17 de noviembre de 2017

Mendoza, ciudad de reencuentros.

Este trayecto ha sido un poco más corto que nuestro debut en los autobuses nocturnos. Llagamos a las siete de la mañana a la terminal de la estación de autobuses de Mendoza y casi echamos en falta un par de horas más de viaje para haber podido dormir un poco más. Hemos cambiado de compañía de autobús y hemos de decir que este ha sido un poco más incómodo que el anterior. El asiento no se podía reclinar totalmente y los pies no se colocaban horizontales, pero eso no ha sido impedimento para que hayamos podido dormir prácticamente todo el trayecto. Unos mas que otros. Eso sí, la azafata que llevamos a bordo y que nos sirve la cena y el desayuno es una mezcla entre una madre y Spiderman. Nos trata con una dulzura casi maternal a la vez que se mantiene inamovible en el pasillo del autobús mientras sirve toda clase de comidas y bebidas, todo ello con los continuos movimientos y cambios de velocidad del autocar.


Ya en la terminal de autobuses, nos sentamos en una cafetería a desayunar mientras nos atiende una simpática camarera que compagina el control de los camareros y las mesas con pintarse compulsivamente las pestañas utilizando como espejo el panel metálico de la cafetera industrial. Allí esperamos a que llegue nuestra taxista particular. Una taxista a la que no veo desde hace 6 años cuando nos despidiéramos en Santiago de Compostela después de haber caminado juntos mas de 300 kilómetros. Allí coincidimos Javier, Joana, Jorgelina y yo e hicimos un pequeño gran grupo para caminar y compartir todas las experiencias que El Camino nos fue regalando. Jorgelina es de Mendoza. Cuando la conocí había venido a Europa a explorar y viajar por espacio de tres meses. Su espíritu aventurero se cruzó con el mío y desde entonces mantenemos una amistad en la distancia que sin duda se verá reforzada después de esta visita.




Por la puerta de la cafetería aparece Jorgelina tal y como la recuerdo cuando nos despedimos en la Plaza del Obradoiro De Santiago de Compostela hace ya algo más de seis años. Según nos decimos mutuamente, los dos estamos igual, no hemos cambiado nada. Aunque obviamente el paso del tiempo de alguna manera se habrá notado. Después del reencuentro y las presentaciones hacemos un pequeño juego de “tetris” para encajarnos los 6 en un Peugeot 2008 con todas las mochilas en el maletero, perfectamente ordenadas. 


Comenzamos a conocer Mendoza desde el coche mientras no dirigimos al hostel que hemos reservado, el cual, sin saberlo, está ubicado en la calle principal de bares y restaurantes de toda la ciudad: la avenida Villanueva Arístides. El hostel esta regentado por un gallego que lleva más de doce años sin volver a España viajando por todos los lugares que podáis llegar a imaginar. Ha sido realmente un lujo conocerlo, ya que no solo se encarga de regentar el local sino que es capaz de dinamizarlo, organizando un día una suculenta paella de marisco para 25 personas y otra noche una exquisita parrillada de carne, solamente para nosotros.


Mendoza es una bulliciosa ciudad de lunes a sábado que se muestra tan desértica los domingos como el paraje en el que está edificada. Durante estos días vamos a tener, que no disfrutar, temperaturas veraniegas que van a alcanzar algún día los 36ºC. Se agradece enormemente que sus amplias calles estén profusamente arboladas y así se mitigan los efectos del calor y del sol y permite que los transeúntes puedan deambular por sus calles durante el día.




Tanto en Argentina como en gran parte del mundo, Mendoza es sinónimo de vino. Está región sería comparable a nuestra Rioja en España. Grandes viñedos se extienden por los alrededores del area metropolitana de la Gran Mendoza y multitud de bodegas se encargarán de transformar los frutos de esta apreciada planta en los caldos que se degustarán por medio mundo. Uno de los grandes atractivos turísticos de esta zona es sin duda el visitar alguna de sus bodegas, algo que nosotros hacemos con la inmejorable compañía de Jorgelina y dos de sus mejores amigas, Juli y Nati. Desde aquí les mandamos un saludo y agradecemos especialmente a Nati por haber elegido la Bodega de Ojo de Agua para visitar. Un lugar mágico y familiar. Después de la visita a la zona de recepción de la vendimia y la zona de transformación del vino, el segundo enólogo de la bodega nos realiza una explicación de todo el proceso de elaboración del vino. Tras soportar estoicamente todas nuestras preguntas pasamos al jardín, donde comeremos acompañados con una desgustación de vinos de la bodega. La mesa, dispuesta bajo una pérgola de madera, invita a disfrutar del momento en tan buena compañía. La comida espectacular. Mira que hemos comido bien desde que llegamos a este país, pero esta ha sido con diferencia la mejor desde que llegamos. Unas empanadas de carne cortada a cuchillo y ojo de bifé (algo así como el solomillo de ternera) a la brasa. Los entendidos en vino dan el visto bueno a las cuatro diferentes botellas que nos sirven y finalizamos con un postre dulce. 

Nos relajamos después sentados en el jardín, con vistas a los viñedos y con la cordillera de los Andes como telón de fondo. Realmente un paraje incomparable.


Conocer Mendoza de la mano de una de sus habitantes ha sido verdaderamente una suerte. Visitamos también un embalse cercano al pueblo de Potrerillos, bastante frecuentado por los mendocinos como lugar de actividades de recreo y ocio.




El sábado por la mañana nos unimos a Jorgelina y sus alumnas de pilates en una actividad que han preparado al aire libre. Realizamos una pequeña caminata por la reserva natural de Divisadero Largo, a escasos kilómetros de Mendoza. Se trata de un recorrido por un típico paisaje desértico de la zona que retorna por el fondo de un pequeño cañón por el que discurre un discreto hilero de agua. Contrasta lo desértico del paisaje con los extensos viñedos que visitamos en la bodega.


Sin duda uno de los mejores momentos en Mendoza lo hemos pasado en Quinta Giol. Una fabulosa finca de celebración de bodas y eventos de la que se hacen cargo Jorgelina y su hermana Ariadna. Lo visitamos mientras se está celebrando una boda de noche y no podemos nada más que deshacernos en halagos hacia Jorgelina, su hermana y todos cuantos están ahí trabajando. Por un lado destacar el maravilloso ambiente de trabajo que tienen. Por otro lo bien cuidado y decorado que tienen el jardín, el salón de eventos y la finca en general. Todo con mucho gusto. Y por ultimo agradecer lo magníficamente bien que nos han tratado y nos han ofrecido de cenar. Auténticos manjares que hemos tenido ocasión de probar como si los que estuviésemos de boda fuésemos nosotros. Realmente hemos pasado una noche extraordinaria.




El domingo sale un día realmente caluroso. Lo empleamos en visitar la ciudad, que como os adelanté antes, está completamente desértica. El calor y el día festivo hace que prácticamente seamos los únicos en pasear por sus calles. La mayoría de las plazas y calles principales que queríamos visitar se encuentran vallados y en obras. Lo cierto es que la ciudad parece estar inmersa en una profunda renovación de sus espacios públicos. Aprovechamos también el día para descansar y utilizar la piscina del hostel antes de la parrillada que nuestro amigo Xoan Carlos va a preparar para cenar.


Nuestro último día en Mendoza alquilamos un coche para dirigirnos hasta Puente del Inca, una de las maravillas naturales más espectacular de Argentina. Se trata de un enorme puente de piedra anaranjada sobre el río Cuevas. Recibe este característico color por los sedimentos de las aguas sulfúricas que discurren por encima de él. Bajo el puente se pueden observar las ruinas de un antiguo balneario que hoy en día se encuentra cerrado al público, así como el propio puente. No obstante el mirador que tiene enfrente permite observar esta maravilla y que hagamos buenas fotos. Pocos kilómetros pasando Puente del Inca llegamos al estacionamiento que hay a la entrada del parque provincial del Aconcagua. Desde allí caminamos unos 7 kms hasta el último lugar donde se puede acceder antes de comenzar el ascenso hasta el monte Aconcagua, que con sus 6962 metros es el mas alto de todo el continente americano y uno de los más altos del mundo. Desde el lugar donde lo divisamos se erige majestuoso con sus nieves perpetuas al final del valle.




Ya de regreso organizamos una gymkana contrarreloj para pasar por el hostel, recoger la ropa de la lavandería, terminar las mochilas, devolver el coche de alquiler, despedirnos de nuestro amigo el gallego del hostel y devolver el coche que Jorgelina nos había prestado para movernos por Mendoza. Desde su casa volvemos a rehacer el “tetris” del primer día para volver todos con las mochilas hasta la terminal de autobús de Mendoza. La despedida se hace triste y a punto estamos de secuestrar a Jorgelina y llevárnosla con nosotros lo que resta de viaje, pero al final no es posible. No obstante, se perfilan planes para vernos el año que viene en España. ¡Jorgelina! ¡Te esperamos!


Por delante tenemos el viaje más largo que haya realizado nunca en autobús: 20 horas hasta la ciudad de Bariloche. Ya os contaré como sobrevivimos a casi un día completo ahí metidos. 


¡Gracias Jorgelina por tu cariño, tu hospitalidad y tu energía! ¡Te echamos de menos!

1 comentario:

  1. Eeeeeeeeeeeeeeeeeeh!, que nos tienes ávidos de noticias y de fotos chulas... danos un poco (más) de envidia, anda... ;)

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