7 de septiembre de 2016

En busca de Nessi

La fiesta en la pseudo discoteca que tenían montada al lado de donde estábamos aparcados termino temprano, con lo cual hemos podido dormir sin problemas. Madrugamos con la intención de ser los primeros en entrar en la destilería de Glenfiddich y así aprovechar al máximo el día. 

 
Gran parte de la mañana la invertimos en la visita a la destilería y en familiarizarnos con los pormenores de la fabricación del whisky. En concreto, del proceso y filosofía marcada por William Grant, fundador de la destilería de Glenfiddich y que 5, casi 6, generaciones después, siguen manteniendo como el primer día. Para los que hayáis estado alguna vez en alguna bodega de vino en España, la visita es muy similar. Primero nos proyectan un vídeo sobre la historia de la bodega. Después vemos progresivamente el complejo y minucioso proceso de fabricación y destilación del whisky, explicado por Paul, nuestro simpático y escocés guía. Y por último nos ofrecen una pequeña cata de 4 de los whiskys aquí producidos. 
 
Las instalaciones están cuidadas a la perfección, tanto como el estanque y los jardines circundantes. Tan solo entrar a los servicios que tienen en la zona de la entrada es toda una experiencia visual.
Es curioso cómo uno de los principales ingredientes es el agua proveniente del cercano manantial de Robie Dhu, cuya pureza ya fue descrita por Grant en los orígenes de la destilería. Tan especial consideraba esta agua, que la familia Grant adquirió todas las hectáreas que rodean el manantial con el fin de asegurarse que nadie contaminaría esas aguas.

En un mundo en el que la mayoría de las empresas se centran en la productividad a corto plazo, sorprende y contrasta que haya empresas que sean capaces de tomarse las cosas con calma y hacer proyectos a largo plazo. Como ejemplo nos hablan de nuevas combinaciones que están probando en el diseño de nuevos matices o variantes de whisky cuyos resultados serán visibles en 10, 15 o hasta 20 años. Aquí se toman las cosas con su tiempo justo, preocupados en mantener la tradición y la calidad del resultado final. La mayoría de sus trabajadores llevan toda su vida laboral dedicada a la destilería: 15, 30 e incluso 50 años trabajando en ella. Como dato curioso nos indican que si sumáramos todos los años que cada trabajador lleva trabajando en la destilería, la cifra sobrepasaría los mil años.

Una vez finalizada la visita, y tras una muy sutil degustación de los whiskys (en Escocia la tasa de alcohol permitida al volante es 0.0) nos ponemos de nuevo en ruta dirección a Inverness.

 
En el trayecto nos detenemos para visitar el castillo de Cawdor, construido en el siglo XIV. Cuenta la leyenda que el conde de Cawdor cargó un asno con un cofre lleno de oro y lo dejó vagar. Allí donde el asno se detuviera, sería el lugar donde levantaría su castillo. El asno se paró a descansar debajo de un árbol y allí comenzó a construir su castillo el conde. En el castillo hay una oscura sala en la planta baja de la torre, que guarda los restos del árbol bajo el que separó el asno. Se trata de un acebo (otros indican que pudiera ser un tejo), considerado como uno de los sietes árboles sagrados del bosque celta.
El castillo conserva muchas partes originales y otras que han sido reconstruidas. Destaca su interior por estar completamente amueblado y decorado, como si alguien hubiese estado viviendo ahí hasta el día de antes. Conserva el mecanismo de levantamiento de su puente levadizo, aunque éste tuvo que ser reconstruido al hundirse cuando pasaban con una pesada piedra para una chimenea.
Los jardines exteriores están tan cuidados como nos tienen acostumbrados en todos los lugares en los que hemos estado en este país. Allí donde mirés da la impresión de que el jardinero acaba de irse.

 

Aprovechando el buen día que tenemos desplegamos el set de camping de la autocaravana y comemos al aire libre. Seguimos disfrutando de los placeres que nos brinda el viajar con la casa a cuestas. Poder comer cuando y donde quieres; poder dormir cuando y donde quieres. Para aquellos que nunca hayáis viajado en autocaravana, es una opción que os recomiendo. 

Continúamos camino y llegamos así a Inverness. Lugar de parada obligatorio si se visita Escocia. He de decir que he quedado enamorado de esta ciudad: su localización, sus paisajes, las aguas cristalinas de su río, sus puentes, sus calles. Uno de esos lugares donde te sientes a gusto. Donde te puedes imaginar viviendo. Se respira calidad de vida en todos sus rincones. Es sin duda un lugar para perderse; para dejar que su esencia te impregne y te haga sentir rápidamente que ya formas parte él. El paseo fluvial invita a recorrerlo una y otra vez. Sus casas de dos alturas solo son sobrepasadas por el castillo que domina toda la ciudad en lo alto de una pequeña colina junto al río. El castillo es la sede del palacio de justicia y de algunas oficinas municipales, con lo que no es posible visitarlo. Construido en piedra de color rojizo, se nos hace muy parecida a la arenisca roja del Baztán, tan presente en las construcciónes del norte de Navarra.

 

Una vez exprimido y aprovechado todo el jugo que la ciudad de Inverness nos ofrece en nuestra visita, comenzamos el descenso en busca del famoso Lago Ness. Es sin duda una de las atracciones turísticas de Esccocia y todo se le debe a Nessi, el popular monstruo que habita en sus profundidades. El lago no es ni con mucho el más bonito de Escocia, pero si el más famoso. Llega hasta los 226 metros de profundidad en algunos puntos, lo que le permite, a pesar de no ser el más extenso, ser el que más volumen de agua consigue embalsar. 
La carretera por la que vamos descendiendo discurre paralela al lago en todo momento. El lago es una estrecha lengua de agua de más de 30 kilómetros de largo, siendo siempre visible una orilla desde la otra. Según cuentan, los "avistamientos " de Nessi han ido decreciendo en los últimos tiempos, hasta el punto de que no se ha producido ninguno en este último año. Veremos si nosotros tenemos más suerte.

Y aproximadamente a mitad de trayecto del Lago Ness finalizamos nuestra jornada, esta vez en un camping, donde aprovechamos para ducharnos, las chicas también lavarse el pelo sin restricciones de agua (la autocaravana da para lo que da) hacer una colada y cenar tranquilamente. Para cuando llegamos la recepción ya está cerrada y nos encontramos con un cartel que nos dice que entremos y acampemos libremente: Cosa que hacemos sin desobedecer. El mismo cartel dice que la recepción abre a las 08:00 de la mañana. Así que mañana efectuaremos el  pago. Hasta mañana. 

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