22 de mayo de 2015

Continuan las adversidades.

Noche movida. La contínua lluvia y las fuertes rachas de viento han hecho difícil el conciliar el sueño. Para unos más que para otros (que se lo pregunten a Aitor).

Nos desayunamos con una situación de urgencia. Estando realizando la primera comida del día oímos en el exterior los gritos en inglés de una mujer solicitando auxilio. Salimos a toda prisa corriendo hacia el comedor del camping y nos encontramos con una persona tumbada en el suelo. Se trata de Steve, un señor Esocés de 57 años que conocimos la pasada noche. Rápidamente nos ponemos a atenderle. Según parece ha perdido la consciencia aunque a nuestra llegada ya está recuperada. Permanecemos con él, le tomamos la tensión y le atendemos, dentro de lo que la ausencia de material nos permite. Nos llama la atención que la persona que atiende la recepción del camping continúa con sus quehaceres como si la situación no fuera con él. Le pedimos que solicite una ambulancia ya que lejos de mejorar la situación, la perdida de conscienca vuelve a repetirse en nuestra presencia.
La primera persona en llegar es un varón bastante grueso, con poca sensación de urgencia y portando un maletín negro sacado de una película de los años 80. Dentro del maletín tan poco material como intenciones de hacer algo trae su portador. La tensión se la toma a medias, ya que no trae fonedoscopio (los sanitarios me entenderán), le va a tomar la glucemia y el aparato no tiene baterias... Llega la ambulancia y la situación no mejora. Nadie pregunta apenas nada. Nadie habla con el paciente salvo nosotros. Sacan otro aparato para tomar la glucemia y de nuevo sin batería. Sin hacerle ninguna exploración, ninguna medición, ninguna técnica, montan a Steve en la ambulancia y se lo llevan. Ahí finaliza nuestra experiencia con el sistema sanitario de urgencias de Islandia y lo cierto es que deja bastante opciones de mejora. Nos preguntamos si es por estar en un lugar pequeño y remoto, aunque realmente con excepción de Reykjavik el resto de la isla es así.

Las experiencias vividas son aquellas que definen la percepción de un país. Sólo cuando vives durante un tiempo en un sitio empiezas a conocerlo. Antes de venir habíamos leído acerca del servicio sanitario de Islandia, que lo posicionaban como uno de los mejores del mundo. Es bueno también viajar y ver otras culturas para valorar en su justa medida lo que tenemos en nuestro país. Muchas veces pensamos que lo de los demás es mejor y tendemos a menospreciar e infravalorar lo que tenemos. Y nada más lejos de la realidad. Tenemos muchas cosas que mejorar, pero muchas más de las que sentirnos orgullosos.

Tensión en la nieve.

Continuamos día y desandamos el recorrido realizado ayer. Nos dirigimos de nuevo hacia la localidad de Egilsstadir para desde ahí comenzar a bajar toda la costa Este de Islandia. Los 26 kms que separan ambas localidades nos van a poner a prueba. La carretera atraviesa un pequeño puerto de montaña y comienza a nevar copiosamente. Carretera blanca en muchos tramos. Vamos circulan con precaución hasta que en una cuesta arriba nuestra autocaravana comienza a quedarse sin fuerza y perder tracción. Así hasta que se para y nos quedamos completamente parados obstaculizando ambos sentidos de la carretera. No es que el dibujo de las ruedas se haya llenado de nieve, ni que las ruedas patinen sobre el hielo, simplemente que el vehículo no tiene la suficiente fuerza para conseguir mover el peso en un firme tan resbaladizo. La otra autocaravana se queda parada después nuestra. Otra furgoneta que nos sigue también. No conseguimos hacer que el vehículo traccione y no nos movemos. Comenzamos a hacer tapón. Otros tres coches se quedan parados detrás. Intentamos empujar pero los esfuerzos por moverla son valdíos. Hace un frío intenso y menos los dos conductores todos estamos fuera intentando ayudar, empujar, señalizar... La verdad es que todos hemos sufrido lo nuestro. Llega un quitanieves. Afortunadamente al estar en cuesta nos permite dejarnos caer y poder orillarnos lo suficiente para que los vehículos detrás nuestra y sobretodo el quitanieves puedan pasar. Nos resulta chocante que tanto los coches que están detrás como el quitanieves nos adelantan pero ninguno se para a preguntar si necesitamos algo y mucho menos a echar una mano. 

Estado de la carretera.
Pasamos todavía por un par se tramos de carretera completamente blancos. Circulamos con miedo de tocar el freno, de que nos haga frenar el de delante o de que volvamos a perder tracción. Después de pasar algunos momentos en los que aguantamos la respiración, conseguimos llegar a Egilsstadir y respiramos tranquilos de nuevo.

Cascada de Hengifoss.
Paralelamente a todas estas vicisitudes Aitor ha estado cruzando mensajes con el comercial de la empresa donde reservamos las autocaravanas para conseguir resolver el tema del neumático que hemos tenido que sustituir. Tras varias reclamaciones e insistencias conseguimos que nos cambien los cuatros neumáticos. Tenemos que volver a primera hora de la tarde. Hasta entonces aprovechamos para ir a visitar la cascada de Hengifoss, al lado del lago Lagarfljót. Según cuentan las leyendas locales este lago es el equivalente al lago antes, en el que el monstruo ha sido sustituido por un gusano gigante. Comentan que la última vez que se ha visto fue recientemente y que incluso circula un vídeo en YouTube donde dicen que puede verse.

Hacemos la ascensión hasta el donde de la cascada volviendo a contemplar la formación de columnas basálticas tan carácterísticas en esta isla. Esta vez el agua se vierte vertiginosa desde la parte superior de es formas caprichosas.

Para las cuatro de la tarde estamos en el taller y lo cierto es que parecen los bóxes de una escudería de fórmula 1. Los trabajadores se mueven rápidos por el local, y en menos de media hora tenemos los cuatro neumáticos cambiados. Se ha hecho cargo de todo la empresa de autocaravanas, así que nosotros no tenemos que pagar nada. Hemos tenido que hacernos valer pero la empresa ha respondido correctamente. 

Continuamos camino, ahora con zapatillas nuevas, dirección Höfn. No paramos en ningún sitio en particular, pero en general pasamos por uno los paisajes más bellos que hemos visto en todo el viaje. La carretera discurre serpenteante dibujando entrantes y salientes en el mar. Escarpados acantilados, playas infinitas de arena negra. Un sol ya bastante bajo proyecta sus luces y sombras añadiendo encanto a las vistas.

Nuestra "casa" en el taller.
Después de más de 150 kms de carretera principal (nuestra famosa ring road), algunos de cuyos tramos están sin asfaltar, llegamos a Höfn donde pasamos noche en un área de camping y realizamos nuestro merecido ritual de ducha y descanso.

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