14 de mayo de 2015

Reykjavik.

Las dificultades para encontrar Wifi y todos lo preparativos del comienzo del viaje me han dejado apenas sin tiempo para poder escribir las crónicas iniciales, algo que espero subsanar una vez que nos acomodemos con la rutina del día a día.

Llegando a la capital.

Amanecemos en Keflavik para desplazarnos en autobús hasta Reykjavik. Localizamos nuestro Guesthouse que aún siendo más modesto que en el que hemos estado tiene a su favor encontrarse muy céntrico, lo que nos deja bien posicionados para movernos por la ciudad.

Reykjavik acoge a más de dos tercios de la población de Islandia, y a pesar de eso se percibe como una ciudad muy tranquila. Las casitas de colores de pocas alturas salpican sus calles poco transitadas. Pocos peatones y poca circulación contrastan con el bullicio que las capitales europeas nos tienen acostumbrados.

Planificando el viaje.
Visitamos el puerto pesquero, motor económico de Islandia, y aprovechamos para comer en un sitio típico recomendado por el personal que trabaja en la oficina de turismo: el "Sea Baron". En él degustamos la típica sopa de langosta y aprovechamos para probar carne de ballena por primera vez. A la tarde callejeamos y planificamos el día en torno a la mesa de un pintoresco y acogedor café Islandés.

La noche resulta ser más larga para unos que para otros, ¿verdad Alberto y Aitor? Todos iniciamos la noche en "The English Pub" escuchando música en directo y dejando 6 euros por cerveza, y todos la terminamos en el Guesthouse (aunque a diferente hora).





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