11 de septiembre de 2016

Últimos días en Escocía

Finalizamos la anterior entrada aparcados en un parking de larga estancia en Fort William. Y en ese punto amanecemos. Alberto se encarga de gestionarnos el plan para hoy. Él (y su inglés) se las apañan para conseguir entradas para hacer una excursión en el Jacobite Steam Train. Un auténtico ferrocarril de vapor a la antigua que ha sido declarado por la revista Wanderlust como el recorrido más espectacular en tren del mundo.
El trayecto del Jacobite Steam Train comienza a las 10:20 de la mañana y termina a las 12:25 en un precioso pueblo costero llamado Mallaig. Por la tarde regresa a las 14:10 de este pueblo y llega de nuevo a las 16:00 a Fort William. Hay que destacar que el punto de partida del recorrido es a los pies de la montaña más alta de toda Gran Bretaña y que su vía circula paralela al Loch Morar, el lago de agua dulce más profundo de Gran Bretaña. Otro tramo que hay que resaltar durante este viaje, es cuando cruza el viaducto de Glefinnan, el viaducto que ha hecho famoso las peículas de Harry Potter, ya que es el tren y viaducto que atraviesan los jóvenes magos que van al castillo de Howarts. El interior del tren es todo de madera y es curioso comprobar cómo, al igual que antaño, los túneles que atravesamos se llenan de humo al pasar por ellos.

Viaducto de Glefinnan
En el pueblo de Mallaig no tenemos mucho tiempo, pero aprovechamos para dar un paseo por el puerto, ver el atraque de un gigantesco ferry y degustar el famoso "Fish and chips" en uno de los muchos locales que se abren ante la gran afluencia de turistas que trae cada día este tren.

Una vez de vuelta en Fort Wiliams emprendemos camino hacia unas cascadas de agua cercanas, a los pies del Glenn Nevis, la montaña más alta de Gran Bretaña de la que hablábamos antes. Y después de aquí enfilaremos el camino hacia Edimburgo, donde ya devolveremos la que ha sido nuestra casa rodante durante 7 días. No haremos todo el camino seguido, sino que llegamos hasta el pueblo de Tarbet donde dormimos en un bonito paraje frente aún embarcadero del lago Lomond. Y al día siguiente desde allí rodamos las últimas millas hasta el local de alquiler de la autocaravana. Como si fuéramos un equipo de boxes de una escudería de fórmula uno, realizamos todas las tareas previas a la devolución: hacer maletas, vaciar armarios, limpiar, vaciar water químico, vacías aguas sucias y repostar combustible. Todo en un tiempo récord para estar devolviendo la autocaravana a las 11:15 bajo un intenso aguacero. Ahora se trata de que en la revisión que realiza el personal de la empresa de alquiler no encuentren ningún desperfecto, que descontarían de la fianza de 1000 libras que hemos depositado. Hay un pequeño momento de tensión cuando detectan un plástico de la esquina del guardabarros trasero que esta rajado uno 3 cms, pero que finalmente no le dan importancia.

Royal Mile
 

Ya desprovistos de nuestro caparazón rodante, nos dirigimos en taxi hasta Edimburgo, donde pasaremos los tres días restantes hasta nuestra vuelta a España. De alojamiento hemos reservado un pequeño apartamento relativamente cercano al centro, a unos 10 minutos andando de la zona de Grassmarket y unos 15 del castillo. Ningún lujo, pero muy correcto para el uso que le vamos a dar, que es básicamente dormir.

La primera tarde la invertimos en familiarizarnos con el la arte más céntrica de la ciudad, la Old Town. Plano en mano nos movemos por sus calles principales pasado por la animada zona de Grassmarket, con sus pubs y sus restaurantes, para llegar y recorrer la famosa Royal Mile. Es la artería principal de la Old Town y conecta el Castilo de Edimburgo con el Palacio de Holyrood. En realidad la calle no se llama Royal Mile, sino que es la suma de varias calles que se suceden unas a otras en línea recta, pero que es conocida porque es lo que da valor a una Milla Escocesa, 1800 metros (algo más que una milla británica) y que es la distancia que separa ambos monumentos que antes os he nombrado.

También cruzamos por el puente que nos lleva a la New Town y caminando llegamos hasta la colina de Calton Hill, al final de Princes Street, donde visitamos los monumentos que por ella se despliegan: el Monumento Nacional, el monumento al almirante Horatio Nelson, un observatorio astronómico (muy útil en una ciudad casi siempre cubierta de niebla, según nos comentan en uno de los tour guiados). A este conjunto de monumentos se le conoce con el apodo de "La Atenas del Norte" debido al estilo escultórico con el que fueron edificados.

El día siguiente será un día completamente cultural, o como nosotro le hemos llamado, un "Maratour", un maratón de tours. Realizamos por la mañana un free tour (tour gratuito) de la empresa Sandeman´s por toda la ciudad, de unas 3 horas de duración. Después realizamos el tour del castillo de Edimburgo, de unas dos horas de duración, más la visita libre al castillo. Y por último finalizamos con un tour nocturno de dos horas sobre "El lado oscuro de Edimburgo". Los tres realizados con la misma empresa y que desde aquí aprovechamos para recomendar ya que aportan un valor añadido a la visita de la ciudad y sus monumentos. Quizás el que ha sido más pobre ha sido el del castillo, pero los otros dos, merecen la pena encarecidamente. Si tenéis ocasión de tener como guía a Pascual, seréis afortunados, porque es un auténtico "crack".

Vistas desde Canon Hill
 

Edimburgo es ciertamente una ciudad con una historia apasionante. Historia que está por todos lados. Todas sus calles, sus monumentos, sus edificios te cuentan un poco de la ciudad. Está repleta de callejones adoquinados y oscuros rincones que fueron escenario de las más terribles historias. Preciosos jardines y cuidados cementerios abiertos las 24 horas, donde la gente acude para hacer actividades cotidianas como pasear, leer, escribir o incluso botellón. Como dicen aquí, la muerte convive entre los vivos. La mayoría de los muestro son gratuitos, algo que contrasta con el elevado precio de la entradas que hemos pagado por visitar todos los castillos que hemos ido narrando en el blog.

Si algo merece una especial atención es el castillo de Edimburgo. Monumento que por su ubicación se divisa desde toda la ciudad. Esta imponente fortaleza se levanta sobre la colina de Castle Hill, justo encima de un antiguo volcán ya extinguido. Es uno de los monumentos más visitados de todo Escocia y el Reino Unido. El castillo está formado por numerosas construcciónes, algunas anexas entre sí, otras independientes. Edificios de diferentes épocas que dejan constancia de la evolución que el castillo ha sufrido a lo largo del tiempo. La más antigua de todas ellas se encuentra en la zona superior o castillo antiguo y es una pequeña capilla (Capilla de Santa Margarita) que data del siglo XII, y que no solo es el edificio más antiguo del castillo sino de todo Edimburgo.

El tour nocturno del lado oscuro lo realizamos bajo unas condiciones climáticas un tanto adversas, pero muy comunes en esta ciudad. Lo cual aporta un poco más de dramatismo al ya de por sí mucho que aporta nuestro guía Pascual. Nos irá llevando por diferentes lugares de la ciudad en los que ocurrieron episodios de la historia más negra de esta ciudad. Muy recomendable si se quiere conocer la ciudad desde otra perspectiva y alguna que otra historia no tan conocida.

Panorámica de Edimburgo
En un pub local Rocio y yo nos atreveremos a degustar el plato típico escocés: el Haggis. Plato que consiste en un pesado embuchado realizado con vísceras de cordero u oveja (pulmón, estómago, hígado y corazón) mezclado con cebolla picada, harina de avena, hierbas y especias, todo ello embutido dentro del estómago del animal y cocido durante varias horas. Una vez cocido se abre y se sirve con puré de patata y de boniato. Y para ser sinceros, a pesar de lo poco apetecible que pueda sonar la descripción, está francamente bueno. Todo el mundo coincide en que es bastante parecido a una morcilla.

Yate Britannia
 


La mañana del último día la utilizaremos en visitar el Britannia, el que fuera durante 43 años el yate de Estado o de representación perteneciente a la Corona Británica. Está en desuso desde el año 1997 y desde entonces se puede visitar como un museo flotante. Durante la visita se puede hacer uno una pequeña idea del lujo que rodea a la familia real Británica, como por ejemplo el hecho de que el equipaje de la reina pese 3 toneladas o que el séquito de personas que le asisten personalmente en un viaje rondaba los 45. Sorprende el buen estado de conservación del mismo, a pesar de que casi han pasado 20 años desde que perdió su función de embajador de los mares.

Ya por la tarde sólo nos restará hacer alguna pequeña compra y despedirnos del viaje y de la ciudad. Todos coincidimos en la sensación de que ha sabido a poco, de que los días se han pasado demasiado rápido y de que como todas las vacío es, éstas debieran durar más. Pero, para pode irse a un nuevo destino, primero hay que volver, y eso es lo que haremos durante todo el domingo: primero taxi al aeropuerto, después avión Edimburgo-Madrid, seguiremos con cercanías a la estación de Atocha, tren de Madrid a Pamplona, y por último taxi de la estación a casa. Todas los finales de viaje tienen un punto triste y este podemos decir que un poco más. Pero la vida continúa y os animo desde aquí a leerme en el próximo viaje, que aún ni siquiera está en proyecto.

Vista del Castillo de Edimburgo desde Grassmarket
Desde estas líneas agradecer a mis tres compañeros de viaje la experiencia, su paciencia y buena disposición. A Ro además agradecerle todas las fotos que ha hecho durante el viaje, y prácticamente todas las que aparecen en el blog. A Lore por vencer su miedo a volar y demostrar que lo que uno se propone, se puede. Y a Alberto, que está aficionando a los viajes y que no haya tres sin cuatro. Y como no, a todos los que me habeís seguidos y habeís disfrutado un poquito de Escocia leyendo nuestras andanzas.

Hasta el siguiente.

¡Ese equipo de viaje!
 



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8 de septiembre de 2016

Isla de Skye

Hasta ahora no hemos hablado de las carreteras escocesas y a tenor de los acontecimientos se merecen una mención. Están bien conservadas, pero lo cierto es que han escatimado hasta el último centímetro de anchura. Los arcenes no los conocen y la línea blanca que delimita el ancho de la calzada (cuando existe) está justo en el borde extremo del asfaltado. Mantener la autocaravana centrada en el carril, con apenas unos centrimetros de espacio libre entre cada lateral y su correspondiente marca vial, se convierte en una tarea mezcla de pericia y concentración que requiere de la máxima atención. Si a eso le sumamos los siete metros y medio de largura de nuestro vehículo hace que uno tenga la sensaciuón de estar conduciendo un autobús en una pista de karting. Los camiones y autobuses que nos cruzamos en sentido contrario lo hacen a toda velocidad, desafiando la anchura de la carretera y pareciendo literalmente imposible que haya espacio para ambos. Agarras fuerte el volante, intentas orillarte lo máximo posible al lateral izquierdo (recordad que aquí conducimos por el otro lado) y casi estás tentado de cerrar los ojos y gritar ¡qué sea lo que Dios quiera! 
A pesar de todos esos condicionantes he de decir, que tanto Ro como yo nos manejamos bastante bien con la conducción, no sin oír las advertencias y sugerencias de nuestros pasajeros traseros.

Seguimos en nuestro recorrido por tierras escocesas dirección a la renombrada isla de Skye. Digo renombrada porque desde que Ro me envió hace años una foto de esta isla, la he visto en reportajes, fotos, artículos y guías de viaje en multitud de ocasiones. No sé si es que ahora es más conocida o si una vez que tienes un destino en mente estás más atento a cualquier información que pueda salir.

Castillo de Eliean Donan
De camino paramos en uno de los castillos más impresionantes de toda Escocia. El castillo de Eilean Donan. Ubicado en una localización privilegiada, no en vano ha sido escenario de varias películas como "Los inmortales", "Braveheart" o "El mundo nunca es suficiente". Se encuentra erigido en una pequeña isla del mismo nombre ubicada en la confluencia de tres grandes lagos: el Duich, el Long y el Alsh. Tiene comunicación directa y navegable con el océano atántico a través del lago Alsh. A la pequeña isla solo es posible acceder a través de un pequeño puente de piedra, lo que hacía la fortaleza prácticamente inexpugnable. El castillo aún se usa eventualmente como residencia, lugar de celebración de actos oficiales y bodas y para rodajes de anuncios, series y películas.

Continuamos hacia Kyle of Lochalsh, lugar donde se encuentra el puente para cruzar hasta la isla de Skye. Antes de la construcción del puente la única manera de cruzar era en barco o en ferry, opciones que siguen existiendo a día de hoy. Su construcción debió ser polémica según leemos. Los días de mucho viento el puente permanece cerrado al tráfico por precaución y tan solo es posible acceder por barco.

Puerto y bahía de Portree
Una vez nos adentramos en la isla, el paisaje se vuelve especialmente verde, aún más si cabe. La carretera discurre paralela a la costa en muchos trayectos o bordeando entradas de mar en la isla. Vemos las famosas "Cuillins", que son pequeñas montañas redondeadas cubiertas completamente de un manto alfombrado verde. El césped en esta isla lo recubre todo y no sabemos de qué manera éste se mantiene corto y uniforme. Continuamos nuestra subida hacia el norte de la isla y llegamos al pequeño pueblo pesquero de Portree. Su bahía y su puerto con forma de media luna están rodeados de pequeñas casas de pescadores pintadas de diferentes colores. Los restaurantes locales para comer el pescado recién pescado se amontonan en la parte baja del puerto, donde apenas se ven sitio libres.
Damos una pequeña vuelta de reconocimiento y enseguida llegamos a la plaza central del pueblo. Seguimos con nuestra degustación de cervezas locales en un par de bares: uno en la plaza del pueblo y el otro en una cuesta con vistas al puerto.

A la mañana siguiente ascendemos hacia el norte unos 9 kilíometros más, hasta un pequeño aparcamiento de la carretera repleto de coches. Desde allí y tras un pequeño trekking llegamos a The Old Man of Storr. Se trata de una de las mayores atracciones naturales de la isla de Skye. Son unas formaciones rocosas monolíticas modeladas por la erosión. El mayor de los pináculos se conoce como “The Old Man” y roza los 700 metros de altura, y la montaña que se encuentra detrás, mostrando unos desafiantes cortados, se denomina “The Storr”. La cantidad de gente que nos encontramos aquí es notable, y durante todo el trayecto nos cruzamos con excursionistas que suben y bajan. Si alguna vez venís a visitar este sitio, recordad meteros un par de piedras en los bolsillos, porque el viento que solpla en algunas zonas literalmente está a punto de tirarnos al suelo. 

The Old Man Starr
Una vez hecha la ruta, regresamos a la autocaravana y nos ponemos en marcha rumbo a Dunvegan, población al noroeste de la isla donde visitamos el castillo del mismo nombre. El castillo pertenece a la familia MacLeod, parte del clan McLeod, uno de los muchos que hay en Escocia. Es el castillo escocés que lleva más tiempo habitado, y ha sido el bastión del clan durante más de 700 años. Visitamos el interior, disfrutamos de una impresionante vista del lago cercano y de un paseo por sus diferentes jardines temáticos.
Aprovechamos para comer en los alrededores y enfilamos una larga sesión de autocaravana, preparándonos para dejar la isla de Skye yendo desde Dunvegan donde nos encontramos hasta la población de Fort William. El viaje, algo más de 3 horas, nos ofrece la oportunidad de ver los diferentes paisajes que se van sucediendo a lo largo de la isla, hasta que la abandonamos de nuevo por el mismo puente por el que entramos.

En nuestro camino de vuelta no podemos dejar de hacer mención a un pequeño percance que hemos tenido, pero que al final no ha quedado nada más que en un susto y una anécdota. Cuando estábamos circulando todavía en la isla de Skye por una de sus estrechas carreteras, hemos coincidido en un punto un camión en sentido contrario, nosotros, y un motorista de pie haciéndo una foto pegado justo a la carretera. Tan pegado a la carretera y tan ensimismado con su foto que no se ha dado cuenta de lo cerca que estaba del carril, que al tener que orillarnos hacia nuestra izquierda para que pudiera pasar el camión, le hemos pegado con el retrovisor izquierdo en la mano y en el móvil. Paramos para comprobar que todo está correcto y afortunadamente todo ha sido un susto para ambas partes: para él y para nosotros.

Vistas circulando por las carreteras de la isla de Skye
Tenemos anécdota para lo que queda de víaje y con esas, y unas cuantas millas de por medio, llegamos a Fort William. Este es uno de esos sitios en los que es complicado encontrar un sitio donde estacionar la autocaravana para poder pasar la noche. Los parking de corta duración son solo para 4 horas y los de larga duración prohíben explícitamente el pasar la noche en caravanas, autocaravanas y vehículos adaptados para dormir. Finalmente encontramos aparcamiento cerca de la estación de ferrocarril. Aprovechando lo de dormir en la civilización y la proximidad de un centro comercial, cenamos en un Brewers Fayre, cadena de restaurantes del Reino Unido que prepara carnes y paltos al grill. Cena que degustamos gentileza de Lore, invitados con motivo de su cumpleaños. ¡¡Gracias Lore!!



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7 de septiembre de 2016

En busca de Nessi

La fiesta en la pseudo discoteca que tenían montada al lado de donde estábamos aparcados termino temprano, con lo cual hemos podido dormir sin problemas. Madrugamos con la intención de ser los primeros en entrar en la destilería de Glenfiddich y así aprovechar al máximo el día. 

 
Gran parte de la mañana la invertimos en la visita a la destilería y en familiarizarnos con los pormenores de la fabricación del whisky. En concreto, del proceso y filosofía marcada por William Grant, fundador de la destilería de Glenfiddich y que 5, casi 6, generaciones después, siguen manteniendo como el primer día. Para los que hayáis estado alguna vez en alguna bodega de vino en España, la visita es muy similar. Primero nos proyectan un vídeo sobre la historia de la bodega. Después vemos progresivamente el complejo y minucioso proceso de fabricación y destilación del whisky, explicado por Paul, nuestro simpático y escocés guía. Y por último nos ofrecen una pequeña cata de 4 de los whiskys aquí producidos. 
 
Las instalaciones están cuidadas a la perfección, tanto como el estanque y los jardines circundantes. Tan solo entrar a los servicios que tienen en la zona de la entrada es toda una experiencia visual.
Es curioso cómo uno de los principales ingredientes es el agua proveniente del cercano manantial de Robie Dhu, cuya pureza ya fue descrita por Grant en los orígenes de la destilería. Tan especial consideraba esta agua, que la familia Grant adquirió todas las hectáreas que rodean el manantial con el fin de asegurarse que nadie contaminaría esas aguas.

En un mundo en el que la mayoría de las empresas se centran en la productividad a corto plazo, sorprende y contrasta que haya empresas que sean capaces de tomarse las cosas con calma y hacer proyectos a largo plazo. Como ejemplo nos hablan de nuevas combinaciones que están probando en el diseño de nuevos matices o variantes de whisky cuyos resultados serán visibles en 10, 15 o hasta 20 años. Aquí se toman las cosas con su tiempo justo, preocupados en mantener la tradición y la calidad del resultado final. La mayoría de sus trabajadores llevan toda su vida laboral dedicada a la destilería: 15, 30 e incluso 50 años trabajando en ella. Como dato curioso nos indican que si sumáramos todos los años que cada trabajador lleva trabajando en la destilería, la cifra sobrepasaría los mil años.

Una vez finalizada la visita, y tras una muy sutil degustación de los whiskys (en Escocia la tasa de alcohol permitida al volante es 0.0) nos ponemos de nuevo en ruta dirección a Inverness.

 
En el trayecto nos detenemos para visitar el castillo de Cawdor, construido en el siglo XIV. Cuenta la leyenda que el conde de Cawdor cargó un asno con un cofre lleno de oro y lo dejó vagar. Allí donde el asno se detuviera, sería el lugar donde levantaría su castillo. El asno se paró a descansar debajo de un árbol y allí comenzó a construir su castillo el conde. En el castillo hay una oscura sala en la planta baja de la torre, que guarda los restos del árbol bajo el que separó el asno. Se trata de un acebo (otros indican que pudiera ser un tejo), considerado como uno de los sietes árboles sagrados del bosque celta.
El castillo conserva muchas partes originales y otras que han sido reconstruidas. Destaca su interior por estar completamente amueblado y decorado, como si alguien hubiese estado viviendo ahí hasta el día de antes. Conserva el mecanismo de levantamiento de su puente levadizo, aunque éste tuvo que ser reconstruido al hundirse cuando pasaban con una pesada piedra para una chimenea.
Los jardines exteriores están tan cuidados como nos tienen acostumbrados en todos los lugares en los que hemos estado en este país. Allí donde mirés da la impresión de que el jardinero acaba de irse.

 

Aprovechando el buen día que tenemos desplegamos el set de camping de la autocaravana y comemos al aire libre. Seguimos disfrutando de los placeres que nos brinda el viajar con la casa a cuestas. Poder comer cuando y donde quieres; poder dormir cuando y donde quieres. Para aquellos que nunca hayáis viajado en autocaravana, es una opción que os recomiendo. 

Continúamos camino y llegamos así a Inverness. Lugar de parada obligatorio si se visita Escocia. He de decir que he quedado enamorado de esta ciudad: su localización, sus paisajes, las aguas cristalinas de su río, sus puentes, sus calles. Uno de esos lugares donde te sientes a gusto. Donde te puedes imaginar viviendo. Se respira calidad de vida en todos sus rincones. Es sin duda un lugar para perderse; para dejar que su esencia te impregne y te haga sentir rápidamente que ya formas parte él. El paseo fluvial invita a recorrerlo una y otra vez. Sus casas de dos alturas solo son sobrepasadas por el castillo que domina toda la ciudad en lo alto de una pequeña colina junto al río. El castillo es la sede del palacio de justicia y de algunas oficinas municipales, con lo que no es posible visitarlo. Construido en piedra de color rojizo, se nos hace muy parecida a la arenisca roja del Baztán, tan presente en las construcciónes del norte de Navarra.

 

Una vez exprimido y aprovechado todo el jugo que la ciudad de Inverness nos ofrece en nuestra visita, comenzamos el descenso en busca del famoso Lago Ness. Es sin duda una de las atracciones turísticas de Esccocia y todo se le debe a Nessi, el popular monstruo que habita en sus profundidades. El lago no es ni con mucho el más bonito de Escocia, pero si el más famoso. Llega hasta los 226 metros de profundidad en algunos puntos, lo que le permite, a pesar de no ser el más extenso, ser el que más volumen de agua consigue embalsar. 
La carretera por la que vamos descendiendo discurre paralela al lago en todo momento. El lago es una estrecha lengua de agua de más de 30 kilómetros de largo, siendo siempre visible una orilla desde la otra. Según cuentan, los "avistamientos " de Nessi han ido decreciendo en los últimos tiempos, hasta el punto de que no se ha producido ninguno en este último año. Veremos si nosotros tenemos más suerte.

Y aproximadamente a mitad de trayecto del Lago Ness finalizamos nuestra jornada, esta vez en un camping, donde aprovechamos para ducharnos, las chicas también lavarse el pelo sin restricciones de agua (la autocaravana da para lo que da) hacer una colada y cenar tranquilamente. Para cuando llegamos la recepción ya está cerrada y nos encontramos con un cartel que nos dice que entremos y acampemos libremente: Cosa que hacemos sin desobedecer. El mismo cartel dice que la recepción abre a las 08:00 de la mañana. Así que mañana efectuaremos el  pago. Hasta mañana. 
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5 de septiembre de 2016

Tierra de castillos

Mires donde mires, allí ves un castillo. Puede sonar a exageración, pero casi es así. La herencia de los antepasados de estas tierras ha sido en forma de piedras, monumentos y edificios sacados de la época medieval. A los Escoceses hay que reconocerles la capacidad que han tenido de integrar lo moderno con lo antiguo. La mayoría de las casas son de piedra, de una única altura y con un impecable jardín en la parte delantera. 

La noche ha sido tranquila en el aparcamiento donde hemos dormido. Al amanecer comprobamos que hay una señal que indica que no es posible pasar la noche en él, bajo multa de 80 libras. Es de destacar la actuación de "rubia sueca" que ha tenido Ro cuando un lugareño ha venido para decirnos que no podíamos haber pasado la noche ahí y que nos iba a cobrar (no sabemos si el precio de pasar la noche o la multa). En vista de que no se puede hacer entender con nosotros (con la actuación estelar de Ro en el papel de "no entiendo ni papa"), dice que mandará la factura a la empresa de alquiler de autocaravanas. Veremos en qué queda la cosa.

 

Una vez recogido todo el campamento y puestos en ruta, nos dirigimos a Aberdeen, conocida como la ciudad de granito, en honor al material mayoritario con el que están construidos la mayoría de sus edificios. De ahí que también mucha gente la conozca como la ciudad gris. Es la tercera ciudad de Escocia en número de habitantes.Conseguimos aparcar bastante céntricos y paseamos por la zona cercana al puerto, donde vemos atracados numerosos barcos comerciales. Visitamos el museo marítimo y los alrededores del palacio de justicia. Aprovechamos para degustar alguna cerveza local en la céntrica plaza de Mercat Cross y ponernos al día con el exterior al conseguir una conexión wifi. A última hora de la mañana abandonamos la ciudad por la zona de la universidad dirección hacia las Highlands.

Las carreteras se van haciendo más estrechas y sinuosas (si cabe) conforme nos adentramos en el Parque Nacional de los Cairngorms. Nos dirigimos hacia el cozarón del mismo, exactamente a la localidad de Braeman, donde una vez al año tienen lugar los "Highlands games": juegos de las Tierras Altas de Escocia. Se celebran el primer sábado del mes de septiembre, y este año ha querido el destino que nosotros nos encontremos por aquí. Los juegos son una mezcla de evento deportivo y tradición cultural de música y danza en la que se suceden pruebas de fuerza y habilidad. Los juegos están patrocinados por la casa real británica y por la destilería Glenfiddich entre otros.

Lo cierto es que con la agenda y el ritmo que llevamos no nos da tiempo de llegar antes de que la gente haya comenzado a abandonar el evento. De camino al pueblo de Braeman, donde este año se celebraban los juegos, pasamos por el castillo de Balmoral, residencia de verano de la reina Isabel II y el Duque de Edimburgo. Nuestra sorpresa se produce cuando al estar aparcados en el parking para ir andando hacia el castillo vemos pasar una comitiva de "cochazos" (BMW´s, audis, range rovers y jaguares) que se abren paso a través del estrecho puente que cruza hasta el límite del perímetro externo del castillo. Allí la puerta de la verja está flanqueada por un "Bobbie" que nos impide el paso. Dentro de uno de los coches de la comitiva, Ro ha distinguido a una señora mayor de pelo blanco... exactamente, la reina Isabel II. Al parecer ha asistido a los juegos de las Highlands y ahora se retira al Casitllo de Balmoral. Según nos cuentan cuando nos acercamos al intentar entrar, solamente puede ser visitado los meses de abril a julio, el resto del año es para uso privado de la familia real.

Destilería próxima al Castillo de Balmoral 

Así que continuamos hasta Braeman. Para cuando llegamos los juegos han terminado y nos cruzamos con una hilera interminable de coches que vuelven en sentido contrario. Aparcamos en la entrada del pueblo, en una de las campas que han habilitado como parking con motivo de los juegos. Caminamos hasta el castillo más decepcionante de cuantos hemos visto hasta ahora. A pesar de que en las guías lo ponen como indispensable de visitar, caminamos hasta el sin conseguir distinguir ningún atractivo. Damos una vuelta por el pueblo, comprobando el ambiente que queda en sus calles tras todo el día de eventos. Gente ocupando las calles, plazas y todos los bares y establecimientos de hostelería del pequeño pueblo cuelgan el cartel de completo. En las inmediaciones se han habilitado también campas para aparcar las autocaravanas y acampar.

 

Continuamos camino hasta Dufftwon, donde pasaremos la noche. Pequeña localidad al norte del parque nacional, famosa por ser tierra de destilerías de whisky, siendo la de Glenfiddich la más famosa y la que esperamos visitar mañana. Las carreteras hasta él se van haciendo aún más sinuosas y estrechas de lo que estamos acostumbrados, algo que queda compensado por la escasa circulación en contra. El pueblo resulta ser un lugar donde se respira tranquilidad en todas sus calles, ni siquiera en la plaza de su céntrica torre del reloj, situada en la mitad del pueblo, que parece estar desierta. El asfalto y los adoquines de las calles se mimetizan con las piedras de las fachadas de sus casas, dándole a todo un aspecto uniforme y monócromo. Aparcamos en un pequeño parking con servicios que tienen habilitado en un lugar del pueblo, junto al local que hace las veces de discoteca local. Tomamos unas cervezas en el único local que encontramos abierto antes de retirarnos a nuestra caravana para cenar, dormir y descansar para el próximo día.
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3 de septiembre de 2016

Primeros pasos por tierras escocesas.

Esta vez hemos cogido bien el autobús. La experiencia de Filipinas, a punto de perderlo en el último momento, nos sirvió para saber que existe un dársena de refuerzo donde se cogen los autobuses nocturnos en Pamplona. Salimos a la una de la madrugada dirección aeropuerto de Barajas con una parada en Tudela y otra en Soria donde cambiamos de autobús.
A pesar de que cada vez los espacios entre asientos son más pequeños conseguimos echar una cabezada adoptando posiciones inverosímiles con tal de intentar conciliar el sueño.

 

Lore venía un poco nerviosa por el vuelo, y afortunadamente no hemos podido tenerlo mejor: puntual y sin ningún contratiempo. Pocos minutos después de las once de la mañana ya estamos aterrizando en el aeropuerto de Edimburgo. Recogemos rápidamente nuestras maletas, aprovechamos para sacar dinero y localizamos un típico taxi inglés que nos lleva hasta el local de alquiler de autocaravanas. Aunque llegamos con casi 4 horas de adelanto, nos alegra comprobar que nuestra autocaravana está ya preparada. 

Los cuatro nos quedamos asombrados cuando vemos al chico que nos va a hacer la entrega, dirigirse hasta una moderna autocaravana que tienen aparcada al final de una hilera de vehículos. Esta completamente nueva, casi a estrenar. Por fuera y por dentro impecable y a todo detalle. No esperábamos que nos fueran a dar una tan nueva. Tras comprobar los fallos y desperfectos (de cara a la posterior devolución de la fianza) nos dan un pequeño tour por el funcionamiento de todos los elementos de la autocaravana: calefacción, luces, fuegos, ducha, aguas...

Primer gran reto: conducir una autocaravana de más de seis metros y con el volante en el lado derecho!!!!! Lo primeros kilómetros (y no tan primeros) son tremendamente estresantes: los coches por el lado contrario, circular por el lado izquierdo de la carretera, girar las rotondas en sentido contrario, en los cruces meterse en el carril contrario al habitual, incorporarse en las autovías por el lado izquierdo.... y todo ello intentado no subirse a los bordillos al girar e intentando mantener la autocaravana en el centro del estrecho carril sin arcén. A lo largo de todos los kilómetros que vamos a recorrer, vamos a corroborar como el arcén es algo inexistente en las carreteras escocesas, siendo en general carreteras en bastante buen estado pero un "pelín" estrechas.

 

Nos dirigimos en primera instancia a un LIDL cercano al local de alquiler para comprar todo lo necesario para estos días de vida a bordo. Nos complace comprobar cómo los precio son bastante simimilares a España, más baratos incluso en algunos artículos.

Y así, con toda la logística preparada, comenzamos a dar nuestros primeros pasos por tierras escocesas.

Hacemos nuestra primera parada en el pueblo de Linlighthow, donde visitamos los restos del castillo del mismo nombre junto con sus jardines exteriores. Al lado, como será habitual en todas las iglesias que vamos a ver, un cementerio de enormes y pesadas lápidas de piedra formando un tétrico laberinto. Una vez ya en el pueblo, paseamos por la calle principal. Antiguas casas de piedra de no más de dos alturas dibujan una fachada continúa a lo largo de toda la calle. Todos los bajos ocupados por pequeños comercios que parecen haber resistido el paso del tiempo. Localizamos una atractiva taberna, de nombre "The Four Marys" donde comenzamos nuestra degustación de las cervezas locales.

El tiempo nos muestra todas sus caras en apenas una hora de diferencia. En cuestión de 15 minutos llueve, se nubla y sale el sol, pero de momento nada que nos impida continuar con nuestro planes.

Llegamos al pueblo de Falkirk. Escenario de batallas importantes en el pasado y localización de una de las obras de ingeniería contemporánea más famosa de Escocia: "The Falkirk Wheel" (La rueda de Falkirk). Se trata de un ascensor para barcos entre dos canales navegables. El desnivel entre ambos en este punto es equivalente a un piso de 18 plantas, motivo por el cual se organizó un concurso para obtener ideas para conectar ambos canales. El resultado del mismo es la obra que ahora mismo estamos contemplando. Curiosa y vistosa solución, que no podemos ver en funcionamiento por ser demasiado tarde pero de la que nos hacemos perfecta idea de su mecanismo de acción.

Para finalizar este largo día nos dirigimos al pueblo de Stirling, donde conseguimos estacionar la autocaravana justo al lado del impresionante castillo, preparados ya para su visita en cuanto comience el nuevo día. Exhaustos y emocionados por igual, caemos rendidos en nuestras cómodas camas, maravillados por cómo está resuelto el espacio dentro de nuestra "pequeña" casa rodante.

Amanecemos temprano y comienza el ritual: recoger camas, desayunar, prepararnos y listos para salir a explorar. Gran parte de la mañana de hoy la vamos a invertir en visitar el majestuoso y vasto Castillo de Stirling, testigo mudo e inmóvil  de los momentos más importantes de la historia de Escocia.

Por espacio de 3 horas (algunos) nos perdemos por los salones, estancias, patios, capillas y demás elementos del imponente castillo, considerado el segundo mejor de Escocia tras el de Edimburgo. La cantidad de gente que trabaja es digna de destacar. Casi tanto como el precio de la entrada, 23 euros por persona con una audioguía en español que se atasca más que un viejo tocadiscos. La restauración que han llevado a cabo en numerosos edificios ha sido intentado mantener el aspecto original que debieron tener en el momento de su construcción. El tiempo nos respeta hasta la última parte de la visita en la que una ligera y constante llovizna nos acompaña. 

 

Tras la visita al castillo, y sin abandonar la ciudad de Stirling, nos dirigimos al Monumento Nacional erigido en honor a la memoria de William Wallace, héroe nacional y conocido por todos a través del papel de Mel Gibson en la película de Braveheart. Una espigada torre, sacada de la imaginación de J.R. Tolkien en el señor de los anillos, nos deleita con una espectacular vista de la zona, eso sí, tras subir los 246 escalones que separan el mirador del suelo. La subida hasta la torre son 15 minutos a pie por un camino de tierra en el que la lluvia nos acompaña para meternos un poco de prisa. 

Finalizada nuestra visita a Stirling nos ponemos de nuevo en ruta y paramos por el camino a comer, una de las múltiples ventajas que ofrece el viajar con la casa a cuestas. 

A media tarde llegamos a Saint Andrews, pequeño pueblo costero en la zona Este de Escocia. Según leemos, lugar de nacimiento del Golf y sede de la primera universidad que se implantó en Escocia. Nada más entrar, los campos de golf a escasos metros de la playa nos reciben. Los campos, más que por su extensión, impresionan por el mullido y alfombrado manto verde que los recubren. Parece imposible que algo así pueda ser natural. 
Aparcamos casi en mitad del casco histórico y aprovechamos para andar por la ciudad, visitar las ruinas de la que debió ser su impresionante catedral frente al mar, y disfrutar de los edificios de las facultades de la universidad. Todos ellos en ubicaciones privilegiadas frente al mar, arrancando un sentimiento de envidia por los alumnos que estudien con esas vistas. 

 

Todos coincidimos en la extraordinaria limpieza de Escocia en general y de este lugar en particular. Ni un solo papel en el suelo. Ni una pintada en sus paredes. Y todo maravillosamente cuidado, como si por cada rincón que mires acabase de pasar un ejército de jardineros acondicionado los jardines. 

Para terminar el día y por acercarnos a nuestro próximo destino, nos ponemos en ruta y acampamos a medio camino de Aberdeen, en el paraje de Lunan Bay, un aparcamiento frente al mar con la ruinas del Red Castle a nuestra derecha. 
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