11 de septiembre de 2016

Últimos días en Escocía

Finalizamos la anterior entrada aparcados en un parking de larga estancia en Fort William. Y en ese punto amanecemos. Alberto se encarga de gestionarnos el plan para hoy. Él (y su inglés) se las apañan para conseguir entradas para hacer una excursión en el Jacobite Steam Train. Un auténtico ferrocarril de vapor a la antigua que ha sido declarado por la revista Wanderlust como el recorrido más espectacular en tren del mundo.
El trayecto del Jacobite Steam Train comienza a las 10:20 de la mañana y termina a las 12:25 en un precioso pueblo costero llamado Mallaig. Por la tarde regresa a las 14:10 de este pueblo y llega de nuevo a las 16:00 a Fort William. Hay que destacar que el punto de partida del recorrido es a los pies de la montaña más alta de toda Gran Bretaña y que su vía circula paralela al Loch Morar, el lago de agua dulce más profundo de Gran Bretaña. Otro tramo que hay que resaltar durante este viaje, es cuando cruza el viaducto de Glefinnan, el viaducto que ha hecho famoso las peículas de Harry Potter, ya que es el tren y viaducto que atraviesan los jóvenes magos que van al castillo de Howarts. El interior del tren es todo de madera y es curioso comprobar cómo, al igual que antaño, los túneles que atravesamos se llenan de humo al pasar por ellos.

Viaducto de Glefinnan
En el pueblo de Mallaig no tenemos mucho tiempo, pero aprovechamos para dar un paseo por el puerto, ver el atraque de un gigantesco ferry y degustar el famoso "Fish and chips" en uno de los muchos locales que se abren ante la gran afluencia de turistas que trae cada día este tren.

Una vez de vuelta en Fort Wiliams emprendemos camino hacia unas cascadas de agua cercanas, a los pies del Glenn Nevis, la montaña más alta de Gran Bretaña de la que hablábamos antes. Y después de aquí enfilaremos el camino hacia Edimburgo, donde ya devolveremos la que ha sido nuestra casa rodante durante 7 días. No haremos todo el camino seguido, sino que llegamos hasta el pueblo de Tarbet donde dormimos en un bonito paraje frente aún embarcadero del lago Lomond. Y al día siguiente desde allí rodamos las últimas millas hasta el local de alquiler de la autocaravana. Como si fuéramos un equipo de boxes de una escudería de fórmula uno, realizamos todas las tareas previas a la devolución: hacer maletas, vaciar armarios, limpiar, vaciar water químico, vacías aguas sucias y repostar combustible. Todo en un tiempo récord para estar devolviendo la autocaravana a las 11:15 bajo un intenso aguacero. Ahora se trata de que en la revisión que realiza el personal de la empresa de alquiler no encuentren ningún desperfecto, que descontarían de la fianza de 1000 libras que hemos depositado. Hay un pequeño momento de tensión cuando detectan un plástico de la esquina del guardabarros trasero que esta rajado uno 3 cms, pero que finalmente no le dan importancia.

Royal Mile
 

Ya desprovistos de nuestro caparazón rodante, nos dirigimos en taxi hasta Edimburgo, donde pasaremos los tres días restantes hasta nuestra vuelta a España. De alojamiento hemos reservado un pequeño apartamento relativamente cercano al centro, a unos 10 minutos andando de la zona de Grassmarket y unos 15 del castillo. Ningún lujo, pero muy correcto para el uso que le vamos a dar, que es básicamente dormir.

La primera tarde la invertimos en familiarizarnos con el la arte más céntrica de la ciudad, la Old Town. Plano en mano nos movemos por sus calles principales pasado por la animada zona de Grassmarket, con sus pubs y sus restaurantes, para llegar y recorrer la famosa Royal Mile. Es la artería principal de la Old Town y conecta el Castilo de Edimburgo con el Palacio de Holyrood. En realidad la calle no se llama Royal Mile, sino que es la suma de varias calles que se suceden unas a otras en línea recta, pero que es conocida porque es lo que da valor a una Milla Escocesa, 1800 metros (algo más que una milla británica) y que es la distancia que separa ambos monumentos que antes os he nombrado.

También cruzamos por el puente que nos lleva a la New Town y caminando llegamos hasta la colina de Calton Hill, al final de Princes Street, donde visitamos los monumentos que por ella se despliegan: el Monumento Nacional, el monumento al almirante Horatio Nelson, un observatorio astronómico (muy útil en una ciudad casi siempre cubierta de niebla, según nos comentan en uno de los tour guiados). A este conjunto de monumentos se le conoce con el apodo de "La Atenas del Norte" debido al estilo escultórico con el que fueron edificados.

El día siguiente será un día completamente cultural, o como nosotro le hemos llamado, un "Maratour", un maratón de tours. Realizamos por la mañana un free tour (tour gratuito) de la empresa Sandeman´s por toda la ciudad, de unas 3 horas de duración. Después realizamos el tour del castillo de Edimburgo, de unas dos horas de duración, más la visita libre al castillo. Y por último finalizamos con un tour nocturno de dos horas sobre "El lado oscuro de Edimburgo". Los tres realizados con la misma empresa y que desde aquí aprovechamos para recomendar ya que aportan un valor añadido a la visita de la ciudad y sus monumentos. Quizás el que ha sido más pobre ha sido el del castillo, pero los otros dos, merecen la pena encarecidamente. Si tenéis ocasión de tener como guía a Pascual, seréis afortunados, porque es un auténtico "crack".

Vistas desde Canon Hill
 

Edimburgo es ciertamente una ciudad con una historia apasionante. Historia que está por todos lados. Todas sus calles, sus monumentos, sus edificios te cuentan un poco de la ciudad. Está repleta de callejones adoquinados y oscuros rincones que fueron escenario de las más terribles historias. Preciosos jardines y cuidados cementerios abiertos las 24 horas, donde la gente acude para hacer actividades cotidianas como pasear, leer, escribir o incluso botellón. Como dicen aquí, la muerte convive entre los vivos. La mayoría de los muestro son gratuitos, algo que contrasta con el elevado precio de la entradas que hemos pagado por visitar todos los castillos que hemos ido narrando en el blog.

Si algo merece una especial atención es el castillo de Edimburgo. Monumento que por su ubicación se divisa desde toda la ciudad. Esta imponente fortaleza se levanta sobre la colina de Castle Hill, justo encima de un antiguo volcán ya extinguido. Es uno de los monumentos más visitados de todo Escocia y el Reino Unido. El castillo está formado por numerosas construcciónes, algunas anexas entre sí, otras independientes. Edificios de diferentes épocas que dejan constancia de la evolución que el castillo ha sufrido a lo largo del tiempo. La más antigua de todas ellas se encuentra en la zona superior o castillo antiguo y es una pequeña capilla (Capilla de Santa Margarita) que data del siglo XII, y que no solo es el edificio más antiguo del castillo sino de todo Edimburgo.

El tour nocturno del lado oscuro lo realizamos bajo unas condiciones climáticas un tanto adversas, pero muy comunes en esta ciudad. Lo cual aporta un poco más de dramatismo al ya de por sí mucho que aporta nuestro guía Pascual. Nos irá llevando por diferentes lugares de la ciudad en los que ocurrieron episodios de la historia más negra de esta ciudad. Muy recomendable si se quiere conocer la ciudad desde otra perspectiva y alguna que otra historia no tan conocida.

Panorámica de Edimburgo
En un pub local Rocio y yo nos atreveremos a degustar el plato típico escocés: el Haggis. Plato que consiste en un pesado embuchado realizado con vísceras de cordero u oveja (pulmón, estómago, hígado y corazón) mezclado con cebolla picada, harina de avena, hierbas y especias, todo ello embutido dentro del estómago del animal y cocido durante varias horas. Una vez cocido se abre y se sirve con puré de patata y de boniato. Y para ser sinceros, a pesar de lo poco apetecible que pueda sonar la descripción, está francamente bueno. Todo el mundo coincide en que es bastante parecido a una morcilla.

Yate Britannia
 


La mañana del último día la utilizaremos en visitar el Britannia, el que fuera durante 43 años el yate de Estado o de representación perteneciente a la Corona Británica. Está en desuso desde el año 1997 y desde entonces se puede visitar como un museo flotante. Durante la visita se puede hacer uno una pequeña idea del lujo que rodea a la familia real Británica, como por ejemplo el hecho de que el equipaje de la reina pese 3 toneladas o que el séquito de personas que le asisten personalmente en un viaje rondaba los 45. Sorprende el buen estado de conservación del mismo, a pesar de que casi han pasado 20 años desde que perdió su función de embajador de los mares.

Ya por la tarde sólo nos restará hacer alguna pequeña compra y despedirnos del viaje y de la ciudad. Todos coincidimos en la sensación de que ha sabido a poco, de que los días se han pasado demasiado rápido y de que como todas las vacío es, éstas debieran durar más. Pero, para pode irse a un nuevo destino, primero hay que volver, y eso es lo que haremos durante todo el domingo: primero taxi al aeropuerto, después avión Edimburgo-Madrid, seguiremos con cercanías a la estación de Atocha, tren de Madrid a Pamplona, y por último taxi de la estación a casa. Todas los finales de viaje tienen un punto triste y este podemos decir que un poco más. Pero la vida continúa y os animo desde aquí a leerme en el próximo viaje, que aún ni siquiera está en proyecto.

Vista del Castillo de Edimburgo desde Grassmarket
Desde estas líneas agradecer a mis tres compañeros de viaje la experiencia, su paciencia y buena disposición. A Ro además agradecerle todas las fotos que ha hecho durante el viaje, y prácticamente todas las que aparecen en el blog. A Lore por vencer su miedo a volar y demostrar que lo que uno se propone, se puede. Y a Alberto, que está aficionando a los viajes y que no haya tres sin cuatro. Y como no, a todos los que me habeís seguidos y habeís disfrutado un poquito de Escocia leyendo nuestras andanzas.

Hasta el siguiente.

¡Ese equipo de viaje!
 



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