llama poderosamente la atención como el autobús se encuentra en la parada 20 minutos antes, con el conductor y el personal que lo atiende en el lugar, pero no son capaces de abrir para que la gente pueda subir y esperar dentro sin mojarse. 


 

El viaje en autobús son cuatro horas y media. Como hemos dormido poco, el viaje de ida lo hago prácticamente durmiendo. Rober me acompaña, mientras Ru vigila. Viajamos en la parte de abajo de un autobús de dos pisos y se agradece que vaya lleno a la mitad, lo cual nos la posibilidad de no llevar acompañante en el asiento de al lado y poder disfrutar de un poco más de espacio durante el viaje. Así que debo decir que prácticamente no me he enterado del desplazamiento. Durante todo el trayecto llueve intensamente, pero afortunadamente deja de llover a nuestra llegada a Washington. Y no solamente deja de llover sino que el sol nos acompañará ante buena parte de la jornada. 

Desde la estación podemos acercarnos a pie a todos los lugares, monumentos y museos que queremos visitar, ya que estos se encuentran muy céntricos y próximos entre sí, en la zona denominada "National Mall". Pasamos por las Corte Suprema de Estados Unidos y la biblioteca general del congreso. llegamos hasta el Capitolio, majestuoso e impresionante edificio sede de las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos. Es un claro ejemplo del Neoclasicismo arquitectónico estadounidense. Rodeamos el edificio y llegamos hasta la inmensa explanada ajardinada que conecta con el memorial a Lincoln. En este largo paseamos dejando a un lado y a otro los múltiples museos que se encuentran en la ciudad de Washington D.C. Destacar que la mayoría de ellos son de entrada gratuita. En este trayecto pasamos por el gigantesco obelisco homenaje a George Washington y desviándonos hacia la izquierda nos acercamos hasta visitar los exteriores La Casa Blanca. 

Se suceden los monumentos de recuerdo a los soldados americanos caídos en las diferentes guerras en las que Estados Unidos ha participado, como por ejemplo la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea. Agradecemos que el buen tiempo nos acompañe durante esta visita a pie ya que lloviendo no hubiéramos podido visitar los diferentes monumentos. 

Comemos sentados en las escaleras del monumento a Abraham Lincoln junto con la inmensa cantidad de visitantes que se concentran en estos momentos. Contemplamos desde la escalinata el lugar en el que Martin Luther King proclamó su famoso discurso "I have a dream" el 28 de agosto de 1963, durante la Marcha en Washington por el Trabajo y la Libertad. Abruma imaginar los miles de personas que abarrotaron el vasto espacio que se abre ante nosotros. Disponemos de tiempo hasta las 17:30 de la tarde para visitar el museo del espacio y de la aviación y ponernos en contacto con la aeronautica y la evolución de la historia espacial de la humanidad y en concreto de los Estados Unidos. 


 

Como si hubiéramos contratado el tiempo para la excursión, comienza a llover intensamente de nuevo cuando emprendemos el regreso a la estación de autobús.  Aunque llegamos bastante mojados a la misma,  agradecemos que nos haya respetado el día. 

El viaje de vuelta en autobús no se va a hacer tan cómodo como el de ida. Salimos con 45 minutos de retraso, el autobús va completamente lleno, llueve intensamente todo el camino de regreso y el conductor ha debido obtener el permiso de conducir en la tómbola de los camellos. Durante las cuatro horas y media de retorno se suceden tal cantidad de acelerones y frenazos que hacen prácticamente imposible cualquier actividad a bordo. Ya para rematar, el aire acondicionado está a su máxima intensidad obligándonos a ponernos toda la ropa que llevamos encima y aún así, pasado frío.


Y así, congelados y mareados, llegamos a Nueva York a las 00:30 de la noche. Solo nos resta coger de nuevo el metro para llegar a la apartamento. Tras casi 23 horas en pie damos por finalizado este largo día, pero contentos a pesar del cansancio ya que la visita nos ha gustado mucho. 


Vamos enfilando la recta final del viaje. Aún nos quedan dos días completos y esperamos aprovechar al máximo para ir cerrando todas las cosas que teníamos revisto ver.


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24 de mayo de 2017

Contrastes.

Así es. Además de ser la ciudad que nunca duerme, New York es una ciudad de contrastes. Y para ver alguno de esos contrastes hoy vamos a realizar por la mañana una excursión que lleva precisamente ese nombre. Así que madrugamos de nuevo. Comenzamos a la 08:45 en la séptima avenida, con lo que para las siete y media estamos ya montados en el metro. Se nota que es primera hora y los vagones van congestionados. Encontrar sitio para sentarse es imposible y es necesario empujar para conseguir que cierren las puertas.


Llegamos puntuales a nuestra cita y nos juntamos con el resto de personas que esperan para la realización de alguno de los múltiples tours que se ofertan. Poco a poco todos van encontrando el suyo hasta que el nuestro es el último en salir. Con otras 10 personas nos introducimos en un microbús que nos va a llevar por diferentes zonas fuera Manhattan durante las próximas horas.


 

La idea es conocer otras realidades de la ciudad de Nueva York, que pasan desapercibidas en la isla de Manhattan, y desmontar también algunos clichés que se han quedado anclados a algunos barrios.


Recorremos Manhattan hacia el norte paralelos al río Hudson, y contemplamos el complejo residencial de apartamentos residenciales Trump. Ya os imagináis quien es el propietario. Divisamos también el famoso Cotton Club del barrio de Harlem. Mítico lugar de música en vivo donde actuaba gente de color, regentado por gente de color pero solamente de acceso a personas blancas. Discriminacion dentro de los discriminados. Curiosidades de la historia.


Salimos de la isla de Manhattan por la zona norte cruzando el río Harlem y visitamos en primer lugar el Bronx. Es un condado del estado Nueva York y uno de los cinco distritos metropolitanos que forman la ciudad de Nueva York. La historia cinematográfica reciente se ha encargado de vendernos este lugar como oscuro, peligroso y sede de peleas entre pandillas. Un sitio en el que hasta la policía teme entrar. Pero eso es algo que ha cambiado radicalmente. Evidentemente hay zonas más peligrosas, pero como se pueden encontrar en cualquier otro barrio. 

Este es también el lugar de nacimiento del rap, del graffiti y el hip hop. Visitamos los exteriores del recientemente renovado estadio de los Yankees, equipo de béisbol profesional de Nueva York. Paseamos entre las diferentes zonas, contemplando multiples graffitis que van contando hechos importantes de la historia del barrio y que muchos de ellos se han convertido en memoriales de pandilleros fallecidos en peleas callejeras. Comprobamos como hay zonas caras y lujosas con grandes casas y cuidados jardines y otras mas pobres y deprimidas. Visitamos la comisaría de policía conocida como Fuerte Apache (donde se rodó la famosa película de Paul Newman del mismo nombre).


 

Continuamos después hacia el barrio de Queens al que accedemos cruzando el puente Whitehall. Antes de cruzar el puente pasamos junto a la academia privada de vuelo donde los 19 terroristas de AlQaeda que planificaron y perpetraron los atentados del 11S recibieron su instrucción de vuelo.

Visitamos la zona residencial de Malba, con sus impresionantes mansiones. Llegamos hasta el Flushing Meadows's Corona Park, sede de las dos exposiciones universales que ha habido en la ciudad de Nueva York. Quizás, para muchos de nosotros, es un escenario mucho más conocido por ser el lugar donde se rodaron varias escenas de la película "Men In Black". Cerca del parque está también el Estadio de los Mets y el Estadio Nacional de Tenis.


Nos dirigimos por último a Brooklyn donde recorremos un pequeño barrio conocido como La Pequeña Delhi. Como su propio nombre indica, aquí se concentra la población india de la ciudad de Nueva York. La capacidad de transformación es completa en estos barrios. De repente todos los comercios, las tiendas, los carteles, las personas y su indumentaria nos trasladan a cualquier barrio de cualquier ciudad de la India.

Por último nos acercamos hasta el barrio judío de Williamsburg, considerado la segunda comunidad judía ortodoxa más grande del mundo. El cambio de cultura, religión, costumbres y estilo de vida es brutal. La comunidad ortodoxa es una de las más extremas en la aplicación de la religión. Las niñas son desposadas entre los 14 y los 18 años, momento en el que se afeitan la cabeza y a partir de entonces portarán peluca toda su vida. La mujer no debe ser alguien deseable, sino cumplir su único objetivo que es procrear y cuidar de los hijos. Evitaré mis comentarios a este respecto. Pero me resulta incomprensible que hoy en día haya gente que elija este modo de vida, si es que realmente son libres para poder tomar esta decisión.


 

Terminamos nuestro tour en la entrada al puente de Brooklyn justo a la hora de comer. Aprovechando que el día ha mejorado con respecto al de ayer y no llueve, lo recorremos de nuevo a pie. Hoy podemos observar todo el skyline de la isla de Manhattan al completo y se nota también en el considerable aumento de peatones y ciclistas que lo cruzan.


Comemos en un pequeño restaurante italiano en el distrito financiero de Manhattan, ya una vez cruzado el puente. Pasamos gran parte de la tarde de compras. Primero en Disctrit 21, un conocido outlet y después por el comienzo de la avenida Broadway.


Desde un extremo de Battery Park, zona más al sur de la isla de Manhattan, justo donde se abre ante nosotros la bahía Tomamos el ferry gratuito que conecta la isla de Manhattan con State Island, otro de los cinco distritos metropolitanos de la cuidad de Nueva York. Hacemos el viaje de ida y vuelta, con objeto de ver la estatua de la Libertad, ya que este ferry pasa muy cerca, y ver la silueta de manhattan con sus rascacielos desde la bahía. Cada trayecto no lleva más de 20 o 25 minutos.  


Regresamos en nuestra ya conocida línea de metro, hacemos algo de compra y cenamos en el apartamento. Hasta aquí un día en el que hemos conocido un poco más de la realidad de esta ciudad. Debo decir que me esta gustando conocerla, pero tengo claro que no es un lugar que elegiría para vivir. El guía de esta mañana ha dicho una frase con la que estoy completamente de acuerdo: "Nueva York no es ni fea ni bonita. Es una ciudad llena de cosas curiosas que se han encargado de vendernos a través de la televisión". 


 

El nivel de ruido y de estrés que hay en esta zona es constante. Hay que reconocer que la diversidad y la oferta de actividades culturales es tremenda, pero por contra se sacrifican otros aspectos como la tranquilidad, la naturaleza, la posibilidad de realizar deportes al aire... etc. Aspectos a los que me he acostumbrado y me costaría mucho renunciar porque creo que son los que verdaderamente aportan calidad de vida.

En cualquier caso, es un lugar que hay que visitar. Un lugar que hay que conocer para poder tener forjada una opinion y explorar otras formas de vida, cultura y comportamiento humano.


Podremos decir que hemos atravesado ya el ecuador de viaje, pero que aún nos quedas un montón de visitas y experiencias que os seguiré contando por aquí.

¡Hasta la siguiente entrada!



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