17 de mayo de 2015

Los innombrables.

Recordar por donde vamos, el nombre del siguiente pueblo, el lugar que vamos a visitar, es... misión imposible. Deildartunguhver; Hraunfossar; Kleppjárnsreykir... son sólo algunos de los ejemplos. Por más que lo intentamos no hay manera. Consultamos los mapas, las guías una y otra vez, pero aún así cada uno acaba diciéndolo como puede y muchas veces ni entre nosotros nos enteramos de lo que está hablando el otro.

Bueno, iniciamos nuestro día visitando Hraunfossar una curiosa formación de cataratas en las cuales el agua aparece del suelo. Multitud de surgencias de agua que aparecen de la nada y se unen formando un caudaloso río.

Hraunfossar
Desde ahí retrocedemos desandando el camino de ayer y llegamos hasta Deildartunguhver, una surgencia de agua caliente de unos 98 grados centígrados. Está considerada la más caudalosa de Europa. Según hemos leído en algún blog de viaje, hay gente que ha llegado a cocer huevos metíendolos en unos calcetines y sumergiéndolos en el agua.

Una de las cosas que nos llaman profundamente la atención es que todos los lugares con algún interés turístico están señalizados, pero prácticamente no están acotados ni balizados, de tal manera que puedes acercarte completamente. El encanto reside en que se ven los lugares prácticamente sin haber sufrido ningún tipo de transformación.

Desde ahí enfilamos ya camino de la península de Snaefellsnes. El resto del día es un continuo sube y baja de la autocaravana. En nuestro recorrido vamos pasando por sitios idílicos, abruptos acantilados plagados de multitud de aves marinas, montañas que se elevan irregulares a pie de costa y magníficos escenarios naturales. Playas de arena dorada contrastan con otras de arena negra fruto de la intensa herencia volcánica de la isla. En Bùdir tenemos la inmensa suerte de ver una foca que se ha acercado a escasos metros del lugar donde hemos aparcado las autocaravanas.

Típica iglesia al lado del mar.
Las fechas que hemos elegido para hacer el viaje no pueden haber sido mejores. Aún no es plena temporada turística (comienza el 1 de junio) pero ya comienza a hacer buen tiempo y disfrutamos de temperaturas aceptables (estaremos rondando los 8 grados centígrados). Otra de las cosas favorables de estas fechas es que apenas hay turistas, lo que nos permite disfrutar de los paisajes casi en exclusividad. Es una sensación que nos acompaña desde que llegamos, esa sensación de estar disfrutando algo único, poco masificado, como descubierto por primera vez. 
Las carreteras parecen desiertas, apenas si te cruzas con un coche cada 10 kilómetros, pero las carreteras serán objeto de comentario en otra entrada.

Llegamos al final de la península y bordeamos el volcán Snaefellsjökull. En realidad ese es el nombre del glaciar que corona el extinto volcán, que exhibe su corona de nieves perpetuas. Según cuentan, su cráter helado fue elegido por Julio Verne para situar la entrada a las entrañas de la tierra en su famosa obra "Viaje al centro de la tierra".

Parte del equipo de aventuras con un inmejorable fondo.

Grundarfjördur es el pueblo al que llegamos a dormir. Pueblo pesquero abierto al fiordo, con escasa vida, por lo menos a las horas a las que nosotros llegamos.

Al día siguiente madrugamos y emprendemos camino hacia el norte. Después de valorar las diferentes opciones, decidimos no recorrer los fiordos del noroeste, por el estado de las carreteras, y por tener más tiempo para disfrutar del resto de la isla.

Salimos de la península de Snaefellsnes y volvemos a la carretera 1 (ring road) hasta llegar a las inmediaciones de Saudárkrókur. En el camino nos detenemos en el volcán Grábrók, a pie de la carretera principal. Según se ve, han habilitado recientemente el acceso hasta la cima y se puede bordear completamente el cráter. Una vez arriba el aire que sopla es brutal (ríete de los días de cierzo de cuando estudiaba en Zaragoza). Imposible mantenerse erguido. Las ráfagas de viento nos obligan a ir agarrados unos a otros y con suma precaución de no vernos empujados fuera del recorrido.

Curiosa formación rocosa al borde del acantilado.
Pocas paradas más realizamos durante el camino y el día transcurre principalmente a bordo de la autocaravana, devorando kilómetros hasta nuestro destino final. Antes de llegar al pueblo de Saudárkrókur, nos desviamos a la izquierda por una pista de grava unos 19 kilómetros hasta que llegamos a Keyfir. Pueblo no se le puede llamar. Más bien sería un paraje. Durante la pista se van salpicando pequeñas y solitarias granjas alineadas a lo largo de la costa del fiordo. De repente el camino se acaba en una verja cerrada y lo que  parece ser una granja más. Cruzamos la verja y comprobamos que en realidad es una zona de camping que esta cerrada hasta la época estival. Al final del recinto, casi junto en el borde del mar encontramos dos pozas de agua termal en las que nos introducimos rápidamente y aprovechamos para relajarnos, disfrutar y dar buena cuenta de unas cervezas mientras estamos sumergidos en un agua a 38 grados centígrados y unos 5 grados en el exterior. 

Finalizamos con una ducha de agua fría (helada), de esas que notas como la piel se encoje y te haces más pequeño... Todo un shock térmico que completamos corriendo en bañador hasta las autocaravanas. Sin dudarlo, uno de los sitios y experiencias recomendables si se visita este país.

No hay comentarios:

Publicar un comentario