5 de septiembre de 2016

Tierra de castillos

Mires donde mires, allí ves un castillo. Puede sonar a exageración, pero casi es así. La herencia de los antepasados de estas tierras ha sido en forma de piedras, monumentos y edificios sacados de la época medieval. A los Escoceses hay que reconocerles la capacidad que han tenido de integrar lo moderno con lo antiguo. La mayoría de las casas son de piedra, de una única altura y con un impecable jardín en la parte delantera. 

La noche ha sido tranquila en el aparcamiento donde hemos dormido. Al amanecer comprobamos que hay una señal que indica que no es posible pasar la noche en él, bajo multa de 80 libras. Es de destacar la actuación de "rubia sueca" que ha tenido Ro cuando un lugareño ha venido para decirnos que no podíamos haber pasado la noche ahí y que nos iba a cobrar (no sabemos si el precio de pasar la noche o la multa). En vista de que no se puede hacer entender con nosotros (con la actuación estelar de Ro en el papel de "no entiendo ni papa"), dice que mandará la factura a la empresa de alquiler de autocaravanas. Veremos en qué queda la cosa.

 

Una vez recogido todo el campamento y puestos en ruta, nos dirigimos a Aberdeen, conocida como la ciudad de granito, en honor al material mayoritario con el que están construidos la mayoría de sus edificios. De ahí que también mucha gente la conozca como la ciudad gris. Es la tercera ciudad de Escocia en número de habitantes.Conseguimos aparcar bastante céntricos y paseamos por la zona cercana al puerto, donde vemos atracados numerosos barcos comerciales. Visitamos el museo marítimo y los alrededores del palacio de justicia. Aprovechamos para degustar alguna cerveza local en la céntrica plaza de Mercat Cross y ponernos al día con el exterior al conseguir una conexión wifi. A última hora de la mañana abandonamos la ciudad por la zona de la universidad dirección hacia las Highlands.

Las carreteras se van haciendo más estrechas y sinuosas (si cabe) conforme nos adentramos en el Parque Nacional de los Cairngorms. Nos dirigimos hacia el cozarón del mismo, exactamente a la localidad de Braeman, donde una vez al año tienen lugar los "Highlands games": juegos de las Tierras Altas de Escocia. Se celebran el primer sábado del mes de septiembre, y este año ha querido el destino que nosotros nos encontremos por aquí. Los juegos son una mezcla de evento deportivo y tradición cultural de música y danza en la que se suceden pruebas de fuerza y habilidad. Los juegos están patrocinados por la casa real británica y por la destilería Glenfiddich entre otros.

Lo cierto es que con la agenda y el ritmo que llevamos no nos da tiempo de llegar antes de que la gente haya comenzado a abandonar el evento. De camino al pueblo de Braeman, donde este año se celebraban los juegos, pasamos por el castillo de Balmoral, residencia de verano de la reina Isabel II y el Duque de Edimburgo. Nuestra sorpresa se produce cuando al estar aparcados en el parking para ir andando hacia el castillo vemos pasar una comitiva de "cochazos" (BMW´s, audis, range rovers y jaguares) que se abren paso a través del estrecho puente que cruza hasta el límite del perímetro externo del castillo. Allí la puerta de la verja está flanqueada por un "Bobbie" que nos impide el paso. Dentro de uno de los coches de la comitiva, Ro ha distinguido a una señora mayor de pelo blanco... exactamente, la reina Isabel II. Al parecer ha asistido a los juegos de las Highlands y ahora se retira al Casitllo de Balmoral. Según nos cuentan cuando nos acercamos al intentar entrar, solamente puede ser visitado los meses de abril a julio, el resto del año es para uso privado de la familia real.

Destilería próxima al Castillo de Balmoral 

Así que continuamos hasta Braeman. Para cuando llegamos los juegos han terminado y nos cruzamos con una hilera interminable de coches que vuelven en sentido contrario. Aparcamos en la entrada del pueblo, en una de las campas que han habilitado como parking con motivo de los juegos. Caminamos hasta el castillo más decepcionante de cuantos hemos visto hasta ahora. A pesar de que en las guías lo ponen como indispensable de visitar, caminamos hasta el sin conseguir distinguir ningún atractivo. Damos una vuelta por el pueblo, comprobando el ambiente que queda en sus calles tras todo el día de eventos. Gente ocupando las calles, plazas y todos los bares y establecimientos de hostelería del pequeño pueblo cuelgan el cartel de completo. En las inmediaciones se han habilitado también campas para aparcar las autocaravanas y acampar.

 

Continuamos camino hasta Dufftwon, donde pasaremos la noche. Pequeña localidad al norte del parque nacional, famosa por ser tierra de destilerías de whisky, siendo la de Glenfiddich la más famosa y la que esperamos visitar mañana. Las carreteras hasta él se van haciendo aún más sinuosas y estrechas de lo que estamos acostumbrados, algo que queda compensado por la escasa circulación en contra. El pueblo resulta ser un lugar donde se respira tranquilidad en todas sus calles, ni siquiera en la plaza de su céntrica torre del reloj, situada en la mitad del pueblo, que parece estar desierta. El asfalto y los adoquines de las calles se mimetizan con las piedras de las fachadas de sus casas, dándole a todo un aspecto uniforme y monócromo. Aparcamos en un pequeño parking con servicios que tienen habilitado en un lugar del pueblo, junto al local que hace las veces de discoteca local. Tomamos unas cervezas en el único local que encontramos abierto antes de retirarnos a nuestra caravana para cenar, dormir y descansar para el próximo día.

2 comentarios:

  1. Y mi pregunta... ¿llevan algo debajo de la faldita escocesa? ;)

    Pasadlo requetebién. Merche

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  2. Próxima entrada no me la pierdo!! Destilería de wisky! Las cosa promete ������ un abazo y que sigáis así de bien,

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