3 de diciembre de 2011

Bahía de Halong

Nos levantamos a las 07:15, ya que para las 08:00 vienen a recogernos en autobús para ir a Halong City, ciudad costera al norte de Vietnam, bañada por el mar de china. Ese es nuestro destino.

Esperando para embarcar
Desayunamos rápida y austeramente un te con una especie de bollo de pan blanco con mermelada y poco después vienen a recogernos.

Llueve bastante. Salimos corriendo detrás de nuestro guía. La vida de la calle no parece detenerse por la lluvia, solo se reorganiza en los laterales debajo de los toldos. Alcanzamos nuestro pequeño autobús de unas 20 plazas aproximadamente y realizamos alguna que otra parada hasta terminar se llenarlo. Como siempre, vamos dejando huella. Somos los únicos que charlamos animadamente y nos reímos hasta de nosotros mismos. De nuevo nos sumergimos en el caótico tráfico y así transcurren las siguientes 4 horas hasta llegar a Halong City.

Una vez allí el resto de turistas son conducidos hacia una especie de cruceros turísticos, pero nosotros hemos preferido optar y negociar una versión menos turística, un pequeño barco (si se le puede llamar así) para nosotros y como mucho un par de personas mas. Un taxi nos lleva a otro lugar de la ciudad donde hay un pequeño embarcadero y allí viene nuestro barco. Nos subimos y todos coincidimos en que es simplemente genial. Algo tranquilo, pequeño, perfecto. Aquí vamos a pasar los próximos tres días recorriendo la bahía de Halong y la bahía de Lan Ha (se supone que la bahía de Bai Tu Long también va en el lote, pero no se si hemos llegado hasta allí).
A bordo de nuestro barco. Dia nublado

¿Cómo describir el paisaje? Imposible. Nunca la expresión "una imagen vale mas que mil palabras" fue tan cierta. Según he sabido recientemente esta bahía ha sido declarada uno de las maravilla naturales del mundo y no es para menos. Cerca de unas mil formaciones rocosas van surgiendo del mar, con diferentes alturas, formas, extensiones y vegetaciones formando un inigualable laberinto acuático. Formaciones kársticas erosionadas por el agua, el viento y el tiempo. Resultado sin igual.

Los 3 días a bordo de este barco, los paisajes vistos y las experiencias disfrutadas son algo que difícilmente voy a olvidar mientras viva. Son de esos momentos en los que realmente te sientes una persona afortunadas por vivir una experiencia única. De esos que dan sentido a un viaje y a todo un año de preparación. De esos que ilustran con imágenes las palabras que rezan como cabecera de mi blog...

Una cuarta persona (además de nuestro dos tripulantes vietnamitas) se incorpora a nuestra aventura. Se trata de Verónica, una chica de la República Checa, que se encuentra viajando sola por la península asiática. Ella va a ser partícipe de todos nuestros momentos, incorporándose como un miembro mas del grupo.

En estos días hemos disfrutado de experiencias únicas. Es difícil resumirlas aquí. Os daré unas pinceladas, pero espero que entendáis que intentar plasmarlo en palabras y máxime escribiendo desde mi iPhone es imposible. Uno de los mayores placeres a bordo ha sido comer autentica comida vietnamita, cocinada por nuestra tripulación en el propio barco, en nuestro pequeño comedor situado en la proa (hay que ver como nos manejamos ya con los términos náuticos). Atravesar cientos de casas flotantes rodeadas de artilugios y estaciones de pesca tradicional. Dormir amarrados en mitad de la bahía contemplando, sin duda, el cielo mas limpio y estrellado que haya visto jamás.

Posando con nuestros kayaks
Pero los momentos supremos han venido a bordo del kayak. Los tres días hemos salido desde nuestro barco a hacer rutas en kayac de dos. Esa sensación de libertad en el mar; remar donde quieras; pasar cerca de las pequeñas estaciones pesqueras flotantes; atracar en una pequeña playa donde hay un templo; introducirte por una cueva acuática, debajo de uno de los macizos kársticos y llegar a una bahía cerrada, privada, teniendo la sensación de ser la primera persona que llega allí, de descubrirla por primera vez. Resulta increíble pensar que quedan lugares así en el mundo, sin explotar, sin transformar, exhibiendo una naturalidad casi artificial por la pureza de la misma. Siento que las palabras se me quedan cortas para intentar acercaros lo que hemos visto.

Hemos tenido mil y una aventuras y momentos a bordo, pues todo es nuevo y diferente. Desde tomar una ducha, hasta tapar los agujeros en mitad de la noche por donde apareció una rata hasta tener que desatascar el baño por el apretón de uno de los integrantes a las 2 de la mañana para terminar viendo las estrellas tumbados en el exterior del barco. Diferentes situaciones que todas han tenido las risas y el buen ambiente como denominador común. Eso es algo grande, muy grande. Y es que da igual cuantos contratiempos surjan si los recibes con optimismo y buen humor. Con gente así da gusto viajar.

"The travel team"
El tercer día de nuestro crucero amanece también con un día espectacular. Recién levantados desayunamos en nuestro comedor al aire libre viendo despertar el día. Nos avisan que vamos a cambiar de barco y nos separamos de nuestra compañera checa que tiene que estar pronto en el siguiente punto de su viaje. Nosotros vamos a realizar de nuevo kayak y viajar hasta la "monkey island" (vamos, la isla de los monos en cristiano), muy a pesar de Xabi que huye de las aglomeraciones turísticas. Pero no queda otra, iba en el pack y hay que pasar por ello. Al final resulta mejor de lo esperado ya que ascendemos una pequeña montaña y tenemos unas vistas espectaculares del paisaje. También vemos a los susodichos monos de cerca y en acción, acosando a las turistas. El viaje finaliza en la isla de Cat Ba, donde llegamos sobre las 17 horas y en la que vamos a pasar la noche pero ya en un hostel, desde el que os envío las crónicas. Toca sentarse a diseñar el viaje para los próximos días. Así que guía en mano, experiencias y ganas de los viajeros y un poco de aventura se unen para trazar el siguiente paso. Por lo pronto mañana a madrugar, ya que comenzamos nuestro descenso hacia el sur, y con Ninh Binh como primer destino.

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