3 de septiembre de 2016

Primeros pasos por tierras escocesas.

Esta vez hemos cogido bien el autobús. La experiencia de Filipinas, a punto de perderlo en el último momento, nos sirvió para saber que existe un dársena de refuerzo donde se cogen los autobuses nocturnos en Pamplona. Salimos a la una de la madrugada dirección aeropuerto de Barajas con una parada en Tudela y otra en Soria donde cambiamos de autobús.
A pesar de que cada vez los espacios entre asientos son más pequeños conseguimos echar una cabezada adoptando posiciones inverosímiles con tal de intentar conciliar el sueño.

 

Lore venía un poco nerviosa por el vuelo, y afortunadamente no hemos podido tenerlo mejor: puntual y sin ningún contratiempo. Pocos minutos después de las once de la mañana ya estamos aterrizando en el aeropuerto de Edimburgo. Recogemos rápidamente nuestras maletas, aprovechamos para sacar dinero y localizamos un típico taxi inglés que nos lleva hasta el local de alquiler de autocaravanas. Aunque llegamos con casi 4 horas de adelanto, nos alegra comprobar que nuestra autocaravana está ya preparada. 

Los cuatro nos quedamos asombrados cuando vemos al chico que nos va a hacer la entrega, dirigirse hasta una moderna autocaravana que tienen aparcada al final de una hilera de vehículos. Esta completamente nueva, casi a estrenar. Por fuera y por dentro impecable y a todo detalle. No esperábamos que nos fueran a dar una tan nueva. Tras comprobar los fallos y desperfectos (de cara a la posterior devolución de la fianza) nos dan un pequeño tour por el funcionamiento de todos los elementos de la autocaravana: calefacción, luces, fuegos, ducha, aguas...

Primer gran reto: conducir una autocaravana de más de seis metros y con el volante en el lado derecho!!!!! Lo primeros kilómetros (y no tan primeros) son tremendamente estresantes: los coches por el lado contrario, circular por el lado izquierdo de la carretera, girar las rotondas en sentido contrario, en los cruces meterse en el carril contrario al habitual, incorporarse en las autovías por el lado izquierdo.... y todo ello intentado no subirse a los bordillos al girar e intentando mantener la autocaravana en el centro del estrecho carril sin arcén. A lo largo de todos los kilómetros que vamos a recorrer, vamos a corroborar como el arcén es algo inexistente en las carreteras escocesas, siendo en general carreteras en bastante buen estado pero un "pelín" estrechas.

 

Nos dirigimos en primera instancia a un LIDL cercano al local de alquiler para comprar todo lo necesario para estos días de vida a bordo. Nos complace comprobar cómo los precio son bastante simimilares a España, más baratos incluso en algunos artículos.

Y así, con toda la logística preparada, comenzamos a dar nuestros primeros pasos por tierras escocesas.

Hacemos nuestra primera parada en el pueblo de Linlighthow, donde visitamos los restos del castillo del mismo nombre junto con sus jardines exteriores. Al lado, como será habitual en todas las iglesias que vamos a ver, un cementerio de enormes y pesadas lápidas de piedra formando un tétrico laberinto. Una vez ya en el pueblo, paseamos por la calle principal. Antiguas casas de piedra de no más de dos alturas dibujan una fachada continúa a lo largo de toda la calle. Todos los bajos ocupados por pequeños comercios que parecen haber resistido el paso del tiempo. Localizamos una atractiva taberna, de nombre "The Four Marys" donde comenzamos nuestra degustación de las cervezas locales.

El tiempo nos muestra todas sus caras en apenas una hora de diferencia. En cuestión de 15 minutos llueve, se nubla y sale el sol, pero de momento nada que nos impida continuar con nuestro planes.

Llegamos al pueblo de Falkirk. Escenario de batallas importantes en el pasado y localización de una de las obras de ingeniería contemporánea más famosa de Escocia: "The Falkirk Wheel" (La rueda de Falkirk). Se trata de un ascensor para barcos entre dos canales navegables. El desnivel entre ambos en este punto es equivalente a un piso de 18 plantas, motivo por el cual se organizó un concurso para obtener ideas para conectar ambos canales. El resultado del mismo es la obra que ahora mismo estamos contemplando. Curiosa y vistosa solución, que no podemos ver en funcionamiento por ser demasiado tarde pero de la que nos hacemos perfecta idea de su mecanismo de acción.

Para finalizar este largo día nos dirigimos al pueblo de Stirling, donde conseguimos estacionar la autocaravana justo al lado del impresionante castillo, preparados ya para su visita en cuanto comience el nuevo día. Exhaustos y emocionados por igual, caemos rendidos en nuestras cómodas camas, maravillados por cómo está resuelto el espacio dentro de nuestra "pequeña" casa rodante.

Amanecemos temprano y comienza el ritual: recoger camas, desayunar, prepararnos y listos para salir a explorar. Gran parte de la mañana de hoy la vamos a invertir en visitar el majestuoso y vasto Castillo de Stirling, testigo mudo e inmóvil  de los momentos más importantes de la historia de Escocia.

Por espacio de 3 horas (algunos) nos perdemos por los salones, estancias, patios, capillas y demás elementos del imponente castillo, considerado el segundo mejor de Escocia tras el de Edimburgo. La cantidad de gente que trabaja es digna de destacar. Casi tanto como el precio de la entrada, 23 euros por persona con una audioguía en español que se atasca más que un viejo tocadiscos. La restauración que han llevado a cabo en numerosos edificios ha sido intentado mantener el aspecto original que debieron tener en el momento de su construcción. El tiempo nos respeta hasta la última parte de la visita en la que una ligera y constante llovizna nos acompaña. 

 

Tras la visita al castillo, y sin abandonar la ciudad de Stirling, nos dirigimos al Monumento Nacional erigido en honor a la memoria de William Wallace, héroe nacional y conocido por todos a través del papel de Mel Gibson en la película de Braveheart. Una espigada torre, sacada de la imaginación de J.R. Tolkien en el señor de los anillos, nos deleita con una espectacular vista de la zona, eso sí, tras subir los 246 escalones que separan el mirador del suelo. La subida hasta la torre son 15 minutos a pie por un camino de tierra en el que la lluvia nos acompaña para meternos un poco de prisa. 

Finalizada nuestra visita a Stirling nos ponemos de nuevo en ruta y paramos por el camino a comer, una de las múltiples ventajas que ofrece el viajar con la casa a cuestas. 

A media tarde llegamos a Saint Andrews, pequeño pueblo costero en la zona Este de Escocia. Según leemos, lugar de nacimiento del Golf y sede de la primera universidad que se implantó en Escocia. Nada más entrar, los campos de golf a escasos metros de la playa nos reciben. Los campos, más que por su extensión, impresionan por el mullido y alfombrado manto verde que los recubren. Parece imposible que algo así pueda ser natural. 
Aparcamos casi en mitad del casco histórico y aprovechamos para andar por la ciudad, visitar las ruinas de la que debió ser su impresionante catedral frente al mar, y disfrutar de los edificios de las facultades de la universidad. Todos ellos en ubicaciones privilegiadas frente al mar, arrancando un sentimiento de envidia por los alumnos que estudien con esas vistas. 

 

Todos coincidimos en la extraordinaria limpieza de Escocia en general y de este lugar en particular. Ni un solo papel en el suelo. Ni una pintada en sus paredes. Y todo maravillosamente cuidado, como si por cada rincón que mires acabase de pasar un ejército de jardineros acondicionado los jardines. 

Para terminar el día y por acercarnos a nuestro próximo destino, nos ponemos en ruta y acampamos a medio camino de Aberdeen, en el paraje de Lunan Bay, un aparcamiento frente al mar con la ruinas del Red Castle a nuestra derecha. 

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