28 de abril de 2016

Últimos días en el paraíso

Apuramos nuestros últimos días en el paraíso. Depués de un día de relax en el cual no nos movemos mucho de nuestro resort y sus alrededores, hoy vamos a realizar una excursión en bote por las islas cercanas.

El día comienza temprano. Nos levantamos a las 05:30 para estar preparados a las seis de la mañana en la playa frente a nuestro hotel donde nos recoge el barquero que hemos contratado. Un lugareño con su hijo pequeño como grumete serán nuestra tripulación.

Una vez embarcados, nos dirigimos mar adentro con la esperanza puesta en la primera parada. Objetivo: ver delfines. No nos aseguran al cien por cien que se puedan ver, pero allí vamos nosotros con toda nuestra ilusión, esperando que el madrugón de sus frutos.
Según vamos llegando al lugar donde se suelen dar los avistamientos de estos mamíferos, nos damos cuenta que no somos los únicos en llegar hasta allí. Aproximadamente una veintena de embarcaciones flotan expectantes a nuestro alrededor. No han pasado más de cinco minutos cuando se oyen unos gritos provenientes desde una de las barcas cercanas y al mirar vemos como un grupo de 4 o 5 delfines saltan en la quilla del barco, como acompañándolo en su viaje. A partir de ese momento se convierte en una persecución constante de las barcas hacia ellos. Los delfines se toman esta situación como una diversión, apareciendo y desapareciendo bajo las aguas, como si estuvieran jugando al escondite con nosotros. Así transcurren los siguientes minutos, intentando acercarnos todo lo posible a los lugares donde intermitentemente van saltando. Resulta maravilloso verles nadar y saltar en libertad a nuestro lado. Cuando ya nos dábamos más que satisfechos por el hecho de haberlos podido ver, la experiencia se torna cada vez más espectacular, ya que progresivamente se van incorporando más delfines al baile que van dando a nuestro alrededor. Llega un momento en que nos es imposible verlos a todos, ya que se ven numerosos grupos de delfines por todos lados. Calculamos que durante unos minutos se dan cita allí entre 100 y 200 delfines saltando por todos lados a nuestro alrededor. Cámara en mano intentamos realizar vídeos inmortalizando nuestra visión, pero es imposible centrarse en un único lugar y la cámara va de un lado a otro, como nuestra vista, intentado no perder ni un solo detalle de lo que ocurre a nuestro alrededor. Francamente impresionante.


Navegando con delfines
 

Una vez satisfechos con nuestra experiencia con los delfines, regresamos a desayunar a nuestro hotel mientras nuestra barca nos espera. Una vez que hemos cogido fuerzas para hacer frente al día, continuamos ahora hacia la isla de Balicasang. A unos 45 minutos en barca de la playa de Alona Beach desde donde salimos. 
Nos encontramos de nuevo con una isla paradisiaca. Una isla perfectamente circular y rodeada por completo de un cinturón de arena blanca, con numerosas palmeras y cocoteros en su zona central.
Los alrededores de la isla son famosos por sus fondos marinos, en los que predominan corales de vivos colores y la posibilidad de ver tortugas nadando por sus aguas azul intenso. Provistos de nuestra máscara y nuestro snorkel caminamos por la playa haya uno de los lugares donde se concentran varios barcos de buceo. Nos dicen que en esa zona es fácil que veamos alguna tortuga. Las aguas no están tranquilas y la isla hace de dique en mitad del mar, partiendo las aguas en dos y generando fuertes corrientes en ambos lados.
Siempre con precaución y teniendo algún barco cerca, nos adentramos en el mar con la esperanza de compartir un rato de natación con alguna tortuga. Avanzar se hace difícil en algunos tramos debido a la fuerte corriente, aunque esta no resulta peligrosa, ya que te arrastra hacia la playa. Nuevamente nos sentimos afortunados. En un determinado momento aparece ante nosotros un hermoso ejemplar de tortuga. Calculamos que más de medio metro de tamaño pero que a pesar de su gran tamaño esta suspendida en mitad del agua sin que las corrientes supongan ningún impedimento para que su desplazamiento sea grácil y suave, como si volase. Como las aves cuando aprovechan una corriente de aire y parecen quedar suspendidas en mitad del cielo sin apenas agitar sus alas. 
Acostumbrado a ver estos espectáculos en los documentales de televisión cuesta creer que se esté dando ante nuestro ojos, apenas a unos centímetros de nuestras manos. La sensación de comunión con el entorno es total. Se detiene el tiempo. Y uno tiene la convicción de quepodría  quedarse allí horas viendo cómo la vida transcurre en el fondo marino.
Nadar tras ella se hace complicado y la perdemos a los pocos minutos. Pero no será el único ejemplar, ya que veremos varios más, alguno de hasta un metro de longitud. Intentamos que la cámara acuática registre una pequeña parte de lo que vemos, lo cual hace más complicado nadar tras ellas, al tener una mano ocupada en la grabación.


Nadando con tortugas

 

Sé que he repetido varias veces esta frase a lo largo de las entradas del blog, pero de nuevo vuelve a ser una de las grandes experiencias del viaje. De esas experiencias que sabes que recordarás siempre como algo excepcional.

Después de disfrutar de esta experiencia y de las playas de Balicasang, nos dirigiremos a la conocida como Virgin Island, que es la última parada de la excursión planeada para el día de hoy.

Virgin Island está a unos 30 minutos y resulta ser una curiosa isla en mitad del mar. Curiosa digo, por qué no es una isla al uso. Nada típica. Se trata de un lugar en el que el mar ha depositado una línea de arena blanca de unos 200 metros de longitud y no más de 20 de ancho, que en el momento de nuestra llegada, con la marea alta, está completamente sumergida. Se puede caminar por ella, pero siempre con los pies sumergidos en el agua. Ni un palmera, ni un cocotero, ni rastro de vegetación. Lo que sí que no faltan son los vendedores de perlas (falsas, por supuesto) y un par de improvisados chiringuitos (4 palos con un toldo) donde se puede degustar "algo" que podríamos definir como mezcla entre ostra y caracol gigante. Algo que cocinan de una manera nada apetitosa ni higiénica pero que parece causar furor entre un valor de turistas chinos que allí se ha detenido.

Nos quedamos un par de horas en aquel curioso lugar en el que hacemos pie en mitad del mar antes de emprender el viaje de vuelta a nuestro hotel.

Y prácticamente tras esta entrada vamos dando por finalizadas todas las actividades previstas para esta aventura que ya toca a su fin. Nos resta un día de relax y ya empezaremos a emprender poco a poco el regreso. Desde aquí a Manila en avión, donde haremos noche en el mismo hotel en el que nos alojamos a la llegada. Si todo va según lo previsto, allí recuperaré mi móvil, que ha estado esperándome los 21 días que ha durado esta aventura.

Los pormenores, y seguro que también anécdotas, serán objeto de la última entrada de este viaje a Filipinas 2016.


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