8 de noviembre de 2017

La Garganta del Diablo

Pues eso. Que llegamos por los pelos al aeropuerto para coger el vuelo hacia Iguazú, aunque finalmente salimos con retraso. Algo que parece ser bastante común con los vuelos domésticos, aquí en Argentina.


El aeropuerto de Iguazú es muy pequeño y cogemos las maletas casi en la puerta de salida. El vuelo, como siempre, con menos espacio del deseado, pero al ser este un vuelo corto no se hace pesado en exceso. Gracias a la propietaria del apartamento donde nos alojamos, a nuestra llegada nos espera Roberto, un taxista de confianza que será quien nos lleve hasta el pueblo.  Nos da una pequeña vuelta enseñándonos las diferentes zonas, donde comer, donde tomar algo, donde salir... Hay que reconocerle su capacidad y su don de gentes. 

Puerto Iguazú se trata de un pequeño pueblo, que ha ido creciendo a la par que el turismo, y este consiste su motor económico principal.

Apenas las calles principales están asfaltadas, siendo las demás de tierra o de ”ripia” como aquí  le llaman. Sin embargo, nos sorprende comprobar como abundan los restaurantes y bares a lo largo de las calles principales.


Finalizamos el tour en nuestro apartamento. Un pequeño y acogedor edificio de dos plantas, de las cuales ocupamos la primera de ellas. Tenemos incluso un pequeño jardín con césped de un tamaño nunca visto, no por la altura de sus hierbas, sino por la anchura y el grosor de sus hojas.

Una vez instalados, nos dirigimos al centro del pueblo para cenar en alguno de los restaurantes recomendados por nuestro taxista, que será también quien mañana nos lleve a conocer el Parque Nacional de Iguazú.




Amanece el día soleado y despejado. Veinticuatro grados y son apenas las ocho de la mañana. Ingresamos en el parque junto con una cantidad considerable que rápidamente quedarían disueltos en la inmensidad del parque. El parque presenta varios recorridos que se pueden hacer a pie, para conocer tanto la parte baja como la zona elevada de las cataratas. La intención, recorrerlos todos. 

Comenzamos con el recorrido inferior y poco a poco nos vemos caminando a través de una frondosa zona de árboles de gran altura que apenas dejan pasar los rayos de sol hasta el camino por el que discurrimos. Una gran diversidad de especies vegetales se suceden a ambos lados, muchas veces señalizados con sus nombre local y su nombre técnico. Algunos animales comienzan también a ser visibles. La mayoría pájaros, pero sobre los “coatíes”, unos pequeños mamíferos de cola alargada que se acercan hasta los turistas con el único propósito de robarles la comida. Objetivo que conseguirán aunque para ello tengan que pelearse con sus afiliadas uñas con el propietario de las suculentas viandas.


Conforme avanzamos el ruido de los saltos de agua comienza a ser audible y va aumentando en intensidad a cada paso. Las fotos se empiezan a suceder con la misma intensidad que las vistas. El espectáculo natural es maravilloso. La fuerza de la naturaleza se exhibe majestuosa en un día limpio y despejado. 




Las cataratas de Iguazú constituyen uno de los mayores saltos de agua de todo el planeta. A lo largo de sus mas de dos kilómetros y medio de longitud se suceden hasta 275 saltos de agua, a cada cual más impresionantes. El mayor de ellos, y sin duda el más espectacular de visitar por su localización, es la llamada Garganta del Diablo, con más de 80 metros de altura. Es un área protegida declarada Patrimonio de la Humanidad que pertenece Brasil y Argentina, aunque sea esta última la que aglutina más del 80% de los saltos.

Es el río Iguazú el que alimenta esta maravilla natural, con un caudal medio de mas de 1.500 m³ por segundo. Algún año de fuertes lluvias en el que hubo crecida del río Iguazú, el caudal llegó a aumentar hasta los 39.000 m³ por segundo arrasando todas las pasarelas. 


No nos cansamos de disfrutar de cada tramo de pasarela que recorremos, mirando a todos lados y haciendo fotos sin cesar. Seguro que a Mario, el sobrino de Ro, le encantaría estar por aquí, corriendo y mojándose justo en la caída de las cascadas donde nos hacemos una foto.




Así transcurre nuestro día en el parque. Recorremos todos los senderos posibles. Lo único que no podemos recorrer es el camino que discurre por la Isla de San Martín. Una pequeña formación rocosa frente a las cascadas, rodeada de agua del río Iguazú. Si baja mas caudal del habitual, como ocurre en este momento, la superficie de la isla esta anegada por el agua, impidiendo su recorrido a pie.


Sin duda uno de los momentos mas sobrecogedores es cuando nos acercamos hasta la misma caída de la Garganta del Diablo. El ruido es ensordecedor. La fuerza de la caída del agua levanta cortinas de agua constantes que mojan por completo en apenas unos minutos a los intrépidos turistas que hasta allí se acercan.


A lo largo de los viajes, se suceden las ocasiones en las que uno se siente afortunado de poder contemplar paisajes o monumentos únicos. Y este momento , es sin duda uno de ellos. Con esta visita, son ya tres de las maravillas naturales del mundo que he tenido ocasión de visitar: el río subterráneo de Puerto Princesa en Filipinas y la Bahía de Halong en Vietnam fueron las predecesoras a las Cataratas de Iguazú. Quedan cuatro en la lista y sería increíble poder llegar a visitarlas todas.




Agotamos la entrada del parque prácticamente hasta el cierre. Salimos y de nuevo nos espera Roberto, que nos lleva de nuevo al apartamento. Repetimos cena en el mismo local de la noche anterior. En parte por que quedamos más que satisfechos con el servicio y la comida y en parte porque el resto de los restaurantes cuelgan el cartel de completo. Damos cuenta de dos completas parrilladas de carne argentina mientras una cantante local nos ameniza la noche con versiones de conocidas canciones.




El plan de la mañana siguiente, que era visitar el lado brasileño de las Cataratas de Iguazú, se ve truncado por la intensa lluvia que nos obliga a quedaros en el apartamento leyendo, escribiendo y descansando. A mediodía nos recoge nuestro ya conocido Roberto para llevarnos de nuevo al aeropuerto de Iguazú y emprender ruta hacia nuestro siguiente destino: provincia de Salta. Para ello tomamos un avión hasta Buenos Aires y de ahí otro hasta Salta. Con esos dos desplazamientos, y sus respectivos retrasos, invertimos el resto de día hasta nuestro aterrizaje en Salta a última hora de la tarde. Ahí daremos comienzo a las crónicas de otro nuevo destino, en una nueva entrada. Hasta entonces.

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