20 de mayo de 2017

Cruzando el charco

 
Después de un tiempo de inactividad viajera, aquí estamos inmersos en una nueva escapada. Esta vez algo mas corta que las anteriores y con menos dosis de aventura. Dejamos mochilas y autocaravanas para sumergirnos de lleno en el corazón de una de las ciudades más bulliciosas y vibrantes del mundo. New York, allá vamos.

Os contaré, como siempre, cómo se gestó el viaje. Tres amigos estaban organizando un viaje a Nueva York allá por el més de noviembre. En cuanto oí la palabra viaje y no teniendo ninguno en ciernes para el primer semestre del año, no pude dejar pasar la oportunidad de enrolarme. He de decir que en Nueva York ya había estado. Pero hace, que se dice pronto, la friolera de unos 24 años. Fue uno de los veranos que vine a aprender inglés con una familia americana en Utah. En uno de los viajes de regreso a casa, nuestro vuelo de Salt Lake City a New York aterrizaba muy pronto por la mañana y el vuelo charter de vuelta a Madrid no salía hasta última hora de la noche. La organización nos preparó un tour por la gran manzana, para evitar que estuviéramos todo el día aparcados en la terminal del aeropuerto.
Así que mi experiencia fue corta y prematura. Aquí estamos ahora para completar esa experiencia y darle a esta ciudad la oportunidad de descubrirse un poco más y mostrarnos todo lo que estos diez días den de sí.

Si todo va según lo que hemos planeado (y eso que ya sabéis que no me gusta planear en exceso los viajes) dedicaremos un día para acercarnos hasta Washinton D.C. Pero eso ya lo iremos viendo.

Tengo también un amigo que vive aquí, al cual "explotaremos" (no se si leerás esta entrada Emerson ;-)) pertinentemente en función de lo que su trabajo le permita. Qué mejor que conocer Nueva York de la mano de uno de sus habitantes.

Como no hay viaje exento de contratiempos, el primero no se hace esperar. Y nos ocurre incluso antes de comenzarlo. De los cuatro integrantes iniciales, Ángel se ve obligado a descolgarse en el último momento. Un problema de última hora le impide venir con nosotros y se ve obligado a quedarse en Pamplona. Así que Rober, Rubén y yo comenzamos esta aventura con una baja en el equipo.

El día antes del viaje, jueves 18, no puede estar más ocupado. Por la mañana jornada de trabajo bastante atípica y por la tarde se suceden nuemerosos encuentros de despedida. Tanto es así que son las 12 de la noche cuando estoy terminando de hacerme la maleta. Esta vez es tarea sencilla. No hay que andar pendiente de pesos, ni volúmenes ni de que todo encaje en la mochila. Casi se me hace extraño.

 

A las 05:20 de la mañana un taxi nos recoge para llevarnos al aeropuerto y para las 05:30 ya estamos en él (cosas de vivir en un sitio con distancias cortas). Llegamos los primeros al mostrador de facturación de Iberia justo en el mismo momento en el que se abre. Nos recibe una "espitosa" trabajadora de dicha compañía que nos pone las pilas rápidamente: que si venga, que si rápido, que si vamos... ¡Qué estrés!
Mientras esperamos en la entrada-cafetería-sala de espera-única sala del aeropuerto, recibimos una inesperada visita de despedida. Mi amiga Ro se ha acercado hasta el aeropuerto para despedirse de nosotros. Lástima que no hayas podido venir con nosotros, pero no te preocupes socia, que en el próximo viaje largo de este año nos vamos juntos. No faltan en los 30 minutos que estamos con ella risas, ironías, sarcasmos y como siempre, mucho cariño.

Encadenamos los dos vuelos sin problemas. El de Pamplona-Madrid, apenas 40 minutos. Cambio de terminal. Paso de controles (Rober casi no supera el examen de American Airlines; no debía haber estudiado lo suficiente). Y por último las 8 horas del vuelo a Nueva York. Viajamos en la cola de un antiguo avión 787 de American Airlines, que prácticamente vuela completo. Pocas comodidades: sin enchufes, sin pantallas individuales y con poco espacio para los que tenemos unas piernas más largas que la media. Pero he de decir que no se me ha hecho excesivamente pesado. Tras varios ratos de juegos, lectura, risas, paseos, "robos" de galletitas saladas a la tripulación y ver "Tomates verdes fritos" por "n" veces (nunca me cansaré de ver ese clásico), llegamos puntuales al aeropuerto internacional J.F. Kennedy de Nueva York. El paso de aduanas se hace un poco lento, pero tampoco en exceso. Llegamos a la "garita" del policía de aduanas donde nos controlan la documentación, nos toman las huellas de ambas manos y nos fotografían. ¡Ya estamos fichados!

Salimos de la terminal y nos abofetea una oleada de aire caliente y pegajoso. Son las 14:00 horas (recordad que aqui son 6 horas menos que en la península) y hay 32º. Nos quitamos toda la ropa que podemos y esquivamos a los taxistas piratas que nos abordan, intentando cobrarnos el doble que los taxis oficiales (los clásicos "yellow cubs"). Un trayecto de unos 40 minutos en taxi nos acerca hasta el barrio de Brooklyn, donde tenemos alquilado el apartamento. Lo hemos reservado a través de Airbnb y hay que decir que esto es todo un acto de fe. Tenemos una dirección, un teléfono de contacto y la clave para teclear en la entrada del edificio. Eso es todo. El taxista nos deja a la primera enfrente de nuestro edificio. Pagamos con tarjeta el trayecto desde el aeropuerto y nos sorprende como tienen una pantalla táctil en la parte trasera del taxi en la que seleccionas la propina que "quieres" (aquí es una obligación) dejarle, ésta se suma a la carrera del taxímetro y te cobran la cantidad completa. 

 

En la entrada del edificio nos encontramos con nuestro anfitrión y comprobamos que todo es tal cual estaba descrito. Todo funciona. Y las fotos del apartamento son tal cual estaban publicadas. Establecemos la que será la "base de operaciones" para los próximos diez días. Nos acomodamos rápidamente y salimos al exterior en busca de un supermercado para hacer un primer avituallamiento. Seguimos las indicaciones de nuestro casero y llegamos caminando hasta un "key food", cadena de supermercados local. Una vez dentro comprobamos asustados, como los productos están al doble de precio (como mínimo) que en cualquier supermercado de España. No sabemos cuanto será el sueldo medio de una persona aquí en Nueva York, pero o es el doble que el nuestro, o ya entendemos porque se van a comer hamburguesas por 1$  al McDonalds en lugar de hacer la compra. Ya nos iremos enterando.

 

Resulta muy "cinematográfico" caminar por las calles y entre los edificios que hemos visto tantas y tantas veces en las películas americanas. Los coches de policía del NYPD, los camiones americanos, los Dodge, los pick up... Todo es tan cercano y la vez tan distinto que no deja de crearte una sensación extraña de falsa familiaridad.

Llegamos al apartamento de nuevo y preparamos algo de comer. Somos incapaces de etiquetarlo. No sabemos si es comer, merendar, cenar... Son las seis de la tarde aquí, pero medianoche en casa.

Y así finaliza nuestro primer día. Digo finaliza porque hablando sobre lo que podemos hacer en nuestra primera noche nos quedamos dormidos agotados y amanecemos a las seis de la mañana del día siguiente. Casi 12 horas seguidas. Y así estamos ya recuperados y preparados para enfrentarnos a un nuevo día. 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario