13 de abril de 2016

Manila City

Manila. Capital de Filipinas y ciudad caótica donde las haya. Sus 12 millones de habitantes la convierten en unas de las capitales más pobladas de planeta. 

Una vez salimos de la terminal del aeropuerto conseguimos dos taxis que nos hacen una excitante carrera hasta llegar al alojamiento de la primera noche. El tráfico, pues como toda ciudad del Sudeste asiático que se precie, se autorregula solo. Predomina la ley del que antes se eche atrás y termine cediendo el paso. Aquí el claxon es un elemento habitual de la conducción que significa algo diferente en cada situación: ¡apártate! ¡cuidado que adelantó por la derecha! ¡corre! Y muchas más.

Los apartamentos que hemos reservado están muy cerca del barrio de Makati, barrio financiero de Manila. Es un establecimiento recién reformado en mitad de una calle muy humilde de casas de planta baja atendido por un personal especialmente amable. Nos acomodamos, nos damos una gratificante ducha para arrastrar el jetlag y tantas horas de viaje y decidimos echar una siesta para recuperar algo de sueño.

Siendo ya medio día salimos a conocer un poco la ciudad, sobre todo el barrio central más histórico, conocido como "intramuros", donde se asentaron los primeros pobladores españoles allá por el año 1571. Denominado intramuros al espacio interior delimitado por una muralla circular situada al lado del río Pasig. Desde este discreto barrio inicial surgirían de manera concéntrica el resto de barrios hasta convertirse en la gran urbe que es hoy en día.



Nuestra llegada al barrio la hacemos en un taxi con capacidad para 6 personas. Por lo menos eso es lo que reza en sus puertas: 5 pasajeros (más conductor claro está). Aunque esa es la teoría (o lo que legalmente está establecido). La realidad es que es un turismo como cualquier otro en el que nos metemos cual sardinillas en lata. Cinco "pequeños" ocupantes que nos colocamos cómo podemos aguantando la respiración hasta nuestra salida.

Nos bajamos en la plaza de la catedral y entramos a visitar el templo. Damos una vuelta por el interior en cuya nave principal se está celebrando una típica boda filipina. Sorprende en una de las capillas laterales una réplica de La Piedad de Miguel Ángel realizada en mármol.

Desde la catedral nos bajamos por la calle principal, salpicada de edificios coloniales hasta la iglesia de San Agustín. Iglesia que según cuentan los libros de historia es el único edificio que permaneció en pie después del bombardeo del que fue víctima la ciudad de Manila en la Segunda Guerra Mundial. La iglesia está anexa a un monasterio y jardines de la orden de los Agustinos, orden profundamente arraigada con la historia, los orígenes y la educación de este país.



Comprobamos lo que ya nos habían comentado y es que anochece bastante pronto. Para las 18:15horas aproximadamente ya comienza a ponerse el sol y para las 18:40 se ha hecho completamente de noche. Cogemos de nuevo un taxi para volver a la zona de Makati donde cenamos en una plaza popular rodeada de puestos donde se pueden pedir todo tipo de platos locales a buen precio. Todo ello aderezado por una orquesta que toca y canta en directo acordes de Guns&Roses, Scorpions y otros "grandes éxitos". 

Después de la cena nos ocupamos en conocer las calles de bares de Manila, andando arriba y abajo por la calle Burgos, donde se acumulan la mayoría de locales de vida nocturna. Nos familiarizamos con la carta de cervezas locales, sobre todo con la "Red Horse", cerveza de casi 8º de la compañía San Miguel de la que damos buena cuenta. En búsqueda de más lugares cogemos otro taxi que nos lleva a varias calles que debieran tener también algo de vida, pero tras varias intentonas en diferentes lugares, terminamos 45 minutos más tarde, plegados de nuevo los cinco en el mismo taxi, en la misma calle Burgos de la que partimos. Así que desistimos de buscar ningún otro lugar y continuamos la noche en Burgos Street.



Ya de regreso al Hotel vamos a tener otra de las aventuras del viaje. Nada más irse el taxi me doy cuenta de que mi móvil se ha debido caer dentro. Entre que íbamos de nuevo los 5 dentro del mismo taxi, que llegamos con ganas de salir cuanto antes y de subirnos a dormir... Mala combinación.
Taxi que no hemos llamado por teléfono sino que cogimos en la calle. No sabemos compañía. Ni matrícula. Ni nombre del conductor.... Panorama que pinta poco halagüeño para recuperarlo. Hablamos con el personal de recepción e intentamos visionar una cámara de seguridad que tienen en la entrada, pero es imposible ver el número de taxi. Gracias a este episodio nos enteramos de cómo funcionan los servicios de taxi, las miles de compañías que operan y lo más frustrante de todo, la imposibilidad de localizar el taxi que nos ha traído de vuelta. El servicio de localizar el móvil tampoco funciona al no tener conexión de datos móvil, por lo que no puede mostrar su ubicación. Así que dando el móvil por perdido nos vamos a dormir. 

Aprovecho por tanto para informaros a los que nos seguís por el blog, que no tendré móvil para poder contactar, pero que sigo escribiendo a través del móvil de mis compañeros de viaje. Veremos qué nos depara mañana, que iniciamos viaje hacia la isla de Corón (Busuanga).

2 comentarios:

  1. Hola Fer y chicos!!!, soy Merche, ya me comentó Sara lo del teléfono, menuda mala pata...bueno, que sea lo peor de todo el viaje, pasadlo muy bien, te seguiré leyendo. Un besico.

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  2. Muchas gracias Mer!! Un besote enorme

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