26 de mayo de 2017

No hay garajes en Nueva York.

Cambiamos el título de la canción de Mecano No hay marcha en Nueva York, por este otro, mucho más apropiado. Es algo que nos ha llamado profundamente la atención desde que llegamos. ¿Dónde aparcan los coches los más de 1.600.000 habitantes de la isla de Manhattan? Poco a poco vamos resolviendo dudas. Y es que un 70% de sus habitantes carecen de vehículo. La mayoría de los edificios son muy antiguos y carecen de garaje en los bajos. Además el subsuelo de la isla de Manhattan es de roca lo que hace muchas veces muy difícil su excavación. Los edificios construidos más recientemente o los de las zonas más caras de la ciudad sí que poseen garaje. Pero aquí la mayoría de la gente hace sus trayectos en transporte urbano. Además los impuestos que hay que pagar por circular dentro de la gran manzana son muy altos lo que hace que, en la práctica, tener un coche aquí sea considerado como un artículo de lujo. 


La entrada del blog de hoy aglutina lo que hemos hecho en dos días ya que por motivos logísticos no me ha sido posible actualizarlo diariamente. La mañana del miércoles la hemos invertido en visitar el MoMA, el museo de arte moderno de Nueva York. Se trata de un moderno edificio cerca del Rockefeller Center, entre la quinta y la sexta avenida. Es un edificio que ha sufrido sucesivas ampliaciones conforme el museo ha ido ganando importancia. Lo más destacado del museo son los Picassos, entre los que se encuentra Las señoritas de Avignon, y famosas obra de Van Gogh como La noche estrellada. Tenemos una breve discusión sobre sí los cuadros que vemos son los originales o son reproducciones que tiene el museo para exhibición ya que los medios de seguridad que hay en las salas de exposición son bastante escasos. Hay bastantes cuidadores en la salas de exposiciones, pero que difícilmente pueden hacer algo si alguien quiere tocar un cuadro o si desea dañarlo deliberadamente. De hecho delante de nosotros una persona toca con el dedo un Picasso para ver si era en relieve o plano sin que nadie le haya evitado poder hacerlo. 

El resto de la exposición no nos deja indiferentes. Con esto del arte moderno muchas veces no sabes si realmente lo que estás contemplando es arte o si estás en un video de cámara oculta y te están poniendo a prueba. Lo de colgar un lienzo completamente en blanco en una pared y pretender darle un significado artístico se me antoja bastante ambicioso. Pero a juzgar por la gran cantidad de gente que lo visita, más de dos millones y medio de visitantes cada año, está claro que es un museo que no pasa desapercibido y que es considerado como un referente artístico mundial y un museo de los obligada visita en New York. 


 

Comemos un improvisado picnic en una plaza frente al museo. Ahí sacamos nuestros tuppers y nos camuflamos con el resto de neoyorquinos que comen de la misma manera. Se nos antoja un poco triste el tener que trabajar y disponer tan solo de un breve espacio de tiempo para salir a comer algo rápido sentado en un banco para luego volver a reincorporarte al trabajo. En España tenemos una cultura mucho más ordenada y placentera con respecto a la comida. 


Caminamos hasta Central Park y allí cogemos de nuevo el metro para acercarnos hasta el barrio de Harlem. El plan es localizar alguna iglesia para asistir al servicio de los miércoles por la tarde y poder ver una misa góspel. Nada más salir de la boca del metro vemos como el barrio ha cambiado por completo. Las entradas y las salidas del metro de Nueva York muchas veces te hacen sentir que estás inmerso en algún programa del tipo lluvia de estrellas ya que entras en un barrio con unas características concretas y sales en otro completamente diferente. En este caso salimos en un barrio de casas bajas que no ocultan pertenecer a una clase social más baja y en el que el 95% de las personas que pasan por la calle son de color. Nos sorprende la gran cantidad de peluquerías y salones de belleza que pueblan los bajos comerciales de algunos inmuebles, lo cual deja ver la importancia que le dan a la estética los afroamericanos.


Localizamos la iglesia de "Greater Refuge Temple" que tiene servicio a las 18:45 y hacemos tiempo paseando por las calles de este característico barrio. Una vez en la iglesia comprobamos que más de la mitad de los asistentes son turistas que al igual que nosotros se acercan con curiosidad a contemplar uno de estos originales servicios religiosos. Estas celebraciones pueden durar entre dos y tres horas, sobre todo los domingos que es el día grande para ellos. La que se celebra hoy miércoles es una especie de ensayo o preparativo.  


 

La misa no deja de ser peculiar. A pesar de que todos tenemos una idea de estas misas al haberlas visto en televisión o en películas, lo cierto es que no dejan de sorprender vistas en directo. El pastor viste de calle. La vistosas vestimentas de las muleras. Pero sobre todo lo participativas que las hacen. Se suceden toda clase de cantos, himnos, gritos espontáneos de ¡Hallelujah! y la participación de personas del público que salen a contar sus experiencias personales y de cómo encontraron a Dios. Además, dos personas traducen todo lo que se dice al español y después al francés, con lo que si ya escucharlo una vez en su idioma original es largo, imaginad si hay que esperar a que todo se traduzca doblemente.

Tras más de una hora sienta-levanta, levanta-sienta, aprovechamos que una de las participantes pide colaboración para que el público salga al escenario con ella para hacer "mutis por el foro" (nosotros y la mitad de los allí presentes que huyen en desbandada). Hemos tenido suficiente con esta experiencia religiosa, y con el "cante" que daba el que teníamos sentado delante nuestra. 


Finalizada nuestra incursión en el barrio de Harlem cogemos el metro para volver temprano a casa ya que mañana tenemos un madrugón importante para visitar la ciudad de Washington. 


Y así llegamos al siguiente día, jueves. Y cuando digo madrugón me refiero a levantarnos a las 3:30 de la mañana ya que a las seis tenemos que estar cogiendo el autobús de línea que nos lleva de New York a Washington. Como la frecuencia del metro por la noche disminuye y casi tenemos una hora hasta la parada del autobús salimos a las 4:30 de la apartamento. El día con el que nos levantamos es bastante desapacible y llueve intensamente. La parada del autobús es al aire libre por lo que tenemos que hacer frente a las inclemencias del tiempo mientras esperamos para poder montarnos. Nos llama poderosamente la atención como el autobús se encuentra en la parada 20 minutos antes, con el conductor y el personal que lo atiende en el lugar, pero no son capaces de abrir para que la gente pueda subir y esperar dentro sin mojarse. 


 

El viaje en autobús son cuatro horas y media. Como hemos dormido poco, el viaje de ida lo hago prácticamente durmiendo. Rober me acompaña, mientras Ru vigila. Viajamos en la parte de abajo de un autobús de dos pisos y se agradece que vaya lleno a la mitad, lo cual nos la posibilidad de no llevar acompañante en el asiento de al lado y poder disfrutar de un poco más de espacio durante el viaje. Así que debo decir que prácticamente no me he enterado del desplazamiento. Durante todo el trayecto llueve intensamente, pero afortunadamente deja de llover a nuestra llegada a Washington. Y no solamente deja de llover sino que el sol nos acompañará ante buena parte de la jornada. 

Desde la estación podemos acercarnos a pie a todos los lugares, monumentos y museos que queremos visitar, ya que estos se encuentran muy céntricos y próximos entre sí, en la zona denominada "National Mall". Pasamos por las Corte Suprema de Estados Unidos y la biblioteca general del congreso. llegamos hasta el Capitolio, majestuoso e impresionante edificio sede de las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos. Es un claro ejemplo del Neoclasicismo arquitectónico estadounidense. Rodeamos el edificio y llegamos hasta la inmensa explanada ajardinada que conecta con el memorial a Lincoln. En este largo paseamos dejando a un lado y a otro los múltiples museos que se encuentran en la ciudad de Washington D.C. Destacar que la mayoría de ellos son de entrada gratuita. En este trayecto pasamos por el gigantesco obelisco homenaje a George Washington y desviándonos hacia la izquierda nos acercamos hasta visitar los exteriores La Casa Blanca. 

Se suceden los monumentos de recuerdo a los soldados americanos caídos en las diferentes guerras en las que Estados Unidos ha participado, como por ejemplo la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea. Agradecemos que el buen tiempo nos acompañe durante esta visita a pie ya que lloviendo no hubiéramos podido visitar los diferentes monumentos. 

Comemos sentados en las escaleras del monumento a Abraham Lincoln junto con la inmensa cantidad de visitantes que se concentran en estos momentos. Contemplamos desde la escalinata el lugar en el que Martin Luther King proclamó su famoso discurso "I have a dream" el 28 de agosto de 1963, durante la Marcha en Washington por el Trabajo y la Libertad. Abruma imaginar los miles de personas que abarrotaron el vasto espacio que se abre ante nosotros. Disponemos de tiempo hasta las 17:30 de la tarde para visitar el museo del espacio y de la aviación y ponernos en contacto con la aeronautica y la evolución de la historia espacial de la humanidad y en concreto de los Estados Unidos. 


 

Como si hubiéramos contratado el tiempo para la excursión, comienza a llover intensamente de nuevo cuando emprendemos el regreso a la estación de autobús.  Aunque llegamos bastante mojados a la misma,  agradecemos que nos haya respetado el día. 

El viaje de vuelta en autobús no se va a hacer tan cómodo como el de ida. Salimos con 45 minutos de retraso, el autobús va completamente lleno, llueve intensamente todo el camino de regreso y el conductor ha debido obtener el permiso de conducir en la tómbola de los camellos. Durante las cuatro horas y media de retorno se suceden tal cantidad de acelerones y frenazos que hacen prácticamente imposible cualquier actividad a bordo. Ya para rematar, el aire acondicionado está a su máxima intensidad obligándonos a ponernos toda la ropa que llevamos encima y aún así, pasado frío.


Y así, congelados y mareados, llegamos a Nueva York a las 00:30 de la noche. Solo nos resta coger de nuevo el metro para llegar a la apartamento. Tras casi 23 horas en pie damos por finalizado este largo día, pero contentos a pesar del cansancio ya que la visita nos ha gustado mucho. 


Vamos enfilando la recta final del viaje. Aún nos quedan dos días completos y esperamos aprovechar al máximo para ir cerrando todas las cosas que teníamos revisto ver.


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