22 de mayo de 2017

Interiorizando la ciudad.

Hoy no madrugamos. Nos despertamos más tarde de lo que el sol nos dice que deberíamos haberlo hecho. Como en muchos otros lugares del mundo, aquí no conocen las persianas. Así que desde desde las seis de la mañana la luz inunda todo el apartamento. Los que conocéis mi capacidad de dormir, sabéis que esto no supone ningún problema. De hecho, casi siempre duermo sin bajar la persiana. Pero Rubén no pega ojo desde que sale el sol y Rober, ahí lo intenta. 


Desayunamos en el apartamento y preparamos 'bocatas' para llevarnos para comer. Ya que hoy vamos a salir más tarde por la mañana, perderemos menos tiempo si podemos comer sobre la marcha.


Salimos con la intención de continuar nuestra visita a la ciudad desde donde lo dejamos ayer. Así que nuestro destino en el metro es de nuevo el Empire State. 


La capacidad de adaptación a los cambios que tiene el ser humano, siempre me ha parecido fascinante. Desconozco si es una cualidad muy extendida, o es algo mío, pero siempre noto que en mi caso las cosas suceden de la misma manera. Cuando salgo de viaje, sobre todo a un lugar diferente, el primer día noto que me encuentro desubicado, fuera de esa zona de confort que nos hace sentir que tenemos todo bajo control. Como os digo eso suele ser el primero o los dos primeros días. Pero rápidamente uno empieza a asimilar el paisaje, la gente, las calles, las costumbres, la cotidianidad del lugar... De repente las cosas dejan de parecerte diferentes y comienzas a integrarte en ese lugar. Es en ese momento cuando empiezas a disfrutar realmente de la experiencia de viajar. Es entonces cuando dejas de mirar tu entorno con los ojos de alguien que viene de fuera, para comenzar a vivir las cosas desde dentro. 


 

Hemos convertido el metro en nuestro modo habitual de transporte y ya dejamos de sentirnos unos extraños usándolo. El hecho de repetir líneas y transbordos nos da esa dosis de comodidad que nos hace disfrutar del trayecto. Disfrutar del paisaje (sí, ya sé que he dicho metro, pero tiene muchas zonas abiertas en la que se comporta como si fuera un tren) y de la diversidad de personas que pueblan sus vagones.


Normalmente uno ya sale de las escaleras de la estación de metro mirando hacia arriba. Pero si lo que te encuentras justo al salir es la silueta del Empire State, la sensación es sobrecogedora.


Entramos en los famosos almacenes Macy´s, recomendados en todas las guías de viaje. Pero vamos, que no dejan de ser un "El Corte Inglés" a la americana. Pocas más diferencias.


Nos acercamos hasta el Madison Square Garden, el pabellón deportivo multiusos por excelencia de la ciudad de Nueva York. Es la cancha donde juegan los equipos profesionales de baloncesto, deporte estrella de este país junto con el béisbol. Pero también acoge combates de boxeo, lucha libre y artes marciales. Músicos de todos los estilos han llenado sus gradas y hasta el Papa ha llegado a ofrecer una misa en su interior. 


Comemos sentados en una plaza cercana al estadio, disfrutando de los rayos de sol que hoy calientan hasta una agradable temperatura de 26º. Habrá que aprovechar hoy, ya que parece que los próximos días las temperaturas bajan y la probabilidad de lluvia aumenta. 


 

Desde allí nos dirigimos a la emblemática plaza de Time Square, escenario estos días de un desgraciado incidente, que se hace palpable viendo las elevadas medidas de seguridad a las que se ha sometido la plaza. Se observan grandes bloques de hormigón del cuerpo de policía de Nueva York bloqueando los accesos y parapetando las aceras. Asimismo, la presencia policial se hace mucho más patente en este lugar. Si la gran cantidad de gente que encontramos por todos los sitios de esta ciudad es una constante, en esta plaza hay una concentración aún mayor. Está literalmente abarrotada. Su animación es constante. Y si sumamos la gran cantidad de carteles luminosos que cuelgan de la fachada de de todos los edificios la sensación es abrumadora. No puedo describir con palabras la gran cantidad de estímulos visuales y sonoros que se pueden llegar a percibir aquí.


Continuamos nuestra excursión por el Midtown. Dejamos la avenida Broadway para proseguir por la quinta avenida, que recorreremos hasta su final en Central Park. Llegamos al Rockefeller center, un complejo de 19 edificios comerciales, famoso por colocar en invierno una pista de patinaje sobre hielo o el gran árbol de Navidad que cada año visitan millones de personas. 

Justo enfrente entramos en una enorme tienda de Lego, donde se pueden comprar maquetas de un montón de monumentos de la ciudad o piezas sueltas de cualquiera de los modelos que tienen. ¡Quién hubiera pillado esta tienda hace unos cuantos años!


 

Visitamos ahora la Catedral de San Patricio. Imponente edificio de piedra blanca que contrasta con los oscuros edificios que la circundan. A pesar de sus grandes dimensiones, vista en su contexto parece pequeña, debido a las grandes alturas de los rascacielos que tiene cerca. Es un edificio de estilo neogótico y es el mas grande de estas características de todo América del Norte. Esta es una catedral joven en comparación con las catedrales que tenemos en nuestro país, ya que su construcción finalizó en 1879.


Seguimos ascendiendo por la avenida y pasamos junto a la polémica, y ahora más famosa todavía, Trump Tower (Torre Trump), sede el emporio Trump, actual presidente de los Estados Unidos. La calle que da acceso a la misma se encuentra coartada al tráfico y bajo unas impresionantes y ostentosas medidas de seguridad. Al parecer la mujer y el hijo del presidente siguen viviendo en el lujoso ático que tienen en la torre.


Justo antes de llegar al final de la avenida, y ya en las puertas de Central Park, nos quedamos sin visitar el emblemático cubo de cristal gigante que daba acceso a la icónica tienda de Apple de la quinta avenida.  Se encuentra en obras de ampliación y en su defecto han habilitado una tienda temporal en los bajos de un edificio cercano.


Nos adentramos por fin en Central Park y las siguientes horas las pasamos recorriendo muchos de los múltiples caminos y senderos que hay en su interior. Se trata de un enorme parque en el centro de Manhattan con un montón de especies diferentes de plantas. Alberga varias lagunas, lagos y estanques. El estanque principal lleva el nombre de Jacqueline Kennedy Onassis. Este estanque es famoso por una pista para correr de 2,5 kms que lo rodea.

No sabemos si es por ser domingo, por hacer buen tiempo o si esto es una constante, pero lo cierto es que el parque rebosa vida por todos sus rincones. Multitud de gente se agolpa en la entrada del zoo; se tumba en sus múltiples praderas; rema con los botes en los estanques o hace una amplia diversidad de deportes al aire libre, como correr, bici, yoga o taichi. 


 

Abandonamos el parque por la salida Este y visitamos el exterior del museo Guggenheim, mucho menos espectacular que su homónimo bilbaíno, dicho sea de paso.


Recorremos Park Avenue hasta la estación de Gran Central Terminal, casi tres kilómetros en los que caminamos por una de las zonas más caras y lujosas de Nueva York. Queda patente por los edificios, sus entradas cubiertas con toldos y atendidas por trajeados conserjes y el lujo de los coches aparcados en sus calles.


Llegamos así a la estación de Gran Central Terminal y desde el momento en el que visualizamos su gran nave central, nos parece estar inmersos en una película americana, por tantas veces que esta estación habrá salido en la gran pantalla. Ostenta el record de ser la estación más grande del mundo con 44 andenes construidos y 67 vías a los largo de la estación.


 

Ya para finalizar el día y mientras localizamos un Five Guys (famosa hamburguesería) caminamos bajo uno de los rascacielos más conocidos y emblemáticos de Nueva York, el Edificio Chrysler, que con sus casi 320 metros de altura sigue siendo uno de los mas altos del skyline neoyorkino (el quinto en concreto). Ostenta el record de ser el edificio de ladrillo mas alto del mundo, aunque su estructura sea de acero.


Tras la cena, los 40 minutos de regreso en metro a nuestro apartamento y los más de 18 kms andados en nuestro pies, llegamos exhaustos. Caemos rendidos rápidamente, preparando mentalmente el que será nuestro próximo día en la gran manzana. 

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